Existe otra Rusia
El que fuera un gran imperio debe realizar todav¨ªa una transici¨®n que ya experimentaron otras grandes naciones a lo largo de la historia. Y a pesar de lo que sucede en Mosc¨², hay personas preparadas para hacerla.
Rusia ha perdido un imperio y todav¨ªa no ha encontrado su papel. Los ¨²nicos que pueden decidir cu¨¢l debe ser son los propios rusos, y tardar¨¢n tiempo en hacerlo. Desde luego, la nueva Rusia no nacer¨¢ el pr¨®ximo 9 de mayo, cuando Vlad¨ªmir Putin y el Kremlin celebren el 70? aniversario del fin de la Gran Guerra Patri¨®tica. Es posible que no aparezca hasta el 9 de mayo de 2025, o incluso de 2045, pero no debemos abandonar nunca la esperanza en esa otra Rusia, y debemos mantener la fe en todos esos rusos que est¨¢n trabajando para conseguirlo.
La expresi¨®n "perdi¨® un imperio y a¨²n no ha encontrado su papel" la utiliz¨® por primera vez un antiguo secretario de Estado norteamericano, hablando del Reino Unido. Los brit¨¢nicos saben como nadie lo inc¨®modo que resulta perder un imperio y construirse un nuevo papel. Algunos dir¨ªan que Gran Breta?a todav¨ªa no lo ha logrado. El propio destino del imperio original, el que uni¨® las cuatro naciones de las Islas Brit¨¢nicas ¡ªInglaterra, Gales, Escocia e Irlanda, aunque de esta ¨²ltima hoy solo queda una parte¡ª en un supuesto Reino Unido, est¨¢ todav¨ªa por resolver, y es un tema importante en las elecciones generales.
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Sin embargo, estas islas tan complicadas estaban rodeadas de agua, de modo que la mayor parte del imperio brit¨¢nico estaba en ¡°ultramar¡±. El imperio ruso, por el contrario, era un imperio terrestre que fue creciendo trozo a trozo con los siglos. Como afirma el historiador Geoffrey Hosking en su libro Russia: People and Empire, el problema hist¨®rico de los rusos es que nunca han sabido distinguir con claridad entre la naci¨®n y el imperio. Es m¨¢s, ¡°la construcci¨®n de un imperio fue un obst¨¢culo para la formaci¨®n de una naci¨®n¡±.
Adem¨¢s, mientras que el imperio brit¨¢nico se disolvi¨® a lo largo de 20 a?os, de manera paulatina, el imperio ruso sovi¨¦tico se desmantel¨® en poco m¨¢s de dos a?os, entre 1989 y 1991, en una de las desintegraciones m¨¢s espectaculares de la historia.
Ser¨ªa un hecho hist¨®rico extraordinario si, despu¨¦s de ¨¦l, no hubiera habido una reacci¨®n confusa e indignada por parte de muchos rusos. Una reacci¨®n que, con los gobernantes actuales, ha adquirido un cariz peligroso. Debemos afrontar ese peligro con energ¨ªa, pero adem¨¢s debemos preguntarnos de qu¨¦ forma pensamos y hablamos sobre Rusia. Una forma equivocada es la de quienes ya son conocidos en toda Europa como Putinversteher (literalmente, ¡°los que comprenden a Putin¡±). Son los que confunden a Putin con Rusia y cometen el t¨ªpico error de creer que ¡°comprender todo es disculpar todo¡±.
Los hombres de negocios alemanes son especialmente propensos a esa confusi¨®n. El escritor ruso Vladimir Voinovich, autor de dos de las mejores novelas sat¨ªricas en la literatura europea del siglo XX, me cont¨® una vez la historia de un banquero alem¨¢n que le invit¨® a cenar en los a?os ochenta. Un ch¨®fer le llev¨® en un Mercedes del tama?o de un tanque a la villa del empresario. Este le agasaj¨® con una cena de lo m¨¢s lujosa durante la que explic¨® al escritor, entonces en el exilio, que hab¨ªa que saber entender el trauma sufrido por la pobre Rusia, que durante toda su historia hab¨ªa sufrido la invasi¨®n de los mongoles, los polacos, los franceses y, la peor de todas, los alemanes. Hab¨ªa que verstehen, comprender. Hasta que Voinovich no pudo aguantar m¨¢s. ¡°Le pregunt¨¦: ¡®?Entonces, ?c¨®mo es tan grande?¡±
Hoy, Voinovich sigue siendo sat¨ªrico pero es adem¨¢s un valeroso representante de la otra Rusia. Ha criticado la anexi¨®n de Crimea y la guerra en el este de Ucrania. En una entrevista reciente con una p¨¢gina web rusa, dijo que Rusia necesita una revoluci¨®n, no violenta ni como la revoluci¨®n naranja de Ucrania, sino ¡°una revoluci¨®n en la mente de las personas... Putin no es el ¨²nico culpable, es toda la sociedad, porque le deja hacer lo que quiere¡±.
El asesinato de Nemtsov ha impulsado los intentos de unir a una oposici¨®n fragmentada
Voinovich expresa una verdad complicada. Existe otra Rusia. Es la que representan el asesinado Boris Nemtsov y las personas que depositan flores en el puente en el que muri¨®, que ya llaman Puente de Nemtsov. El crimen y la atm¨®sfera de intimidaci¨®n violenta han asustado a algunos, por supuesto, pero unos cuantos valientes han reforzado su actitud desafiante. El bloguero y opositor Alexei Navalny acus¨® directamente al r¨¦gimen de Putin de la muerte de Nemtsov. El asesinato ha impulsado los intentos de unir a una oposici¨®n fragmentada, con una nueva alianza electoral entre los partidos fundados por Nemtsov y Navalny.
Pero la otra Rusia tambi¨¦n son los activistas que el domingo 19 hicieron una ¡°marcha por la paz y la libertad¡±; el grupo de tratro Teatr Doc; Lena Nemirovskaya, que inspira a tantos desde su puesto al frente de la acosada Escuela de Estudios Pol¨ªticos de Mosc¨²; Pavel Durov, fundador de la principal red social rusa, Vkontakte, que hoy vive en el extranjero; Mijail Jodorkovski, el oligarca convertido en preso pol¨ªtico y luego en activista exiliado; y muchos m¨¢s, cada uno a su manera. Cuando Thomas Mann lleg¨® exiliado de la Alemania nazi a Estados Unidos, dijo: ¡°Donde yo est¨¦, est¨¢ Alemania¡±. Todos estos rusos tienen derecho a decir: ¡°Donde yo est¨¦, est¨¢ Rusia¡±.
Ahora bien, cuando Jodorkovski dice a su p¨²blico en Londres: ¡°Putin no es Rusia; somos nosotros¡±, est¨¢ haciendo una declaraci¨®n de principios, no describiendo la realidad. La verdad es que Putin, por lo que vemos, tiene un inmenso apoyo popular y, en ese sentido, Putin tambi¨¦n es Rusia. Los alemanes saben como nadie que a las naciones a veces les pasa eso, y luego se despiertan con una resaca monumental.
La verdad es que Putin, tiene un inmenso apoyo popular, y en ese sentido, tambi¨¦n es Rusia
Para desentra?ar qu¨¦ debe ser Rusia y trazar una nueva l¨ªnea entre la naci¨®n y el imperio, hay que desarrollar una relaci¨®n nueva con unos vecinos que hablan la misma lengua y comparten gran parte de la cultura y la historia. En los ¨²ltimos a?os, Putin se ha apropiado indebidamente del t¨¦rmino ¡°mundo ruso¡± (russkiy mir) y lo ha convertido en un eslogan pol¨ªtico que viene a decir que ¡°si hablas ruso, perteneces a Rusia¡±. Pero no tiene por qu¨¦ ser as¨ª, y la mayor¨ªa de los vecinos no lo desean. Estuve visitando Minsk hace tres semanas, y el ministro bielorruso de Exteriores explic¨® a nuestro grupo que su visi¨®n a largo plazo es que Bielorrusia se convierta en una especie de Suiza. Quiz¨¢ les queda a¨²n un poco lejos... pero est¨¢ claro lo que quiere decir. Suiza tiene muchos germanohablantes y, aun as¨ª, no tiene por qu¨¦ formar parte de Alemania.
Lo mismo ocurre, desde luego, en los mundos de habla espa?ola, francesa, portuguesa e inglesa. Existen lazos culturales, econ¨®micos y pol¨ªticos muy estrechos, pero no queremos pertenecer al mismo Estado o imperio. Yo tengo m¨¢s primos canadienses que brit¨¢nicos. La relaci¨®n entre Gran Breta?a y Canad¨¢ es tan especial, por lo menos, como la que hay entre Rusia y Ucrania. En mi caso, como en el de muchos rusos y ucranianos, es literalmente familiar. Pero en Londres nadie propone (para alivio de mis primos canadienses) la anexi¨®n de Toronto y la restauraci¨®n de la Norteam¨¦rica brit¨¢nica. Nuestros pa¨ªses se llevan mucho mejor separados. Lo mismo les suceder¨¢ a los rusos y sus primos. Si los pa¨ªses de habla espa?ola, francesa, portuguesa e inglesa fueron capaces de hacer la transici¨®n de su complejo pasado imperial a las afinidades electivas de hoy, el mundo ruso puede hacerla tambi¨¦n. Y un d¨ªa lo har¨¢.
Timothy Garton Ash es catedr¨¢tico de Estudios Europeos en la Universidad de Oxford, donde dirige en la actualidad el proyecto freespeechdebate.com, e investigador titular de la Hoover Institution en la Universidad de Stanford. Su ¨²ltimo libro es Los hechos son subversivos: Escritos pol¨ªticos de una d¨¦cada sin nombre.
Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia.
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