Buenos vecinos
Los v¨ªnculos entre Espa?a y Marruecos exigen reciprocidad y confianza mutuas
El accidente de los espele¨®logos espa?oles en la cordillera del Atlas ¡ªy, sobre todo, el luctuoso final de uno de los dos fallecidos, que sus compa?eros achacan a la mala gesti¨®n del rescate por parte de la Gendarmer¨ªa marroqu¨ª¡ª ha vuelto a poner en evidencia que las relaciones entre Espa?a y Marruecos siguen sin tener el nivel de naturalidad que deber¨ªa corresponder a dos buenos vecinos. En l¨ªneas generales, la diplomacia bilateral vive tiempos positivos. Sin embargo, cuando salta cualquier chispa se corre el riesgo de provocar un incendio, lo que lleva algunas veces a nuestros gobernantes a un exceso de prudencia o, directamente, a no presionar o pedir decisiones que s¨ª se plantear¨ªan a otros Estados.
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No se puede olvidar que la historia de ambos pa¨ªses ha estado salpicada de problemas, cuyas heridas, aunque cerradas, resucitan de vez en cuando y ponen en alerta a los gobernantes de un lado y otro del Estrecho. Pero las reglas de buena vecindad exigen seguir avanzando para conseguir que la confianza y la reciprocidad sean los principios b¨¢sicos de la relaci¨®n.
Desde los primeros a?os de la transici¨®n espa?ola a la democracia, el rey Juan Carlos jug¨® un papel fundamental para reforzar esos lazos de amistad de los que siempre se habla, gracias a sus buenas relaciones primero con el rey Hassan y luego con Mohamed. Felipe VI eligi¨® Rabat como uno de sus primeros destinos tras ser proclamado Rey de Espa?a y todos los presidentes de Gobierno espa?oles han iniciado sus mandatos viajando a Marruecos. Esa relaci¨®n fluida tiene, sin embargo, una raya transparente, pero real, que impide la confianza total entre vecinos.
Espa?a es la frontera sur de Europa y la puerta con ?frica. Y Marruecos es la frontera norte de ?frica y tiene la llave para controlar los flujos de migraci¨®n ilegal procedente de los pa¨ªses subsaharianos. Adem¨¢s, es un pa¨ªs clave para el control del yihadismo en unos momentos en los que el mundo est¨¢ amenazado, algo que han sabido agradecer durante a?os Estados Unidos, Francia y Espa?a. Ese poder de control sobre el radicalismo islamista no debe, sin embargo, impedir a nuestros gobernantes actuar con la autoridad que les corresponde en los asuntos importantes. Y sobre todo, no puede dar la impresi¨®n de que ante cualquier posibilidad de conflicto con el vecino del sur, callamos por lo que pueda pasar.
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