?Qu¨¦ hay de nuevo en los nuevos partidos?
No acabaremos de saber qu¨¦ traen Podemos y Ciudadanos en sus alforjas hasta que tropiecen con la realidad en el ejercicio del poder. Mientras, basan su identidad sobre la precaria diferencia entre ¡°ellos¡± y ¡°nosotros¡±
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?Todo llega en la vida: si encuestas y bar¨®metros no enga?an, el sistema de partidos sufrir¨¢ de aqu¨ª a dos semanas, por la libre voluntad de los electores expresada en las urnas, una notable convulsi¨®n. No ha sido precisa la reforma de la ley electoral, tan denostada como ley candado, para que cuatro partidos vayan a disputar la posibilidad de entrar en Gobiernos municipales y aut¨®nomos partiendo de posiciones no tan cercanas como algunos tem¨ªan, pero tampoco tan lejanas como otros so?aban. Comenzar¨¢ as¨ª la cuarta fase de un sistema que ha conocido un profundo trastorno con el hundimiento de UCD y del PCE al final de los a?os de transici¨®n a la democracia; la consolidaci¨®n, bajo la hegemon¨ªa del PSOE, de un sistema de partido predominante durante la d¨¦cada de los ochenta; la inauguraci¨®n del antes celebrado como muy europeo y ahora considerado abominable bipartidismo, cuando iban mediados los a?os noventa; y, en fin, este anhelado pluripartidismo, que se anuncia para dentro de 15 d¨ªas y que acabar¨¢ por consolidarse, si ninguno comete alg¨²n error letal, hacia finales de a?o.
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Una larga y movida historia, que ha sembrado el camino de ilustres cad¨¢veres con una caracter¨ªstica com¨²n: todos se hab¨ªan empe?ado en ocupar posiciones de centro. As¨ª fue con UCD, dinamitada desde dentro por la facci¨®n aventurera democratacristiana; as¨ª tambi¨¦n con aquel Partido Reformista que sembr¨® las calles de Espa?a de carteles con el rostro de Miquel Roca pidiendo el voto desde Barcelona; as¨ª, con el CDS, lugar elegido para despedirse de la pol¨ªtica por quien hab¨ªa sido paradigma del centrismo, Adolfo Su¨¢rez. Y as¨ª parece que ocurrir¨¢ con UPyD, que pugn¨® valerosamente por el centro cuando el bipartidismo alcanzaba su c¨¦nit y contempla ahora, no sin melancol¨ªa, c¨®mo el centro se le achica por un exceso de oferta mientras el bipartido contiene su hemorragia y los reci¨¦n llegados templan sus primeros excesos, a izquierda y derecha, con la mira puesta en esos caladeros inagotables que han resultado ser, en Espa?a, los mares del centro, si ayer en calma, hoy m¨¢s que revueltos.
No es sorprendente que en una prolongada situaci¨®n de crisis econ¨®mica, pol¨ªtica y moral, surgieran movimientos sociales con el objetivo de erosionar las bases que han sostenido durante d¨¦cadas a los partidos tradicionales, popular, socialista y nacionalistas, corro¨ªdos en sus cimientos por una corrupci¨®n sist¨¦mica a la que no supieron, ni quisieron, poner obst¨¢culo ni freno. En sus or¨ªgenes fueron movimientos de protesta organizados en plataformas cuyos dirigentes negaban toda ambici¨®n de representaci¨®n pol¨ªtica en las instituciones objeto de sus denuncias. Nacidos para canalizar un malestar difuso, comprobaron en la pr¨¢ctica la relativa facilidad con que sus protestas recib¨ªan la adhesi¨®n de un creciente n¨²mero de ciudadanos con sus identidades pol¨ªticas muy deterioradas o abominando de cualquier anterior identificaci¨®n partidaria.
La utop¨ªa es Dinamarca; pero para ser daneses hay que gastar el 50% del PIB durante d¨¦cadas
Tomaron nota enseguida de que los partidos tradicionales ¡ªpor corrupci¨®n o por pol¨ªticas err¨¢ticas¡ª perd¨ªan a chorros la adhesi¨®n de sus votantes, que dejaron de encontrar en ellos el espejo en que mirarse, y ausente todav¨ªa una perspectiva clara de transmutarse de plataformas en partidos, m¨¢s a¨²n, negando que tal cosa entrara en sus planes, la corriente misma de adhesi¨®n los empuj¨® a situarse en la l¨ªnea de salida de la competici¨®n electoral para convertir en votos aplausos y adhesiones.
Fue el ejercicio, por la gente o los ciudadanos, de la democracia en la calle, con pancartas y banderas; en la plaza, con mesas y tiendas; en el sal¨®n de actos o en el estadio abarrotados de p¨²blicos expectantes, lo que les mostr¨® su capacidad de aglutinar a una creciente masa de seguidores dispuestos a patear el asfalto en son de protesta y a golpear puertas de Ayuntamientos y Parlamentos en plan de asalto al poder. Y si ya es muy excepcional que plataformas c¨ªvicas o movimientos sociales se conviertan en partidos con posibilidades de alcanzar el Gobierno, lo nuevo, lo m¨¢s original del caso, fue la velocidad a la que han transitado desde sus posiciones originarias hacia ese no lugar en el que izquierda-derecha pierde todo significado. Lo que han logrado los nuevos partidos, de manera consciente y muy a fondo trabajada Podemos, con su pl¨¦tora de expertos en lo que ahora se llama comunicaci¨®n y antes se dec¨ªa propaganda, y de manera m¨¢s mim¨¦tica, m¨¢s como resultado de una experiencia a la que ha acompa?ado una inesperada capacidad de agregaci¨®n de votos, Ciudadanos, es vaciar de cualquier significado residual lo que las pol¨ªticas econ¨®micas desarrolladas por neoliberales desde la derecha y terceras v¨ªas desde la izquierda hab¨ªan previamente vaciado de significado pol¨ªtico. Ante la crisis ¡ªy ante la corrupci¨®n¡ª, ser de izquierda o de derecha no ha tenido relevancia; nada de extra?o, pues, que a los expertos en comunicaci¨®n se les haya abierto un terreno f¨¦rtil para ejercer como destructores de sentido: ?izquierda? ?derecha? Bah, dice Iglesias, y podr¨ªa repetir Rivera: eso, hoy, no mola.
Ahora, lo que mola es tomar desde el centro el camino a Dinamarca, nueva utop¨ªa propuesta a la humanidad por Francis Fukuyama, recogida en su dilema de Espa?a por Luis Garicano, cuando nos propone abandonar el palco del Bernab¨¦u para convertirnos en daneses, e impl¨ªcitamente evocada por Iglesias cuando nos dice que, de mayor, quiere ser como Olof Palme, un hombre sin escolta. Todos socialdem¨®cratas, pues, todos centristas. El problema es que viajar a Dinamarca resulta muy caro: los daneses han empleado en llegar m¨¢s del 50% de su PIB durante muchas d¨¦cadas. En los nuevos partidos que nos prometen Dinamarca o Suecia, los programas econ¨®micos se suceden, hoy uno, ma?ana otro, con la misma rapidez con la que de plataformas se convirtieron en partidos, aunque sobre el coste final ambos mantienen un considerable nivel de vaguedad.
La identidad flotante que les permite tocar poder en Andaluc¨ªa ser¨¢ el mayor obst¨¢culo para ejercerlo
Es la nebulosa que planea sobre las pol¨ªticas concretas a desarrollar desde el poder cuando la subida en intenci¨®n de voto se basa en una cuidadosa indefinici¨®n de identidad: es f¨¢cil resignificar ¨¦lite dirigente como casta; es imposible resignificar el debe como un haber. Dicho de otro modo, no acabaremos de saber qu¨¦ traen los nuevos partidos en sus alforjas hasta que en el ejercicio del poder tropiecen con realidades que no por resignificarse modifican su naturaleza ni transforman lo que son en s¨ª mismas, m¨¢s all¨¢ del lenguaje que las significa: el dinero y todo su campo, el capital, el pr¨¦stamo, la deuda, el d¨¦ficit, el presupuesto, el mercado financiero. No es una casualidad que Podemos haya sido magistral comunicador al resignificar ¨¦lites dirigentes como casta, vale; pero tampoco es casual que no sepa qu¨¦ va a hacer con la deuda. En lo primero, la resignificaci¨®n tiene resultados pol¨ªticos; en lo segundo, es in¨²til, carece de efectos, nadie puede actuar desde un Gobierno como si, por no pagar intereses ni devolver el principal, la deuda quedara liquidada. Syriza parece haber aprendido algo al respecto cuando ha metido la mano en el fuego para saber que quema.
De momento, los dos partidos han construido su m¨¢s reciente identidad sobre una diferencia marcada a hierro candente entre ¡°ellos¡±: la vieja pol¨ªtica, la casta, los corruptos, la izquierda-derecha; y ¡°nosotros¡±: la nueva pol¨ªtica, la gente o los ciudadanos, los inimputables, el centro. Al no saber muy bien qu¨¦ son, excepto diferentes, los pactos ser¨¢n mucho m¨¢s laboriosos de alcanzar, al menos hasta que la marea de propaganda vaya cediendo, no ante las promesas contenidas en programas et¨¦reos, sino ante la acci¨®n y la pr¨¢ctica de Gobierno o de oposici¨®n, en resumen, hasta que manejen dinero que es poder, porque antes de esa experiencia bautismal ninguno de los dos querr¨¢ verse definido desde fuera por el m¨¦todo del dime con qui¨¦n de ¡°ellos¡± andas y te dir¨¦ qu¨¦ ¡°nosotros¡± eres. La identidad flotante que les ha permitido tocar poder en Andaluc¨ªa se convertir¨¢ en el mayor obst¨¢culo para ejercerlo como un ¡°nosotros¡± en coalici¨®n con ¡°ellos¡±, pero tambi¨¦n para permitir que sean ¡°ellos¡± los que gobiernen mientras ¡°nosotros¡± nos abstenemos. Y eso s¨ª que, de consumarse, ser¨¢ nuevo de verdad: que el centro no sirva para formar coaliciones a derecha o a izquierda.
Santos Juli¨¢ es historiador.
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