S¨ªmbolos
A mi abuela se le olvid¨® revisar el bolsillo de atr¨¢s de mi abuelo cuando ¨¦ste muri¨®
Mi abuelo falleci¨® amortajado porque el infarto le dio al salir de la misa dominical, a la que acud¨ªa con el traje y la corbata con los que dej¨® dicho que quer¨ªa despedirse de este mundo. A mi abuela, que revis¨® sus bolsillos antes de que lo metieran en el ata¨²d, se le escap¨® el de atr¨¢s del pantal¨®n, donde su marido sol¨ªa guardar las llaves. Cuando al llegar a casa, despu¨¦s del entierro, se dio cuenta, dijo, sin que nos atrevi¨¦ramos a contradecirla, que hab¨ªa que cambiar la cerradura esa misma tarde. Mientras busc¨¢bamos cerrajeros de urgencia en Internet (todos car¨ªsimos), mi prima Montse cont¨® que ella no la hab¨ªa cambiado al separarse, lo que su ex interpret¨® como que pod¨ªa entrar y salir cuando le diera la gana. Al final cambi¨® la puerta entera y guard¨® la antigua en el trastero, con la llave puesta. Dice que ahora, de vez en cuando, se acerca a ella para probar si sigue funcionando.
El caso es que empezaba a oscurecer y el cerrajero no aparec¨ªa. Est¨¢bamos todos en el sal¨®n, tomando caf¨¦ e infusiones con unos pasteles variados que hab¨ªa ido a comprar uno de mis sobrinos al que un canuto le hab¨ªa despertado el hambre. Mi abuela iba nerviosa de un lado para otro, mirando la hora y murmurando jaculatorias para sus adentros. En esto, apareci¨® el cerrajero de urgencia, que cambi¨® el bomb¨ªn, le entreg¨® las llaves nuevas a la abuela, pas¨® la factura y se fue corriendo, quiz¨¢ a casa de otra viuda. ?Y ahora qu¨¦ hago con esto?, pregunt¨® mi abuela observando las llaves y el bomb¨ªn antiguos. Tirarlo, dije yo, no sirve para nada. Medit¨® un rato, negoci¨® consigo misma o con alguien que la habitaba, y al cabo nos pidi¨® que volvi¨¦ramos a dejar las cosas como estaban. Me toc¨® a m¨ª, porque soy aficionado al bricolaje.
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