La hora del PP
El partido aparece como el defensor del sistema frente a la amenaza de Podemos
Por mucho que el desempleo sobrepase el 20%, cifra que se mantendr¨¢ lustros, y pese al lastre que la sospecha de corrupci¨®n lanza sobre el partido ¡ªaparte de las implicaciones del caso G¨¹rtel,sobre presunta financiaci¨®n con una caja B de las reformas de algunas oficinas¡ª, los meses que quedan hasta las pr¨®ximas elecciones generales se presentan para el PP con un cariz bastante favorable. Disfruta de una mayor¨ªa parlamentaria contundente, un precio del petr¨®leo bajo y una inflaci¨®n moderada, de modo que podr¨¢ mantener la ilusi¨®n de que la recuperaci¨®n habr¨ªa llegado para quedarse. Basta con que la situaci¨®n no empeore para que muchos se sientan aliviados.
Parad¨®jicamente el mayor apoyo proviene de la irrupci¨®n de una alternativa que la propia corrupci¨®n y pol¨ªtica de recortes propulsaron. Podemos, sin duda un producto directo de la pol¨ªtica del PP, por lo pronto ha laminado a la oposici¨®n de izquierda (IU y PSOE). El viejo enfrentamiento derecha-izquierda ha sido sustituido por la confrontaci¨®n de dos vertientes pol¨ªticas que tienen en com¨²n no poner en tela de juicio el orden socioecon¨®mico establecido.
Porque por mucho que el PP se esfuerce en calificar a Podemos de izquierda radical, el potencial de la nueva alternativa pol¨ªtica, sin entrar a definirse de izquerdas o de derechas, en buena parte reside en haberse tragado a la izquierda tradicional. Ambig¨¹edad que, por lo dem¨¢s, encaja de lleno en la nueva fase del capitalismo financiero.
En el capitalismo industrial dominaba una estructura social estratificada en clases, que, en ¨²ltimo t¨¦rmino, giraba en torno a la contradicci¨®n fundamental burgues¨ªa-proletariado. La derecha era la defensora a todo trance del capitalismo puro y duro, mientras que la izquierda radical pretend¨ªa eliminarlo, y la moderada se conformaba con suprimir sus aristas m¨¢s inhumanas.
En la nueva fase del capitalismo financiero no se cuestiona el orden socioecon¨®mico establecido
En la nueva fase del capitalismo financiero no se cuestiona el orden socioecon¨®mico establecido. Ya no es un objetivo superarlo, incluso esta meta est¨¢ fuera de su horizonte, sino que ahora se trata ¨²nicamente de adaptarse a las condiciones existentes. La estructura en clases del capitalismo industrial se simplifica en una bipartici¨®n entre una peque?a c¨²pula, la casta, que centrar¨ªa todo el poder econ¨®mico y pol¨ªtico, y la gente, la inmensa mayor¨ªa de la poblaci¨®n por completo dependiente. Ante el enfrentamiento de los muchos a los pocos la tarea pendiente es hacer efectiva la democracia para que los muchos lleguen a disfrutar plenamente de sus derechos.
No se pretende ya cambiar el orden socioecon¨®mico establecido, ni tampoco se persigue un nuevo modelo productivo, sino que, dentro de ¨¦l, se aspira a un grado mayor de justicia y democracia para la inmensa mayor¨ªa. En vez de diferenciar los distintos intereses socioecon¨®micos seg¨²n la posici¨®n que se ocupe en la sociedad, se absorben todos en un mismo af¨¢n ¨¦tico: mayor igualdad, m¨¢s democracia, m¨¢s justicia, para la gente, el nuevo concepto, harto impreciso, que comprimi¨¦ndola en una ¨²nica entidad, deshilacha la estructura clasista.
La fuerza de Podemos proviene, justamente, de haber eliminado el objetivo de superar el orden vigente, con todas las estrategias fallidas que a este respecto se manejaron en el pasado y sin mayor precisi¨®n de c¨®mo ha de entenderse, limitarse a reclamar justicia para la gente, la nueva categor¨ªa sociol¨®gica que de manera indiscriminada incluye a toda la poblaci¨®n con exclusi¨®n de la c¨²pula, la llamada casta. La pol¨ªtica queda as¨ª reducida al enfrentamiento de la gente con la casta, los muchos contra los pocos, configurando una democracia que en ¨²ltima instancia se define por lo que en cada caso y momento quiera la gente. Algo que solo sabr¨¢ detectar la direcci¨®n del partido que est¨¦ en contacto directo con la mayor¨ªa.
La fuerza de Podemos radica en abandonar el objetivo de superar el orden vigente
La antigua oposici¨®n de la izquierda y la derecha, de la cr¨ªtica del orden socioecon¨®mico establecido y su defensa a todo trance, se reproduce en el choque entre los pocos, la casta, y los muchos, la gente, pero ahora ambos contendientes aceptan el orden constituido, para el que no divisan alternativa alguna. No se trata ya de cambiarlo, sino de ocuparlo en beneficio de la gente.
La fuerza de Podemos resulta de haber superado la vieja ret¨®rica de la izquierda, empe?ada en eliminar el orden existente, acept¨¢ndolo, siempre y cuando sea controlado democr¨¢ticamente, es decir, promueva una movilizaci¨®n social de tal envergadura que permita ganar las elecciones para que se haga as¨ª efectiva la voluntad de la gente.
La democracia representativa resulta efectiva, si previamente se consigue una movilizaci¨®n social que favorezca que ganen, no los partidos, que al fin y al cabo encarnan el af¨¢n de poder de unos pocos, sino aquel que representa a la gente. Aunque Podemos se haya constituido en partido, no ser¨ªa uno m¨¢s, sino la expresi¨®n cabal de la voluntad de la gente, con la que se encontrar¨ªa en un permanente di¨¢logo que, al parecer, solo la propia direcci¨®n sabr¨ªa interpretar.
No resulta dif¨ªcil desmontar una construcci¨®n que se sustenta sobre cimientos tan fr¨¢giles. El dualismo, la casta y la gente, los de arriba y los de abajo, como entidades sociales perfectamente definidas se escapan a cualquier aprehensi¨®n realista, pero permiten una identificaci¨®n de la mayor¨ªa silenciosa, a la que convence sobre todo la cr¨ªtica de la corrupci¨®n ligada a la casta.
La meta de m¨¢s justicia y democracia choca con la dificultad de emplear a los trabajadores no cualificados?
El PP se ha convertido en el principal ariete del orden establecido frente a la amenaza que se cerner¨ªa sobre el sistema. Al ser el ¨²nico que estar¨ªa dispuesto, y adem¨¢s ser¨ªa capaz de frenar la marea incontrolada de la gente que reclama justicia, sin mayor precisi¨®n de lo que podr¨ªa significar el ¨²ltimo d¨ªa de despotismo y el primero de lo mismo, lo coloca en una posici¨®n central privilegiada que todos los poderes institucionales y sociales apoyan.
En la nueva fase del capitalismo financiero la meta de m¨¢s justicia y democracia choca con que hay un 40% de la poblaci¨®n, justamente aquella no cualificada, que no cabe emplear. Un obst¨¢culo para el que no se dispone de remedio eficaz y que, consecuentemente, Podemos prefiere obviar, limit¨¢ndose a reclamar m¨¢s honradez y justicia, dejando a un lado la cuesti¨®n medular del empleo, a la que sin mayor convicci¨®n se responde recomendando el reparto del trabajo disponible, una aparente soluci¨®n que las empresas rechazan. Agarr¨¢ndose a las peque?as oscilaciones en el mercado precario de trabajo el PP se ci?e, en cambio, a asegurar que a la larga se recuper¨¢ el empleo fijo.
Lo que caracteriza a Podemos y al PP, como su contrapartida, es no enfrentarse al hecho de que, aunque mejoren las cifras macroecon¨®micas, permanecer¨¢ un desempleo alto, que obligar¨¢ a una buena parte de los parados a convertirse en aut¨®nomos dependientes, es decir, a ir creando al margen modos alternativos de subsistencia. Ello marcar¨¢ una ruptura radical entre el sector empleado y otro formado por todos aquellos que, dentro de la nueva precariedad, estar¨ªan condenados a promover salidas alternativas. La ruptura de la cohesi¨®n social, en ¨²ltimo t¨¦rmino, favorece la visi¨®n m¨ªtica de una amplia movilizaci¨®n social que predica Podemos.
Ignacio Sotelo es catedr¨¢tico de Sociolog¨ªa.
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