13 fotosEl hogar de los sin hogarDel 25 de noviembre al 31 de marzo, el Ayuntamiento de Madrid abre centros de emergencia para que los indigentes pernoctenBernardo P¨¦rezRut de las Heras Bret¨ªnMadrid - 09 feb 2015 - 09:55CETWhatsappFacebookTwitterLinkedinCopiar enlaceDionisio, de 57 a?os, est¨¢ junto a la puerta del comedor esperando a que la abran. "Los de las sillas vamos primero", cuenta dando unos toques con la mano en el brazo de la silla de ruedas, orgulloso de su "veh¨ªculo". No tiene piernas desde hace 15 a?os a causa de la diabetes, pero asegura que se cuida, que va a todos los especialistas: "El 18 de febrero tengo cita con mi endocrina". Cuando piensa en su d¨ªa a d¨ªa, dice que est¨¢ muy aburrido desde que se separ¨® hace 30 a?os. Lleva m¨¢s de 20 viviendo en la calle y no recuerda cu¨¢ndo el Samur Social (el servicio del Ayuntamiento de Madrid dedicado a la atenci¨®n de las emergencias sociales) le llev¨® al centro de acogida. Las bajas temperaturas de estos d¨ªas en la capital no le parecen tan duras como cuando trabajaba en la construcci¨®n. "Esos inviernos s¨ª que eran fr¨ªos, por no hablar del calor de los veranos", dice.BERNARDO P?REZCon su gorra, su bast¨®n en una mano y una lata de coca-cola en la otra, Ernesto Ayala espera para entrar a comer. Naci¨® en La Carolina (Ja¨¦n) hace 71 a?os, pero pronto lleg¨® a Madrid. A los tres ingres¨® en el colegio de los Salesianos de Atocha, de donde sali¨® a los 14 para ser camarero del Caf¨¦ Gij¨®n. Hizo la mili a unos metros, en el Cuartel General del Ej¨¦rcito, y volvi¨® a trabajar donde desayunaba todos los d¨ªas, en el bar del teatro Marquina. Recuerda con una sonrisa p¨ªcara a los escritores y actores que conoci¨®, pero no dice sus nombres. Ahora, cuando se "escapa" del centro, va a Atocha, pasea por la estaci¨®n o por la calle de las Delicias. Desde hace un a?o y medio ya no desaparece temporadas largas del que hoy es su hogar. Antes s¨ª lo hac¨ªa.BERNARDO P?REZEl aspecto de estos centros es bastante as¨¦ptico. El car¨¢cter lo dan los que los habitan. Paredes lisas con alg¨²n dibujo o manualidad hecha durante alguna de las actividades que se organizan para que los d¨ªas no sean tan largos ni est¨¦n tan vac¨ªos. En la puerta se re¨²nen los que fuman, tanto trabajadores como los sin hogar, refugiados del fr¨ªo lo m¨¢ximo posible. Al entrar golpea un fuerte olor a detergente, o a ambientador, a lugar reci¨¦n limpio. Olor que se va diluyendo poco a poco en las estancias interiores. En las salas algunos hablan entre ellos, se crean relaciones de todo tipo: amistades, noviazgos... Otros no interact¨²an y se quedan con la soledad y su pasado como ¨²nicos compa?eros en esas dif¨ªciles vidas, las de todos los que pasan por all¨ª.BERNARDO P?REZHay denominadores comunes entre las personas sin hogar. No tienen que ver con su procedencia, ni con su nivel de estudios. Aunque hay excepciones, es muy frecuente encontrar problemas con el alcohol, con todo tipo de drogas ¡ªduras y blandas¡ª, familias no solo rotas, destrozadas en a?icos que usualmente se desentienden de la persona. Algunos, los menos, pueden acceder a albergues permanentes, otros s¨®lo se pueden beneficiar de los llamados de emergencia, que abren cuando las temperaturas son bajas, del 25 de noviembre al 31 de marzo. Todav¨ªa queda otra posibilidad: la emergencia extrema por temperaturas realmente polares. Entonces se ampl¨ªa el n¨²mero de camas, pero esto es un caso muy excepcional.BERNARDO P?REZA la izquierda de la imagen se ve a Fernando Carrasco, madrile?o de 49 a?os, sentado en su silla de ruedas en su "despacho", como llama a la sala donde pinta con t¨¦mperas y acuarelas. "Soy dibujante", explica interesado en dar a conocer sus obras. Dice que le gustan Picasso y Sorolla. Lleva en el centro Pinar de San Jos¨¦ casi dos a?os. Est¨¢ all¨ª "por ser un cabeza loca, si me pusiera a contar podr¨ªa escribir 100 folios", asegura mientras se r¨ªe y deja ver sus enc¨ªas. No tiene ni un diente. Su indumentaria es curiosa: lleva dos relojes y dos gafas, las de sol en la frente junto con una herida que no recuerda c¨®mo se ha hecho. "Tengo familia pero como si tuviera un botijo. Mi hija tiene 29 a?os y no la veo desde que era peque?a", as¨ª relata su vida anterior. Era transportista, ha viajado por toda Europa. "Lo de Finlandia s¨ª era fr¨ªo. Se me congelaba hasta el gasoil".Bernardo P¨¦rezMuchos de los mendigos que malviven en las calles de Madrid intentan pasar los fr¨ªos d¨ªas del invierno entre unos albergues y otros. Se conocen los horarios de comida y las posibilidades que les ofrecen. La vida en la calle es muy dura y aunque en esta ¨¦poca hay m¨¢s opciones para pernoctar bajo techo, saben que tienen que mantener "su lugar" donde, cuando llegue la primavera, volver¨¢n a situar los cartones que les sirven de colch¨®n.BERNARDO P?REZCada noche desde el 25 de noviembre al 31 de marzo, 150 personas llegan al centro de acogida de emergencia para personas sin hogar Pinar de San Jos¨¦, situado en el l¨ªmite de Madrid con Legan¨¦s. Dos autobuses, uno a las ocho de la tarde y otro una hora despu¨¦s, recogen a indigentes en la glorieta de San Vicente y les llevan a este albergue habilitado por el Ayuntamiento de la capital para esta ¨¦poca de duras condiciones meteorol¨®gicas, cuando las noches a la intemperie se hacen m¨¢s dif¨ªciles de lo que ya son de por s¨ª. No hay un perfil concreto de las personas que utilizan estos centros. Liliana Osipov, coordinadora del albergue, explica que la mitad son espa?oles y la mitad extranjeros. Todos esperan en fila a subir al autob¨²s, no llevan nada, all¨ª les dar¨¢n lo que necesitan: la cena y ropa de cama. La mayor¨ªa son hombres, pero hay 20 plazas reservadas para mujeres.Bernardo P¨¦rezAl llegar vuelven a colocarse en fila para entrar. En la calle, un coche de polic¨ªa con dos agentes que vigilan que no haya ning¨²n altercado. Confirman que as¨ª es, que el personal del centro lo tiene todo bastante controlado. La espera para entrar es m¨¢s agradable que la del autob¨²s. Dos estufas de butano caldean la fr¨ªa noche madrile?a, que ronda los cero grados. En el vest¨ªbulo, dos mesas en las que el personal toma nota de qui¨¦n va cada noche. El Samur Social lleva un registro de las personas con necesidad que hay en la ciudad y que necesitan de estos servicios. Les dan una tarjeta v¨¢lida para siete noches, que pueden ir renovando, y les sellan cada estancia all¨ª. En el hall se distribuyen, unos van a las habitaciones, otros directamente al comedor, vagan con o sin rumbo, pero con una temperatura agradable. Para cualquier persona ajena puede parecer que hay cierto desorden, pero el personal tiene todo bajo control. Casi todos se conocen, son muchas noches repitiendo el mismo deambular.Bernardo P¨¦rezJes¨²s no quiere dar sus datos por si alguien le reconoce. Es m¨²sico y asegura que ha compuesto canciones, entre otros, para Manzanita. Lleva el cepillo de dientes en el bolsillo pues aunque no tiene casa y come donde le den, quiere mantener su aseo y siempre se lava los dientes. Pasa los d¨ªas en un centro en el paseo del General Mart¨ªnez Campos, donde puede estar de nueve de la ma?ana a seis de la tarde. "Me entretengo en la sala de ordenadores. Actualizo mi Facebook, tengo que demostrar que sigo vivo", explica. Pasa las noches de invierno en el centro Pinar de San Jos¨¦, y las de verano tiene licencia para tocar en las terrazas del barrio de Retiro (Madrid). Su futuro lo ve en una habitaci¨®n: "Por lo menos eso podr¨¦ pagarlo con mi peque?a pensi¨®n". Explica que lo que ahora gana se lo queda el banco, que tambi¨¦n se qued¨® con su casa cuando le desahuciaron.Bernardo P¨¦rezBajo una gorra con el escudo de Espa?a camina cabizbajo y arrastrando los pies Laurentiu Daniel Ion. Este rumano de 48 a?os lleg¨® a Valencia hace m¨¢s de dos con un contrato de trabajo para recoger fruta. "Eso se acab¨®. Ahora ayudo a un peruano que tiene un puesto de banderas y gorras en Pr¨ªncipe P¨ªo y as¨ª saco algo de dinero para cigarros", cuenta. Ha llegado a este albergue del Ayuntamiento de Madrid gracias al Samur Social, al que tambi¨¦n le agradece que le haya ayudado a renovar su pasaporte y a tener sus papeles en regla. Abre su cartera y muestra todas las fotocopias de sus documentos: empadronamiento, NIE, incluso una tarjeta de una cadena de supermercados. Se?ala con sus gruesos dedos los detalles que quiere mostrar, a veces le cuesta expresarse en espa?ol, aunque asegura que lo entiende y va a clases para aprender a escribirlo todos los jueves.Bernardo P¨¦rezCon una alegre sonrisa y escuchando a Michael Jackson entra ?ngel Luis Molina en la que es su casa hasta el 31 de marzo. "Me han hecho fijo", bromea. "Hay que tomarse las cosas con humor". Este madrile?o ¡ªde San Blas, especifica¡ª se quita la chaqueta al llegar y se queda en manga corta. Ha dejado su abrigo a su novia, que lleva dos por el fr¨ªo. La protege. Pide que no le hagan fotos porque ha sido v¨ªctima de malos tratos. Llevan siete meses juntos. Ella asegura que se conoc¨ªan desde hace m¨¢s tiempo, pero ¨¦l no lo recuerda: "Estaba alcoholizado y drogado". Reconoce que ha acabado all¨ª por la mala vida que ha llevado. Ahora busca trabajo "de lo que sea". Se recorre multitud de pueblos de la Comunidad de Madrid, empieza a enumerar: Legan¨¦s, Torrej¨®n, Alcobendas... "y nada". En mayo, cuando comience la temporada fuerte de hosteler¨ªa en la costa, se ir¨¢ a Alicante a probar suerte. Lo intent¨® el pasado a?o y no lo consigui¨®. "Pero donde voy, dejo huella", dice despidi¨¦ndose mientras se quita el sombrero y hace una reverencia.Bernardo P¨¦rezEn el centro de emergencias no solo se duerme y se come. "Tienen tiempo para muchas cosas, todo el del mundo", sostiene Liliana Osipov, coordinadora del albergue. Los que all¨ª pernoctan se re¨²nen en la sala de televisi¨®n despu¨¦s de cenar. No todos entienden lo que ponen, algunos no hablan espa?ol, pero no importa, miran absortos la pantalla. Aunque se oye el ruido de la pel¨ªcula, reina un extra?o silencio entre ellos, cada uno ensimismado en las im¨¢genes o en sus pensamientos. Osipov es moldava y entre otros idiomas habla ruso y rumano, lo que es un punto en su curr¨ªculo para trabajar en este lugar en el que hay gente de todas las nacionalidades. Reconoce que ha vivido situaciones muy dif¨ªciles pero que despu¨¦s de un d¨ªa malo suele venir uno bueno y eso es lo m¨¢s gratificante. Da una pista sobre el ingrediente secreto que hay que poner: el cari?o.Bernardo P¨¦rezLas alertas meteorol¨®gicas est¨¢n activadas. Noches de heladas en toda la Pen¨ªnsula, la nieve mantiene pueblos incomunicados y, sin embargo, la vida nocturna de la plaza Mayor de Madrid no cesa. Hay menos indigentes que en otras ¨¦pocas del a?o, ya que algunos acceden en estas fechas a las recomendaciones del Samur Social y pasan la noche en albergues. Pero otros se mantienen en la calle, bajo techo, s¨ª, el de los soportales de la plaza Mayor o el de las calles que desembocan en ella. Miran a los viandantes y les dan las buenas noches. Sacan las mantas de los carritos de supermercado que arrastran. Por lo menos durante unos minutos han podido beber algo caliente: el chocolate o caf¨¦ que ofrece una parroquia de Legan¨¦s todos los jueves. Pero no solo est¨¢n ellos, diferentes grupos y organizaciones van distintos d¨ªas de la semana para repartir bebida y comida a los que lo necesiten.Bernardo P¨¦rez