Hay otros
Lubitz no tir¨® el avi¨®n por su depresi¨®n, sino porque era incapaz de sentir compasi¨®n. Porque era malo
Llevamos una semana escarbando en el aterrador dolor de la tragedia a¨¦rea. Y del sufrimiento principal se van desgajando otros sufrimientos secundarios. Por ejemplo, cada vez que un medio titula a toda p¨¢gina con la depresi¨®n del copiloto, me parece escuchar c¨®mo se remacha un clavo m¨¢s en nuestro inmenso prejuicio a los desequilibrios ps¨ªquicos. Por todos los santos, ?ahora tambi¨¦n los depresivos se van a convertir en apestados? ?Y despu¨¦s qui¨¦nes m¨¢s? ?Los tartamudos? Seg¨²n la OMS, el 22% de los humanos sufrir¨¢ en alg¨²n momento de su vida una dolencia ps¨ªquica (yo la he tenido: crisis de angustia). Una proporci¨®n alt¨ªsima. Pero adem¨¢s ese porcentaje es mucho m¨¢s elevado en los artistas y en las personas creativas. Y, de hecho, abundan escandalosamente en la pol¨ªtica. Seg¨²n un estudio de 2006, el 29% de los presidentes de Estados Unidos sufrieron dolencias ps¨ªquicas estando en el cargo y el 49% presentaron rasgos de trastorno mental en otros momentos de su vida (lo cuenta David Owen en su ensayo En el poder y en la enfermedad). Abraham Lincoln o de De Gaulle sufr¨ªan profundas depresiones e ideas suicidas; Theodore Roosevelt, Lyndon Johnson y Winston Churchill fueron bipolares¡ Al igual que Virginia Woolf, Hemingway, Beethoven y, probablemente, Leonardo da Vinci. Tambi¨¦n era muy depresiva Marie Curie; Einstein fue diagnosticado como disl¨¦xico y autista; Van Gogh, Nietzsche y el Nobel John Nash padecieron esquizofrenia. Hay infinitos ejemplos: sus nombres no caben en esta columna. ?Qu¨¦ habr¨ªa sido de la humanidad sin la mayor¨ªa de estos personajes? Pero cuando usamos la cruel simplificaci¨®n del loco nunca pensamos en ellos. Lubitz no tir¨® el avi¨®n por su depresi¨®n, sino porque era incapaz de sentir compasi¨®n. Porque era malo. Pobres padres.
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