El sue?o eterno
La fascinaci¨®n que tenemos por fragmentos ininteligibles de libros y pel¨ªculas quiz¨¢ provenga de nuestra sospecha de que dicen la verdad. No olvidemos que Einstein dec¨ªa que lo m¨¢s incomprensible del mundo es que sea comprensible
Oyeron ustedes hablar de los que ven una pel¨ªcula dos veces, pero la segunda no la entienden? Me hablaron de ellos el otro d¨ªa y sonre¨ª y me acord¨¦ de aquel profesor de filosof¨ªa que, seg¨²n Unamuno, sol¨ªa empezar su curso con esta pregunta a sus alumnos:
¡ª?Sabe alguien qu¨¦ venimos a hacer aqu¨ª?
Dec¨ªa Unamuno que cada a?o, cuando acababa el curso, profesor y estudiantes segu¨ªan pregunt¨¢ndose lo mismo.
Seguramente, repet¨ªan curso todos los alumnos y, al finalizar el segundo a?o, ya no entend¨ªan ni la pregunta inicial. Me recuerda los 12 a?os que pas¨¦ estudiando en Barcelona en los Maristas sin llegar a entender nada. Aquel colegio era como el Instituto Benjamenta de la novela de Robert Walser: ¡°Aqu¨ª venimos a aprender, pero no aprendemos nada¡±.
De todo esto me acord¨¦ cuando, al hablar de las pel¨ªculas a competici¨®n este a?o, Thierry Fr¨¦maux, delegado general del Festival de Cannes, dijo que The Lobster, del gran Yorgos Lanthimos ¡ªrelato futurista en el que aquellos que no consiguen una pareja son transformados en animales¡ª era ¡°uno de esos filmes en los que no todo se entiende¡±.
Al d¨ªa siguiente, Le Monde publicaba una breve antolog¨ªa de pel¨ªculas que son famosas por no entenderse en ellas todo. La encabezaba El sue?o eterno, de Howard Hawks, filmada en 1946 y considerada la pionera de esta tendencia a incluir lo incomprensible dentro de un arm¨®nico y sensato conjunto. Quiz¨¢s tuvo demasiados guionistas la adaptaci¨®n de la novela de Chandler, pero el caso es que cuando Lauren Bacall canta en un tugurio, no est¨¢ claro por qu¨¦. Y se sabe que cuando el productor le pregunt¨® al novelista qui¨¦n podr¨ªa haber matado al ch¨®fer de la familia Sternwood, Chandler contest¨®: ¡°Ni puta idea¡±.
Es una historia que recuerda a la que me cont¨® Juan Mars¨¦ de cuando Victor Erice trabajaba con tan extraordinaria meticulosidad en el gui¨®n de El embrujo de Shanghai. Una tarde, Erice dej¨® la plaza Rovira de Barcelona, donde se pasaba horas tomando notas, y le pregunt¨® a Mars¨¦ a qu¨¦ se dedicaba el abuelo de un personaje secundario de la novela. Pasado el primer momento de estupor, la respuesta del escritor se pareci¨® a la de Chandler.
¡°No comprender es una operaci¨®n en la que conviene invertir mucho tiempo¡±, escribi¨® Juan Tall¨®n en la revista Vozed, en febrero de 2013. Yo invert¨ª muchos a?os en la primera frase de un libro de Pavese: ¡°Le llamaban Pedro porque tocaba la guitarra¡±. Como no hab¨ªa forma de entender qu¨¦ significaba, publiqu¨¦ un art¨ªculo en febrero de 2001 pidiendo que alguien me la explicara. Y un d¨ªa, no s¨¦ d¨®nde, el gran Jos¨¦ Mar¨ªa Riera de Leyva se tom¨® la molestia de explic¨¢rmela. Me pas¨® unos datos muy precisos que lo justificaban todo, pero los he olvidado. Es decir, sigo igual que antes. Pero a veces pienso que es mejor as¨ª. Despu¨¦s de todo, siempre me funcion¨® una manera muy simple de averiguar si algo me gusta o no: me atrae lo que no entiendo; si lo entiendo, lo abandono corriendo.
Nunca olvidar¨¦ lo mucho que me atrajo en la primavera de 1963 el filme El a?o pasado en Marienbad, de Alain Resnais, con guion de Robbe-Grillet. Me fascin¨® porque no lo entend¨ª y cada tarde, al salir del colegio, acud¨ªa al Savoy del Paseo de Gracia a correr el riesgo de que en cualquier desgraciado momento pudiera llegar a entenderla. Veinte veces la vi y veinte veces no la entend¨ª. S¨®lo llegu¨¦ a saber que se contaba en ese filme la historia de un hombre que en un extra?o y decadente hotel trataba de convencer a una mujer de que ella y ¨¦l, el verano anterior, hab¨ªan tenido una relaci¨®n. ?Se trataba de un encuentro imaginario? El guionista Robbe- Grillet y el realizador Resnais discrepaban en este punto y tambi¨¦n en todos los dem¨¢s referidos a la pel¨ªcula. Y los pobres o felices espectadores parec¨ªan quedar atrapados entre ambos, entre Robbe y Resnais, cabreados unos por el inmenso tedio, y alegres los otros por el entusiasmo que produc¨ªa una obra de arte que, por decirlo con palabras de Le Monde ¡°condenaba al p¨²blico a no entender nada¡±.
Pero, ?de verdad no entender es una condena? M¨¢s bien dir¨ªa lo contrario, no entender es la puerta que se abre. El filme de Resnais deja entrever c¨®mo ser¨¢ el sue?o eterno que a todos nos espera despu¨¦s de la vida. ?Sabe alguien como ser¨¢ exactamente? Nadie. S¨®lo podemos entreverlo pero de todos modos, aun suponiendo que lleg¨¢ramos a percibirlo del todo, no lo entender¨ªamos.
Puede que la fascinaci¨®n por fragmentos ininteligibles de pel¨ªculas provenga de nuestra sospecha de que esas secuencias dicen la verdad sobre lo que ser¨¢ nuestro sue?o eterno. En el campo de los libros, lo mismo. Pienso en Sordello, un poema del victoriano Browning, que todav¨ªa hoy se resiste, no ya a su interpretaci¨®n, sino a su comprensi¨®n m¨¢s elemental. Reconstruye la vida de un trovador del siglo XIII. Pero no se entiende nada. Cuando fue publicado en marzo de 1840, caus¨® furor porque todo el mundo quer¨ªa leerlo para comprobar que el poema no ten¨ªa ni pies ni cabeza. Cuenta C¨¦sar Aira en su ensayo Lo incomprensible que aquello que Browning dec¨ªa en Sordello quiso leerlo un hombre enfermo, amante de interpretar textos. Su mujer termin¨® por comprar el libro y le leerle el poema: ¡°Sus ¨²ltimas palabras (pues ir¨®nicamente muri¨® casi inmediatamente despu¨¦s de haberlo escuchado) fueron: ?No entend¨ª nada, pero nada! Hoy se especula si su muerte fue a causa de la desesperaci¨®n o precisamente lo inverso, si en realidad muri¨® de esperanza. Tal vez lo que realmente quiso decir haya sido: ?Por fin no entend¨ª algo!¡±.
En la breve antolog¨ªa de Le Monde sobre el cine incomprensible, no faltan 2001: Una odisea del espacio (Kubrick), por sus tres minutos de pantalla en negro en la apertura (que han generado tantas leyendas), y algunos de los filmes de David Lynch, como el desazonante Lost Highway (Carretera perdida). Se podr¨ªan a?adir ciertas pel¨ªculas de esp¨ªas, como el reciente El topo, de Tomas Alfredson, basado en Le Carr¨¦ y totalmente atestado de laberintos interiores imposibles de desentra?ar. Nada grave. No olvidemos que Einstein dec¨ªa que, despu¨¦s de todo, lo m¨¢s incomprensible del mundo es que sea comprensible.
Enrique Vila-Matas es escritor.
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