El pasado de Michelle
La hoy primera dama de EE UU siempre aspir¨® a que el color de su piel no influyera en la consideraci¨®n de los dem¨¢s sobre su trabajo
Cada vez que Barack Obama se enfrenta a un caso de brutalidad policial contra la poblaci¨®n negra, pienso en ella, en Michelle. En los disturbios de Baltimore, tras el asesinato de Freddie Gray, el presidente quiso dejar claro desde el primer momento cu¨¢l era su posici¨®n al respecto, para que no quedara ninguna duda de que es, ante todo, un defensor del orden: reprimir¨ªa cualquier acto de violencia callejera. Y entonces yo pens¨¦ en Michelle. ?No hubiera esperado ella que su marido comenzara condenando la causa, la repetidamente abusiva e incontrolada actitud de la polic¨ªa hacia los negros pobres? Porque Michelle y Barack son dos tipos de negros diferentes y esa sutileza es algo que escapa a una primera mirada y que s¨®lo se va entendiendo conforme se observa e indaga en las heridas a¨²n no cerradas de la poblaci¨®n afroamericana de los Estados Unidos. Michelle es descendiente de esclavos; Barack, no. Michelle es el fruto de unos bisabuelos que emigraron del sur del pa¨ªs a Chicago, que se establecieron en el South Side, un barrio esencial para entender el devenir de muchas familias negras, tan capital como Harlem, pero con p¨¢ginas en su historia mucho m¨¢s sombr¨ªas. En South Side se api?aba confinada y sin posibilidad de elegir otro espacio la poblaci¨®n negra de Chicago, y as¨ª sigui¨® bien avanzado el siglo XX, en un pa¨ªs que iba borrando la sombra del racismo en sus leyes pero era absolutamente permisivo con una econom¨ªa basada en el abuso de una raza sobre otra. Michelle es una negra de Chicago. Bendecida, eso s¨ª, desde la cuna por unos padres que debieran ser ejemplo para todos los padres que hoy en d¨ªa se enfrentan a la dif¨ªcil tarea de educar unos hijos y no saben por d¨®nde empezar.
M¨¢s que en Princeton a Michelle la educaron en casa. Como debe ser.
Buceo en el pasado de Michelle en la biograf¨ªa que sobre ella ha escrito Peter Slevin. No se trata de un hallazgo el que el autor d¨¦ cuenta de la procedencia humilde de su hero¨ªna, porque es p¨²blica la devoci¨®n que siente por sus padres, y el agradecimiento por los sacrificios que asumieron para que tanto su hermano como ella llegaran a la universidad, pero s¨ª ilustra con detalle c¨®mo esos padres, Marian y Fraser, hubieron de apa?¨¢rselas para animarles en sus ambiciones y sue?os sin dejar por ello de advertirles que su esfuerzo no ser¨ªa recompensado de igual manera que el esfuerzo de los blancos. Mucho amor hubo en esa familia en la que el padre luch¨® desde muy joven con una esclerosis m¨²ltiple que le fue dejando incapacitado y dolorido aunque no dejara de trabajar jam¨¢s. Mucha entrega la que puso esa pareja en sus dos ni?os, Michelle y Craig, que aparecen en una foto de esas que est¨¢n siempre en un lugar destacado del aparador familiar con aspecto cuidado, sonrientes, protegidos y amados.
Seguimos los pasos de la adolescente Michelle de camino al instituto en el invierno helador de Chicago, saliendo de casa de noche y volviendo de noche despu¨¦s de haber estado dos horas de camino. Podemos ver el humilde apartamento donde se apretujaban los cuatro, la pareja y los ni?os, estudiando y viviendo en la cocina, pasando las noches de los s¨¢bados entretenidos en juegos de mesa. Podemos ver a los hijos de los Robinson pasar el d¨ªa en la calle, en esos a?os sesenta en que una parte esencial del aprendizaje social se adquir¨ªa de la interacci¨®n con los amigos, de correr¨ªas por las aceras y en los patios traseros. Y tambi¨¦n seguimos los pasos de Michelle hasta Princeton donde pudo comprobar c¨®mo una universidad abrumadoramente blanca no ocultaba su extra?eza e incomodidad ante esos j¨®venes negros que comenzaban a acceder a las aulas. En los primeros d¨ªas de campus Michelle sufri¨® el primer rev¨¦s: la madre de su compa?era de dormitorio pidi¨® a la universidad que cambiaran a su hija de cuarto. La raz¨®n: en su familia no estaban acostumbrados a la cercan¨ªa de los negros.
La joven disciplinada, responsable y en absoluto acomplejada por su negritud que fue Michelle aspir¨®, desde el primer momento de su carrera profesional, a no ser vista permanentemente como negra, a que el color de su piel no influyera en la consideraci¨®n que los dem¨¢s tuvieran sobre su trabajo. Ya desde ni?a sus amigos del barrio la acusaban de querer comportarse como una blanca. Aspirar a una educaci¨®n superior pod¨ªa considerarse una traici¨®n a sus or¨ªgenes. Leyendo sobre la infancia de Michelle se entiende su gesto determinado, el acento constante que pone en la educaci¨®n, en la estructura familiar, en la alimentaci¨®n, en el ejercicio. Del pasado de esta dama me interesa menos su ascenso social que los pasajes sobre la infancia y juventud. Deber¨ªa publicarse una separata con los primeros cap¨ªtulos y repartirse en las asociaciones de padres. M¨¢s que en Princeton a Michelle la educaron en casa. Como debe ser.
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