Religi¨®n y violencia
Ni en los textos sagrados ni en las conductas encontramos diferencias radicales entre las religiones. Pero el islam, como cultura, sigue sin adaptarse a la modernidad porque no ha tenido revoluciones de signo liberal
El abominable atentado contra el Charlie Hebdo,uno m¨¢s de los actos terroristas acogidos al manto de la yihad isl¨¢mica, ha vuelto a poner sobre la mesa la relaci¨®n entre religi¨®n y violencia. Una relaci¨®n que choca, en principio, con la idea de que los mensajes religiosos son la base que sustenta principios morales universales entre sus creyentes. Los musulmanes del mundo entero, desde luego, se han apresurado a condenar estos asesinatos, protestando que nada tienen que ver con las doctrinas predicadas en el Cor¨¢n. Pero la historia registra demasiadas matanzas en nombre de la fe como para que aceptemos, sin m¨¢s, tan ang¨¦licas protestas.
En nuestro descre¨ªdo mundo europeo, hoy se tiende a pensar, m¨¢s bien, lo contrario: que hay algo inherente a las religiones (especialmente a ciertas religiones) que convierte a sus fieles en peligrosos para quienes no comulgamos con sus ideas; que la religi¨®n, basada en la fe y no en la raz¨®n ¡ªal contrario que el pensamiento cient¨ªfico¡ª, fomenta la violencia. De ah¨ª a decir que el terrorismo tiene una ra¨ªz religiosa no hay m¨¢s que un paso.
Es cierto que el Cor¨¢n contiene mensajes pac¨ªficos: ¡°Combatid por Al¨¢ [¡]pero no os exced¨¢is; Al¨¢ no ama a los que se exceden¡± (2:190); ¡°Si pones la mano sobre m¨ª para matarme, yo no voy a ponerla sobre ti, porque temo a Al¨¢, se?or del universo¡± (5:28); ¡°Quien mate a una persona es como si matara a toda la humanidad; quien da la vida a uno, como si la diera a toda la humanidad¡± (5:33). Pero tan bellos consejos se olvidan cuando el profeta prescribe qu¨¦ hacer con los no creyentes, a quienes ¡°ni su hacienda ni sus hijos les servir¨¢n de nada¡± sino como ¡°combustible para el fuego¡± (3:10); ¡°Que no crean los infieles que van a escapar. ?No podr¨¢n! Preparad contra ellos toda la fuerza, toda la caballer¨ªa...¡± (8:59); ¡°?Creyentes! ?Combatid contra los infieles que teng¨¢is cerca! ?Sed duros! ?Sabed que Al¨¢ est¨¢ con los que le temen!¡± (9:123); ¡°Matad a los id¨®latras donde quiera que les encontr¨¦is; capturadlos, sitiadlos, tendedles emboscadas por todas partes¡± (9:5).
Mensajes igualmente contradictorios se encuentran en el Antiguo Testamento. El mismo Lev¨ªtico que prescribe ¡°amar¨¢s a tu pr¨®jimo como a ti mismo¡± (19:18) recomienda: ¡°Perseguir¨¦is a vuestros enemigos, que caer¨¢n ante vosotros al filo de la espada¡± (26:7-8). Y Jehov¨¢ ordena a Sa¨²l el genocidio de los amalaquitas con terribles palabras: ¡°No perdones; mata a hombres, mujeres y ni?os, incluidos los de pecho¡± (Sam., I, 15:3). En los Evangelios, Jesucristo aconseja al que sea abofeteado ofrecer la otra mejilla y, si quieren quitarnos la t¨²nica, regalar tambi¨¦n el manto (Mat., 5:39), pero tambi¨¦n advierte de que ¡°no vine a poner paz sobre la tierra, sino espada¡± (Mat., 10:34). En los momentos previos al prendimiento, previene al disc¨ªpulo desarmado que ¡°venda su manto y compre una espada¡±; instantes despu¨¦s, al llegar la cuadrilla que le busca, uno de los disc¨ªpulos pregunta: ¡°Se?or, ?herimos con la espada?¡±, y, antes de recibir respuesta, corta la oreja de uno de ellos; Jes¨²s le dice: ¡°Basta ya¡±, y cura la oreja cortada (Luc., 22:36-51). Pero ese mismo personaje manso se deja llevar por la indignaci¨®n y la emprende a latigazos con los mercaderes del templo.
Son los fan¨¢ticos los que se escudan en los textos que les convienen para justificar sus pulsiones
Si de los textos revelados pasamos a la historia cristiana, encontraremos igualmente ejemplos para las conductas m¨¢s dispares. Un belicoso y antisemita se acoger¨¢ a precedentes como Domingo de Guzm¨¢n o Vicente Ferrer, por mencionar solo a los santificados, o invocar¨¢ las Cruzadas o la Inquisici¨®n; uno pac¨ªfico y ecologista, a Francisco de As¨ªs, Las Casas o Teresa de Calcuta. Un nacionalista conservador celebrar¨¢ la memoria de Recaredo o Isabel la Cat¨®lica; un izquierdista, la del jesuita Ellacur¨ªa o el arzobispo ?scar Romero. Un mis¨®gino encontrar¨¢ en las escrituras mil frases y conductas que ratificar¨¢n sus prejuicios; pero a un feminista no le faltar¨¢n pasajes b¨ªblicos en los que apoyarse.
En la historia, el islam no se ha distinguido de otras religiones por una especial intolerancia o sed de sangre. Refiri¨¦ndonos a nuestra Pen¨ªnsula, la zona musulmana fue m¨¢s tolerante que la cristiana. Los cristianos sobrevivieron y practicaron su culto bajo el califato de C¨®rdoba, mientras que los musulmanes fueron obligados a convertirse o salir de la monarqu¨ªa cat¨®lica ¡ªe incluso convertidos, algunos sinceramente, sufrieron nueva expulsi¨®n un siglo m¨¢s tarde¡ª.
En Europa, la reforma luterana abri¨® un per¨ªodo particularmente sangriento, con hechos como La Noche de San Bartolom¨¦, en la que los cat¨®licos franceses pasaron por el cuchillo a varios miles de protestantes. En el siglo XX, las mayores masacres, con millones de v¨ªctimas, han sido de inspiraci¨®n pagana pero se han producido en una Europa de ra¨ªces culturales cristianas; parecidas han sido algunas matanzas asi¨¢ticas, en zonas de tradici¨®n religiosa tao¨ªsta, budista o confuciana.
Pocos hechos comparables se registran en el mundo musulm¨¢n, salvo el genocidio armenio ¡ªtampoco estrictamente religioso¡ª. La ferocidad actual de Al Qaeda o del Estado Isl¨¢mico no debe hacernos olvidar a personajes como Malala Yousafzai, que arriesga su vida en defensa de la educaci¨®n de las ni?as, o los abogados iran¨ªes o paquistan¨ªes encarcelados o asesinados por defender los derechos humanos y la tolerancia religiosa. Son h¨¦roes de la libertad y son musulmanes.
Si una identidad cultural se siente postergada o en riesgo de desaparecer, surgen las tensiones
Con lo que, al final, ni los textos ni las conductas ejemplares permiten distinguir radicalmente entre unas religiones y otras. Todos los mensajes revelados son maleables; todos necesitan arduos trabajos de glosa e interpretaci¨®n; en todos encontramos afirmaciones que ratifican nuestras posturas preconcebidas. Las doctrinas, adem¨¢s, no se traducen de manera autom¨¢tica en acci¨®n. Son los intolerantes y fan¨¢ticos los que se escudan en los mensajes que les convienen para justificar sus pulsiones. M¨¢s ¨²til, por tanto, que comparar textos me parece comparar las situaciones hist¨®ricas en las que se hallan las identidades culturales.
Porque la religi¨®n es una identidad colectiva, semejante al linaje o la naci¨®n. Una identidad que nos adscribe a un determinado grupo humano, del que recibimos nombre y cultura. Y la identidad es muy distinta a las creencias, como demuestra el simple hecho de que en Espa?a el porcentaje de quienes se consideran cat¨®licos sea superior al de aquellos que declaran creer en Dios.
Esas identidades culturales, de las que forma parte la religi¨®n, pasan por distintas fases. Cuando nuestra forma de vida es envidiada e imitada por todos, podemos ser optimistas y generosos. Pero cuando est¨¢ postergada, y corre el riesgo de desaparecer, surgen las tensiones y las reacciones violentas.
En los ¨²ltimos siglos, las identidades religiosas tradicionales han tenido que adaptarse al choque con la modernidad. El catolicismo sufri¨® el embate del luteranismo, de las revoluciones filos¨®fica y cient¨ªfica, la Ilustraci¨®n, la industrializaci¨®n, las revoluciones liberales, la democracia. Enfurru?ado ante la incomprensi¨®n universal, P¨ªo IX conden¨® la modernidad in toto y se encerr¨® en el Vaticano. Pero otro Papa, 70 a?os despu¨¦s, abandon¨® el encierro y acept¨® lo inevitable. Lo inevitable era la separaci¨®n entre la Iglesia y el poder pol¨ªtico, la libertad de opini¨®n, la diversidad de creencias entre los ciudadanos, la desaparici¨®n del papel del clero como monopolizador de las verdades sociales.
El islam ¡ªcomo cultura, no como religi¨®n¡ª no ha tenido protestantismo, ilustraci¨®n ni revoluciones liberales. Y sigue sin adaptarse a la modernidad en, al menos, tres terrenos fundamentales: la separaci¨®n Iglesia-Estado, lograda en Occidente tras la huella ilustrada; la igualdad de g¨¦neros, conquista de los movimientos feministas del XIX y XX; y la pluralidad de creencias como base de la convivencia libre. Sin aceptar estos principios, las tensiones que produce el impacto de la modernidad llevar¨¢n a la crispaci¨®n y, en los m¨¢s locos, a la violencia asesina. Con lo cual, al final, resulta que s¨ª, que en el islam hay problemas espec¨ªficos que generan tensiones y, en casos extremos, terrorismo. Aunque no se derivan de sus doctrinas ¡ªtan maleables como otras¡ª, sino de su inadaptaci¨®n a la modernidad.
Jos¨¦ ?lvarez Junco es historiador. Su ¨²ltimo libro es Las historias de Espa?a (Pons / Cr¨ªtica).
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