El d¨ªa que llevamos a Chuck Palahniuk a Pontejos
Quedamos con el autor de 'El club de la lucha' para charlar sobre su ¨²ltimo libro, ¡®Maldita¡¯, justo cuando pasa su luna de miel en Madrid
Sentarse delante del se?or Chuck Palahniuk (Pasco, Washington, 1962) impresiona. Por su semblante serio, regio; su mirada de iceberg detr¨¢s de unas gafas que parecen servirle de parapeto contra el mundo exterior. Impone la presencia del escritor que marc¨® a fuego las conciencias de una generaci¨®n a mediados de los noventa con El club de la lucha, su ¨®pera prima; el que deja que transcurran muchos y largos segundos para reflexionar antes de responder a las preguntas; el que habla siempre desde un tono de voz monocorde sin que su expresi¨®n se altere; el que confiesa que quema sus cuadernos de notas una vez las ha transcrito; el que nos recibi¨® la ma?ana de un lunes en una librer¨ªa de Madrid con un corte de pelo impecable y una camisa blanqu¨ªsima ensalzando un torso tal vez extratonificado. El mismo que ostenta el r¨¦cord de desmayos entre el p¨²blico durante sus lecturas (concretamente 53 con su relato titulado Tripas) y el que cuando ten¨ªa 15 a?os ya dej¨® constancia en la revista de su instituto de que quer¨ªa ser escritor, algo de lo que luego se olvid¨® y que no retom¨® hasta mucho despu¨¦s, cuando tras dejar de trabajar como periodista se hizo mec¨¢nico de camiones.
El escritor prepara una adaptaci¨®n musical de 'El club de la lucha' a musical de Las Vegas y una segunda parte en formato c¨®mic
¡°Es tan f¨¢cil escribir en una ciudad en la que no te distraes porque no entiendes nada de lo que habla la gente. Me gusta escribir en cualquier parte, en bares, en caf¨¦s. Y Madrid es perfecto para eso¡±. Charles Michael Palahniuk pas¨® por la capital hace unos meses. Se acababa de casar y, en lugar de elegir cualquier destino convencional para lunas de miel, vino acompa?ando a su esposo, quien se hab¨ªa inscrito en un curso avanzado de espa?ol. ¡°Igual Madrid podr¨ªa ser nuestro futuro lugar de residencia¡±, asegura sonriente. ¡°De hecho, hemos estado mirando apartamentos estos d¨ªas¡±, a?ade.
Es tan f¨¢cil escribir en una ciudad en la que no te distraes porque no entiendes nada de lo que habla la gente. Y Madrid es perfecto para eso
De momento, sigue llevando una vida tranquila en su casita en las monta?as, a las afueras de Portland (Oreg¨®n), con su se?or y con su perro Egg, entregado desde hace muchos a?os al noble arte de la escritura radicalmente transgresora y visceral, aunque desarrollando al mismo tiempo varios proyectos que pasan por una nueva adaptaci¨®n de El club de la lucha a un musical en Las Vegas.
En el plano editorial, el pr¨®ximo 9 de abril se publica en Espa?a Maldita (Random House), la esperada secuela de Condenada, en la que vuelve a bucear en las profundidades del universo de Madison Desert Flower Rosa Parks Coyote Trickster Spencer, el fantasma de una deslenguada adolescente de 13 a?os que confiesa sus horripilantes actuaciones a trav¨¦s de su blog personal.
Adem¨¢s, a mediados de mayo sale en Estados Unidos, de la mano de Dark Horse Comics, la esperad¨ªsima segunda parte de El club de la lucha. ¡°Me encantan las novelas gr¨¢ficas. Tengo muchos amigos dibujantes. Me convencieron para darle un formato de c¨®mic que vamos a lanzar en diez entregas¡±, informa.
Maldita (Random House), retoma al fantasma de una deslenguada adolescente de 13 a?os que confiesa sus horripilantes actuaciones a trav¨¦s de su blog personal
Con el segundo caf¨¦ terminado, pregunta d¨®nde puede comprar abalorios. ¡°Cada vez que viajo busco piedras semipreciosas para hacer collares y pulseras que luego les env¨ªo a mis fans¡±, se?ala. Le hablo de Pontejos, una tienda junto a la Plaza Mayor. Le digo que puede buscar la direcci¨®n en Google Maps, pero Chuck no es un tipo tecnol¨®gico. Me ofrezco a acompa?arle y acepta. Por el camino arroja datos sobre su vida personal. Su personalidad ha estado marcada por una sinuosa relaci¨®n con su padre, que fue asesinado. Le mat¨® el exnovio de la que en aquel momento era la pareja del padre. El tipo fue lo primero que hizo justo despu¨¦s de salir de la c¨¢rcel. Si pudiera dar marcha atr¨¢s, asegura que trabajar¨ªa en la mejor¨ªa de esa relaci¨®n paterna. Conocerse mejor para as¨ª poder haber comprendido m¨¢s a fondo a su progenitor.
Por fin llegamos a Pontejos. Le llaman la atenci¨®n los abanicos gigantes que cuelgan de las paredes, pero no los compra. Da un par de vueltas a los mostradores y, entre tantos colorines, plastiquillos y piedras de imitaci¨®n, Chuck frunce el ce?o: ¡°No es lo que estoy buscando. Gracias¡±.
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