M¨¢s que ni?o bien, ¡®mirrey¡¯
Los hijos de ricos mexicanos hacen de la ostentaci¨®n una forma de vida La sociedad critica los excesos de unos muchachos que salen de compras en Los ?ngeles y se divierten en Las Vegas
En la entrada de las discotecas de moda de la Ciudad de M¨¦xico hay siempre una muchedumbre enloquecida. La noche huele a gomina y perfumes caros. El portero, cada cinco minutos, se asoma al exterior y selecciona, de entre decenas de personas suplicantes y ansiosas, a los que considera dignos de acceder al lugar. Los mirreyes, los ostentosos hijos de algunos ricos mexicanos, se distinguen del resto coloc¨¢ndose en la frente la tarjeta negra de American Express. La prueba definitiva de que en el interior consumir¨¢n un par de botellas Mo?t & Chandon.
Esos mismos muchachos, veintea?eros, abordar¨¢n a la ma?ana siguiente un jet privado que los llevar¨¢ de compras a Rodeo Drive, tres manzanas de Los ?ngeles repletas de tiendas de lujo. Por la noche estar¨¢n en Las Vegas, presenciando en primera fila una pelea del boxeador Manny Pacquiao y, al d¨ªa siguiente, si quieren, si tienen humor, podr¨¢n navegar por el Caribe en yate. El resto de los mortales que no han sido bendecidos pueden seguir las andanzas de estos seres divinos a trav¨¦s de la p¨¢gina web Mirrreybook, un lugar que comenz¨® siendo una galer¨ªa para ridiculizarlos hasta que los propios mirreyes comenzaron a utilizarlo como plataforma para dar a conocer sus excesos.
Los hay que no se publicitan en Internet pero la prensa se encarga, cada cierto tiempo, de ponerlos en evidencia: el l¨ªder del sindicato de trabajadores de Pemex, la petrolera estatal, le regal¨® a su hijo Jos¨¦ Carlos un Ferrari valorado en casi dos millones de d¨®lares. ¡°El mirrey tiene una enorme necesidad de hacerse notar. El resto tenemos que ver que tienen los mejores coches, viajan a los lugares m¨¢s exclusivos, se visten con la ropa m¨¢s cara. Esa ostentaci¨®n le permite pertenecer a un c¨ªrculo de gente poderosa que los va a proteger¡±, cuenta Ricardo Raphael, el autor de Mirreynato, un libro que analiza el fen¨®meno.
Muchos de sus padres son pol¨ªticos y sindicalistas corruptos, o incluso narcos
Basta con darse un paseo por el aparcamiento de una de las universidades mexicanas m¨¢s caras para darse cuenta de que hay un pu?ado de j¨®venes que se est¨¢ dando la gran vida y no tienen ninguna intenci¨®n de ocultarlo. La corte de guardaespaldas, con la pistola haciendo bulto en el sobaco, aguanta la solana mientras resguarda los coches de lujo hasta que sea la hora de salida. Las estudiantes subidas a tacones Louboutin caminan con poder¨ªo por el pasillo que lleva hasta el patio central de la instituci¨®n.
El ambiente lujoso en el que estudian unos cuantos qued¨® reflejado en un v¨ªdeo que produjeron los alumnos del car¨ªsimo Instituto Cumbres. La parodia muestra una realidad que incomoda al espectador. Los chicos se broncean y se enfundan el esmoquin camino de su fiesta de graduaci¨®n. Unos mayordomos se encargan de su absoluta comodidad y confort. En un pa¨ªs en el que la educaci¨®n p¨²blica y gratuita suele ser sin¨®nimo de fracaso escolar, y por tanto de no ascenso social, y donde hay lugares como el Estado pobre de Guerrero con escuelas paralizadas por una huelga salvaje, el v¨ªdeo no resulta gracioso.
Es cierto que hay una generaci¨®n de j¨®venes que ha estudiado en los mejores colegios, ocupa un sill¨®n en el consejo de administraci¨®n de grandes multinacionales y crea las empresas sociales m¨¢s importantes del pa¨ªs. Muchachos con cabeza que aprovecharon la c¨®moda posici¨®n de sus padres para desarrollar su talento en el mundo empresarial o art¨ªstico. Son la otra cara de la clase alta mexicana m¨¢s p¨²bere. El mirrey, sin embargo, llama mucho m¨¢s la atenci¨®n y luce desfasado en una naci¨®n con una desigualdad evidente (53 de los 122 millones de mexicanos viven en la pobreza). La mayor¨ªa, hijos de pol¨ªticos beneficiados con contratos p¨²blicos y sindicalistas corruptos, cuando no narcotraficantes en ascenso, no tiene recato para exhibir la herencia que les cay¨® del cielo.
El mirrey tiene figuras a las que admira e imita en la medida de lo posible. El cantante Luis Miguel es una de ellas. Con su bronceado-carbonizado permanente, sea verano o invierno, los dientes blanqu¨ªsimos y un tup¨¦ a prueba de cualquier ventolera, El Sol despierta la admiraci¨®n de estas hordas de j¨®venes. Otros personajes sat¨¦lites de Luis Miguel, como el actor de telenovelas Roberto Palazuelos, han llevado las maneras del mirrey hasta la caricatura. Hijo de un mexicano y una francesa, se hace llamar El Diamante Negro y, a falta de que un m¨¦dico lo diagnostique, a simple vista pareciera que sufre tanorexia. En un pa¨ªs donde hay negros, blancos y mestizos, Palazuelos es naranja.
En los ¨²ltimos a?os se ha comparado a los mirreyes, los antiguos j¨²niors, con otras tribus urbanas como los hipsters, los emos o los punk. Se ve¨ªa como una moda m¨¢s, unos personajes curiosos, incluso por los que uno puede sentir compasi¨®n. ¡°?No!¡±, dice indignado Ricardo Raphael, ¡°esta es la tribuna que se asume elegida. Es de una enorme frivolidad y es enormemente discriminadora. A m¨ª no me parece un bicho inocente: es una muy mala cara de la sociedad mexicana¡±. La teor¨ªa del escritor y periodista es que los mirreyes son producto del Mirreynato, un r¨¦gimen donde predomina la desigualdad, la impunidad, la prepotencia y el desprecio por la cultura del esfuerzo. ¡°Es un modelo en el que todos los mexicanos, de alguna manera participamos¡±, sentencia.
La tarjeta negra de American Express, un grado m¨¢s que la codiciada platino, tiene algo de leyenda urbana, de objeto preciado casi inalcanzable. Tan dif¨ªcil de ver como los billetes de 500 euros. ¡°Solo se consigue por invitaci¨®n¡±, dice un gerente de la empresa en Londres. La compa?¨ªa cre¨® el pl¨¢stico en 1999 con el aura que rodea lo misterioso y lo codiciado, pero no imaginaba que acabar¨ªa luciendo, restregada en saliva, en la frente de unos adolescentes pretenciosos que solo quieren emborracharse.
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