Alemania, una lecci¨®n de humildad
El desastre del avi¨®n de Germanwings se ha convertido en una tragedia nacional. No es solo que se hayan perdido numerosas vidas. Se percibe un sentimiento de verg¨¹enza y tambi¨¦n de enojo, rabia e impotencia
A la hora acostumbrada, en mi caso las ocho de la tarde, se sienta uno ante el televisor con la idea de informarse de las ¨²ltimas noticias de la jornada. Los noticieros alemanes tienen un toque did¨¢ctico que me complace sobremanera. Quiz¨¢ lo que yo concept¨²o de complacencia no sea sino la sensaci¨®n de que se cumple un rito diario exento de drama, como la certeza de que uno cenar¨¢ sin problemas y m¨¢s tarde dormir¨¢ tranquilo.
Lo mismo que en otros pa¨ªses, el reportero de turno acostumbra sondar la opini¨®n de la calle, acercando, por ejemplo, el micr¨®fono a un transe¨²nte. Yo no s¨¦ si los eligen a conciencia, despu¨¦s de un riguroso casting; pero el caso es que, a diferencia de los que veo en similares circunstancias en mi pa¨ªs de origen, todos ellos, j¨®venes o mayores, se expresan con respeto de las normas gramaticales.
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Junto a la gente de la calle, es habitual que intervenga el experto y, en muchos casos, el implicado, a quien el locutor dirige unas cuantas preguntas. No es ins¨®lito que un economista explique con cierto detalle, en el curso de dos o tres minutos, alguna turbulencia burs¨¢til; que la canciller Merkel resuma su reciente entrevista con el presidente de otro pa¨ªs o que un diputado de la oposici¨®n se despache a gusto contra las medidas gubernamentales.
Rara vez falta el periodista invitado que expone su particular an¨¢lisis de la cuesti¨®n. Se trata, por tanto, desde la perspectiva de los espectadores, no s¨®lo de acumular informaci¨®n y sensaciones, sino de adquirir criterios, para lo cual se le ofrecen explicaciones, relatos por regla general sosegados y, en todo caso, distintos puntos de vista.
Atraviesa Alemania un periodo de placidez, arrullada por unos datos macroecon¨®micos dignos de figurar en un escaparate. ?Qui¨¦n sabe si por debajo de la realidad vecinal y del dibujo socioecon¨®mico que nos pintan a diario los medios de comunicaci¨®n est¨¢ todo podrido y esto, que ahora brilla tanto, va y se derrumba de aqu¨ª a ma?ana? A uno los informativos le sirven cada d¨ªa una copiosa raci¨®n de muerte, sazonada de conflictos armados, atentados, cat¨¢strofes naturales, pobreza, explotaci¨®n y lo que se tercie. Y toda la incesante riolada de sangre e infortunios, con sus im¨¢genes correspondientes (seguidas del deporte y el tiempo para ma?ana), tienen un denominador com¨²n. Todos esos hechos atroces suceden lejos, afectan a otros, lo cual, repetido desde hace a?os, fomenta en la ciudadan¨ªa local el convencimiento no poco chovinista de que en su pa¨ªs se hacen las cosas bien, todo funciona, las soluciones preceden a los problemas, etc¨¦tera.
No hay m¨¢s que ver el tratamiento medi¨¢tico que se dio al accidente del Costa Concordia en aguas italianas. Al peri¨®dico Bild se le ocurri¨® apodar Capit¨¢n Cobarde al responsable del barco y se ensa?¨® con ¨¦l. En la televisi¨®n pudieron verse una y otra vez im¨¢genes del apuesto capit¨¢n en el momento de desentenderse de los pasajeros y ponerse ¨¦l a salvo sin demora.
Todos los hechos atroces suceden lejos, lo que alimenta la sensaci¨®n de que el pa¨ªs funciona bien
Otro tanto cabe decir de la crisis del euro. ?Crisis? Se trata de un asunto de la exclusiva incumbencia de los europeos del sur, como demuestran tales y cuales t¨®picos, avalados por estos y los otros datos, a su vez confirmados por estas y aquellas se?as de identidad. Se les ayuda a esos despilfarradores, mafiosos, incompetentes, gandules, corruptos, y no agradecen. Tal parece ser la convicci¨®n general.
Y entonces ocurri¨® el desastre. Un avi¨®n de Germanwings, filial de Lufthansa (uno de los diamantes de la marca Alemania), se estrell¨® contra una ladera de los Alpes y, en las primeras horas despu¨¦s del luctuoso suceso, poco le falt¨® a alg¨²n locutor para echarles la culpa a los montes. De un plumazo hab¨ªan fallecido 150 personas, entre ellas un nutrido grupo de adolescentes y dos beb¨¦s. Personas como usted y como yo hab¨ªan muerto destrozadas ah¨ª cerca, por donde uno ha pasado unas cuantas veces. Y esto ya no es el Yemen o Siria, Libia o Nigeria, donde todos los d¨ªas pierden la vida seres sin nombre ni rasgos faciales. Cuerpos reducidos a un n¨²mero. Mueren 10 soldados, mueren 15 civiles, matan a seis ni?os. Y a continuaci¨®n, el deporte y el tiempo.
Un triste, un doloroso, un tr¨¢gico accidente sin el menor indicio de exotismo. Se dijera que el destino ten¨ªa casualmente esa ma?ana unos minutos libres para golpearnos antes de irse otra vez lejos. El destino o una combinaci¨®n de factores adversos. Quiz¨¢ un fallo mec¨¢nico. A¨²n se hablaba el martes por la noche de accidente, concepto que pronto habr¨ªa de desaparecer de todos los medios de comunicaci¨®n alemanes.
Si s¨®lo fuera que algo no funcion¨® debidamente o se incumplieron ciertas normas, a estas horas, transcurrida una semana del siniestro, tendr¨ªamos algo as¨ª como respuestas definitivas. Poco a poco se ir¨ªa restableciendo la normalidad. Alemania estudiar¨ªa las medidas oportunas para evitar riesgos similares en el futuro y la UE, en colaboraci¨®n con los organismos aeron¨¢uticos competentes, promulgar¨ªa nuevas normas de pilotaje.
Se dijera que para cualesquiera circunstancias relativas a lo sucedido exist¨ªa un protocolo de actuaci¨®n previsto para permitir la reconstrucci¨®n exacta de los ¨²ltimos minutos de vuelo del avi¨®n accidentado, as¨ª como la identificaci¨®n de los restos mortales. Enterrados los muertos, se fijar¨ªan las indemnizaciones econ¨®micas a los afectados, asunto siempre peliagudo. Despu¨¦s el tiempo y el olvido gestionar¨ªan como de costumbre lo dem¨¢s.
A estas alturas ya no puede negarse que el desastre del avi¨®n de Germanwings se ha convertido para Alemania en una tragedia nacional. No es s¨®lo que se hayan perdido numerosas vidas, lo que ya es extremadamente grave. Se percibe, en algunos casos con ostensible nitidez, un generalizado sentimiento de verg¨¹enza y yo no s¨¦ si es pronto para hacer c¨¢balas, pero uno tiene la sensaci¨®n de que este terrible acontecimiento ha servido para estrechar lazos de solidaridad entre los pa¨ªses implicados. La hospitalidad de los habitantes franceses pr¨®ximos al lugar de la tragedia ha sido de tales dimensiones que lo invitan a uno a creer en el buen coraz¨®n de la especie humana y pienso que, m¨¢s all¨¢ del agradecimiento oficial, merecer¨ªa un gesto, tambi¨¦n del Gobierno espa?ol, en la forma que sea.
Si solo fuera que algo no funcion¨® debidamente o se incumplieron normas, ya volver¨ªa la normalidad
Todo ello ha representado para Alemania una lecci¨®n de humildad. Al principio, no bien se produjo la noticia, el pa¨ªs reaccion¨® a la manera natural del hombre n¨®rdico, avezado a separar el dolor personal, de ra¨ªz psicol¨®gica, y los hechos objetivables. Estos ¨²ltimos se vieron relegados a un segundo plano cuando se supo que entre los pasajeros fallecidos se encontraba un grupo de 16 colegiales y dos profesoras de un instituto de Haltern am See que volv¨ªan de un intercambio.
La reacci¨®n del alcalde de esta peque?a poblaci¨®n situada en el borde de la cuenca del Ruhr (donde naci¨®, por cierto, el exfutbolista del Real Madrid Christoph Metzelder) ilustra con precisi¨®n la manera como se ha vivido en Alemania la tragedia del avi¨®n de Germanwings. Primero, el shock. El alcalde atiende a los medios de comunicaci¨®n con ojos enrojecidos y voz entrecortada. No es f¨¢cil trasladar a lenguaje articulado las consecuencias an¨ªmicas de una tragedia que ha golpeado de lleno a una ciudad donde todos se conocen.
Un palo al que no tard¨® en seguir, d¨ªas despu¨¦s, otro: el de la confirmaci¨®n sin sombra de duda de que el presunto accidente hab¨ªa sido en realidad un hecho deliberado. Hay unas im¨¢genes de televisi¨®n que muestran al alcalde de Haltern mientras escribe unas l¨ªneas en un libro de condolencias. Al terminar, un periodista lo pone al corriente del resultado reciente de las pesquisas. Ha sido el copiloto, fulanito de tal, que adolec¨ªa de estos y los otros trastornos ps¨ªquicos, ten¨ªa problemas de visi¨®n y mucho miedo a perder el puesto de trabajo. La cara del alcalde se demuda. Sus palabras son de enojo, incluso de rabia, en cualquier caso de impotencia. Esta herida tardar¨¢ largo tiempo en cerrarse.
Fernando Aramburu es escritor.
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