?nimo, lo mejor ha pasado
La prosa de Ennio Flaiano es el mejor ant¨ªdoto contra la soledad y el aburrimiento del universo. Pariente literario de nuestro Azcona, fue el cerebro en la sombra de la gran cultura italiana de los cuarenta a los sesenta
En la barra del bar de abajo de casa, una se?ora con voz de cazalla le ha dicho de pronto a su probable marido:
¡ª?nimo, lo mejor ha pasado.
Y el probable marido la ha mirado incr¨¦dulo, y despu¨¦s con odio. Quiz¨¢s s¨®lo fue un error verbal de la mujer, o tal vez una carga poderos¨ªsima de inquina. Me he marchado del bar sin averiguarlo. Pero, al salir, indefectiblemente he pensado, por varias razones, en Ennio Flaiano. Primero, porque ven¨ªa de leer su Diario de los errores, que acaba de ser traducido entre nosotros. Segundo, porque me ha parecido que en alguno de sus libros, si no era en el mismo Diario de los errores, ¨¦l dec¨ªa una frase parecida a la de la se?ora. Y finalmente porque una especie de aforismo de Flaiano ¡ª¡±El hind¨² se masturba pensando en Dios¡±¡ª trastorn¨® hace a?os a un amigo m¨ªo, ya desaparecido.
Otros art¨ªculos del autor
En su momento, este amigo vio en la frase de Flaiano un enorme misterio y acab¨® dedic¨¢ndole al enigma cuatro a?os de su vida y un elevado n¨²mero de folios, siempre tratando de alcanzar del aforismo su oculta y m¨¢s verdadera y profunda dimensi¨®n. Ahora como siempre me ocurre cuando evoco este episodio, acabo cayendo en la cuenta de que hay frases que nos quitan a?os; a mi amigo, la de Flaiano le rob¨® cuatro, aunque ¨¦l dio por bien empleado el tiempo, quiz¨¢s porque tuvo la buena o mala suerte ¡ªno se sabe¡ª de un d¨ªa cruzarse en Roma con el mism¨ªsimo Flaiano y, despu¨¦s de tantos devaneos con el aforismo del hind¨², se sinti¨® obligado a pedirle que le aclarara el sentido de la frase incomprensible. Flaiano le mir¨® encantado, como si se encontrara a gusto ante aquella proposici¨®n, pero se neg¨® a ayudarle diciendo:
¡ªPerdone, pero no caer¨¦ en esa vulgaridad. La claridad es la buena educaci¨®n del hombre de letras.
No dijo nada m¨¢s, como si se negara a ser educado, y con esas dos frases le dio a mi amigo cuatro a?os m¨¢s de trabajo.
Un libro capta la experiencia del mundo a trav¨¦s de una conciencia que no es la propia
Era un amigo de Mallorca ¡ªdesgraciadamente ya en la gloria; seguro que le gustar¨ªa que hablara de ¨¦l en estos t¨¦rminos¡ª que en los momentos m¨¢s tediosos sal¨ªa siempre de la peligrosa encerrona del destino dici¨¦ndose que en el fondo ten¨ªa suerte de que su vida fuera tan llana y tranquila, pues en ella las frases eran grandes aventuras. Hab¨ªa hallado la perfecta soluci¨®n a sus angustias, la gran tabla de salvaci¨®n, en la lectura de autores que dejaban caer frases a cuya comprensi¨®n ¨¦l descubr¨ªa que ten¨ªa que dedicar notables trechos de su vida.
Precisamente, a partir de su encuentro en Roma con Flaiano, este rasgo de su car¨¢cter se agudiz¨®, ya que le pareci¨® entender que la lectura y estudio de una frase incomprensible ¡ªpor extensi¨®n, esto lo aplicaba tambi¨¦n, por supuesto, a la lectura y estudio de un libro entero¡ª era lo mejor del mundo, principalmente porque le sacaba de s¨ª mismo y le conduc¨ªa a ¡°saber ver al otro¡±, aunque no necesariamente tuviera que, como a Flaiano, encontr¨¢rselo en persona.
De alg¨²n modo, mi amigo mallorqu¨ªn encontr¨® en el h¨¢bito de la lectura el ¨²nico lugar del mundo donde uno puede dar con un texto detr¨¢s del cual hay una persona que demanda que se le reconozca, por extra?a que ¨¦sta pueda parecer, la realidad de su propuesta; una persona que pide ¡°ser vista¡± y que adem¨¢s, a quien tenga la virtud de intentar ponerse en su lugar, no le importe lo ajena que pueda resultarle, de entrada, su interpretaci¨®n del mundo.
Un gran libro puede obligarnos a aceptar la radical otredad que hay en todo aquello que hasta hac¨ªa unos momentos nos hab¨ªa parecido tan pr¨®ximo como familiar. Es lo que nos sucede cuando leemos, sin ir m¨¢s lejos, a Ennio Flaiano. Porque un gran libro es la comunicaci¨®n de un suceso metaf¨ªsico que nunca puede llegar a conocerse, no importa cu¨¢nto se viva, no importa cu¨¢nto se ame: la experiencia del mundo a trav¨¦s de una conciencia que no es la propia. Pero ah¨ª est¨¢ la gracia. La lectura nos hace ver por la calle, en persona, a Flaiano.
Los escritores son horribles cuando se adaptan a los t¨®picos de su ¨¦poca y nos entregan un mundo que saben que aplaudiremos porque ya lo hemos visto en la televisi¨®n. Un mal libro no nos cambia nada. Ya no es que no nos ofrezca una b¨²squeda, un desaf¨ªo, una carga profunda, el ¡°hachazo contra el mar helado que llevamos dentro¡±, sino que no nos trasmite emoci¨®n alguna, nos deja como est¨¢bamos, son¨¢mbulos de nosotros mismos. Pero, en cambio, la gran escritura obliga al lector a adaptarse a una visi¨®n nueva. Y as¨ª, por ejemplo, si uno, antes de entrar en el bar de abajo, se pasa la ma?ana en casa leyendo a Flaiano, luego, al caer la tarde y pasear por el centro de la ciudad y contabilizar el n¨²mero de banderas deste?idas que hay en los balcones, se dice a s¨ª mismo que ¡°entender lo que es la China es no s¨®lo imposible, sino in¨²til¡±, es decir, ve el mundo como lo ve¨ªa Flaiano y siente que le sucede lo que ya le pas¨® hace tiempo con Robert Walser, por ejemplo, al que ley¨® una vez a lo largo de toda una ma?ana, y luego por la tarde, paseando por el centro de su ciudad, el mundo se hab¨ªa vuelto walseriano.
Los escritores son horribles cuando se adaptan a los t¨®picos de la ¨¦poca
Flaiano, dicho sea de paso, es el mejor ant¨ªdoto a la soledad y al aburrimiento general del universo, donde, como sabemos, se acometen, una y otra vez, de forma imperturbable, las mismas rutinas, pues todo se repite ah¨ª (o aqu¨ª) del modo m¨¢s incesante y mortal. Digo esto porque hace tiempo que le deb¨ªa a Flaiano estas palabras y lo m¨ªnimo que pod¨ªa hacer hoy era dedic¨¢rselas. Y porque esta misma ma?ana su imparable agudeza me ha salvado de una estancia en el infierno de la monoton¨ªa de m¨ª mismo. Nada m¨¢s abrir Diario de errores (editorial D¨ªas Contados; prefacio y traducci¨®n de J.A. Gonzalez Sainz) he ido a parar a una p¨¢gina en la que se le¨ªa: ¡°El catolicismo en Francia es un movimiento literario¡±. Me ha parecido que no se pod¨ªa resumir mejor en menos palabras lo que es Francia, as¨ª que he seguido leyendo el libro hasta el final.
Flaiano fue el cerebro en la sombra de toda la gran cultura italiana que va de los a?os cuarenta a los sesenta. Es pariente literario y f¨ªlmico de nuestro Azcona. Y no s¨®lo fue autor de libros muy ir¨®nicos y divertidos, hechos por un hombre consciente de la estupidez del mundo contempor¨¢neo, sino, adem¨¢s, el guionista de algunos de los mejores films de Fellini, Antonioni, Berlanga, Roberto Rossellini (Dov'¨¨ la libert¨¤?) y Pietro Germi, entre otros.
¡°Ennio Flaiano es siempre talento, sagacidad, iron¨ªa, chispa, dardo certero, fun¨¢mbulo empedernido entre la melancol¨ªa y la risa, la romana mundanidad y las mas descastada soledad¡±, escribe Gonzalez Sainz en su no menos certero prefacio. Y a?ade: ¡°Padeci¨® de un complejo extremadamente raro entre los italianos, el complejo de igualdad, ¨¦l, que era ¡ªvamos a permitirnos decirlo¡ª un genio. Pero, claro, lo peor que le puede pasar a un genio, seg¨²n sus palabras, es ser comprendido¡±.
Y no, no fue comprendido, quiz¨¢s porque hablaba con la tremenda claridad del que es mordaz por buena educaci¨®n. Quiz¨¢s no fue comprendido porque a nadie le interesaba hacerlo en un pa¨ªs con tendencia a entender demasiado las cosas: ¡°Y pensar que esta farsa durar¨¢ todav¨ªa miles de millones de a?os, seg¨²n dicen¡±.
Exacto. Miles de millones de a?os. Y eso que lo mejor ya ha pasado.
Enrique Vila-Matas es escritor. Su ¨²ltimo libro es Kassel no invita a la l¨®gica (Seix Barral).
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.