Cuánto vale cenar con un famoso
Acudí con tantas ganas como reticencias a la primera cena “secreta” que organizaba FOgO, una empresa en la que se han unido el chef brasile?o Jo?o Alc?ntara y el lateral del Bar?a Dani Alves
Mi sino es vivir en la contradicción. Por un lado, me invade la pereza cual niebla de Stephen King cada vez que me invitan a un acto social; por otro, me enga?aría a mí mismo si dijera que no disfruto petardeando con famosos, y también observando a los petimetres que pululan —pululamos— alrededor de ellos. Por eso acudí con tantas ganas como reticencias a la primera cena “secreta” que organizaba FOgO, una empresa en la que se han unido el chef brasile?o Jo?o Alc?ntara y el lateral del Bar?a Dani Alves.
El cocinero, famoso en Brasil por un programa de hombretones que cocinan, es una especie de director alimentario del deportista (este cargo me lo he inventado yo, pero no sé cómo denominar a un se?or que le dise?a los menús a otro). Su compa?ía conjunta sirve banquetes a domicilio, imparte talleres y ahora ha empezado a practicar el sobado arte de los restaurantes pop-up.
El estreno de Las Itinerantes, que así se llaman los ágapes de FOgO, se celebró el jueves en unos estudios de sonido de Barcelona. Asistieron unas 30 personas, entre ellas el propio Alves. La enorme mesa estaba decorada estilo Philippe Starck poseído por María Antonieta, y la cantidad de cubiertos que rodeaba cada plato invitaba a pensar que te iban a extraer una muela. Jesús Gil habría definido la puesta en escena como “ostentórea”; yo lo dejaría en pelín pretenciosa.
La comida, aunque irregular, tuvo sus aciertos. Todas las propuestas incluían algún elemento propio de Brasil; hubo algunas que revelaron a Alc?ntara como un cocinero solvente, como la lengua con uvas y farofa o el dado de tapioca y calamar, y otras que no terminé de entender, como un gazpacho de a?aí innecesariamente enguarrindongado con parmesano. Pocas pegas puedo poner a las bebidas: algunos vinos poco conocidos de Torres, especialmente el espumoso chileno Estelado, me hicieron feliz. Demasiado feliz, a tenor de mi estado al día siguiente.
Al acabar el banquete, me pregunté por las motivaciones de los que soltaron 120 eurazos por asistir al mismo. ?Vendrían por la fusión gastronómica brasile?o-mediterránea o por contar a las vecinas que habían cenado con futbolista famoso? Otra prueba del culto ridículo a la celebridad, de la necedad humana y de la decadencia de Occidente, me dije, hasta que una amiga soltó: “?Y si en vez de Dani Alves hubiera sido David Bowie?”. Entonces reconocí que yo por eso habría pagado el doble, y no me quedó otro remedio que bajarme de mi estúpida superioridad moral.
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