El mel¨®n de San El¨ªas
?Fueron los considerados f¨®siles m¨¢s antiguos del planeta puras estructuras minerales con formas caprichosamente biol¨®gicas?
Cuentan que el profeta El¨ªas, aquel que subi¨® al cielo en carro de fuego, estaba penando en el desierto pr¨®ximo al Monte Carmelo cuando fue part¨ªcipe de un hecho maravilloso. Llevaba d¨ªas de ayuno y penitencia bajo el sol abrasador del Sina¨ª. Cuando las fuerzas ya flaqueaban, el hambriento y sediento anacoreta a quien tanto se invoca en tiempos de sequ¨ªa, fue tentado de la forma m¨¢s terrible que uno pueda imaginarse. El demonio puso a su alcance medio mel¨®n abierto, jugoso y fresquito. Pero cuando el profeta y santo, ya babeaba ante el manjar del diablo, se dio cuenta de las verdaderas intenciones de la ofrenda, mir¨® con los ojos desencajados al mel¨®n y dijo: ¡±Atr¨¢s Satan¨¢s, convi¨¦rtete en piedra¡±. Y el mel¨®n se convirti¨® en una piedra
Ah, ?que no se lo cree? Bueno, pues entonces ac¨¦rquese al monasterio que las carmelitas descalzas regentan en Sanl¨²car la Mayor, Sevilla, y encontrar¨¢ en el interior de su iglesia una recoleta capilla dedicada a San El¨ªas, y en ella, resguardado en una urna de cristal, el mel¨®n petrificado, orlado con un texto que es prueba irrefutable del milagro: ¡°Mel¨®n convertido milagrosamente en piedra por San El¨ªas¡±.
Me he tomado la libertad de retocar la versi¨®n aceptada del milagro que relata Fray Manuel de San Jer¨®nimo en 1706 en su?Reforma de los Descalzos de Nuestra Se?ora del Carmen porque me parece un texto poco edificante para los tiempos que corren. Pero no les quepa duda que el milagroso mel¨®n es una hermosa geoda de calcedonia, que cortada por la mitad muestra cierto parecido con un mel¨®n de agua, con un gradiente de textura desde el exterior m¨¢s liso y oscuro hasta su interior clareado, donde el hueco coraz¨®n muestra un aspecto pepitoso de cuarzo cristalino. Ni se me ha pasado por la cabeza molestar a las hermanas del Carmen para tratar de estudiar en detalle la geoda, pero a simple vista se puede decir que esta piedra podr¨ªa ser originaria de la propia pen¨ªnsula del Sina¨ª, pero tambi¨¦n de nuestro propio pa¨ªs o del Magreb.
Al fin y al cabo este no es m¨¢s que uno de tantos casos en la historia en los que hemos sido confundidos por la forma de las piedras. Como las llamadas glosopetras, supuestas lenguas arrojadas por dios para confundir a los hombres por el pecado de Babel, que el cient¨ªfico y m¨ªstico Nicol¨¢s Stenon se encarg¨® de demostrar que no eran otra cosa que dientes de tibur¨®n. O el yeso cristalino palmiforme del levante espa?ol que sirvi¨® para que Tito Livio y otros historiadores romanos urdieran el llamado milagro de la palma de Munda como aval divino de Octavio Augusto. O sin ir m¨¢s lejos, los falsos f¨®siles que nuestros vecinos marroqu¨ªes fabrican con la equ¨ªvoca precisi¨®n que denunciara Stephen Gould en?Las piedras falaces de Marrakech.
Pero tambi¨¦n el reverso nos confunde: hay quien pretende convertir lo vivo en piedra y los que pretenden convertir la materia inerte en vida. Los cient¨ªficos Stephane Leduc y Antonio Herrera en el siglo XX aun cre¨ªan, como crey¨® a principios del XIX Andrew Crosse, que hab¨ªan creado vida confundidos por la similitud ¨Cindudablemente extraordinaria- entre la formas complejas con curvatura continua de ciertas cristalizaciones singulares y las formas de la vida, tan distintas de las formas poli¨¦dricas caracter¨ªsticas del cristal. Y en estos mismos d¨ªas notables paleont¨®logos discuten en una prestigiosa revista (PNAS) si los considerados f¨®siles m¨¢s antiguos del planeta no son otra cosa que puras estructuras minerales con formas caprichosamente biol¨®gicas que fueron decoradas con materia org¨¢nica inerte producto de reacciones puramente geoqu¨ªmicas, sin mediaci¨®n alguna de la vida.
El secreto de la ciencia no es otro que mirar m¨¢s all¨¢ de lo que parece hasta llegar a dar con lo que es"
Lo que conviene destacar de estas notas es la persistencia a lo largo de la historia de ese empe?o en confundir la forma con el fondo, lo epid¨¦rmico con lo sustancial, lo que parece con lo que es. Seguimos resisti¨¦ndonos a entender que la morfolog¨ªa no contiene una informaci¨®n gen¨¦tica inequ¨ªvoca, que no nos informa de la procedencia del objeto ni de su mecanismo de formaci¨®n.
Desde la gestaci¨®n de nuestra conciencia nos ha ido muy bien enga?arnos buscando orden donde no lo hay para poder manejarnos en este mundo incomprensible. Nos ha ido tan bien que a¨²n estamos fascinados por los patrones, no ya como goce est¨¦tico, sino como herramienta de (re)conocimiento. Nos cuesta aceptar que la morfolog¨ªa, por s¨ª misma, no contiene informaci¨®n inequ¨ªvoca sobre el origen y la naturaleza de los objetos naturales. Que los estudios no se pueden quedar en las formas sino que hay que ir al fondo. Que las apariencias enga?an. Siempre enga?an. Y que el secreto de la ciencia no es otro que mirar m¨¢s all¨¢ de lo que parece hasta llegar a dar con lo que es, o si se prefiere expresar con m¨¢s rigor, con lo que hoy puede ser.
Juan Manuel Garc¨ªa Ruiz es Profesor de Investigaci¨®n del CSIC y autor del libro?Descubrir: cavilaciones y divertimentos cient¨ªficos .
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