Un refer¨¦ndum complicado
Ning¨²n Estado miembro desea que el Reino Unido abandone la Uni¨®n Europea. Cabe esperar por ello que todos adoptar¨¢n una actitud constructiva para tratar de evitarlo. Pero no va a ser f¨¢cil que Londres obtenga lo que busca.
Los referendos, ya se sabe, los carga el diablo. El que David Cameron se propone convocar sobre la pertenencia a la Uni¨®n Europea pondr¨¢ al rojo vivo las relaciones del Reino Unido con Bruselas, crear¨¢ tensiones serias en el seno del Gobierno y del Partido Conservador y someter¨¢ a la sociedad brit¨¢nica a un ejercicio de cuestionamiento de su identidad del que puede salir muy reforzada, pero tambi¨¦n dejar cicatrices que tarden en cerrarse.
Cameron ha asumido una estrategia de alto riesgo. El Gobierno brit¨¢nico intentar¨¢ recuperar competencias hoy cedidas a Bruselas y renegociar algunos de los t¨¦rminos de su pertenencia a la Uni¨®n. Si alcanza un acuerdo satisfactorio, har¨¢ campa?a a favor del s¨ª. Esto nos aboca a un per¨ªodo en el que las relaciones con la Uni¨®n Europea ser¨¢n uno de los temas centrales de la pol¨ªtica brit¨¢nica. Es un tema muy corrosivo, que en el pasado ya min¨® a los Gobiernos de Margaret Thatcher y de John Major. David Cameron ha salido muy reforzado de las elecciones, pero la escasa mayor¨ªa parlamentaria de que dispone le deja a merced de los diputados m¨¢s euroesc¨¦pticos de su partido, que sin duda le someter¨¢n a una presi¨®n permanente mientras duren las negociaciones con Bruselas.
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Ning¨²n Estado miembro desea que el Reino Unido abandone la Uni¨®n Europea. Cabe esperar por ello que todos adoptar¨¢n una actitud constructiva para tratar de evitarlo. Pero no va a ser f¨¢cil que el Gobierno brit¨¢nico obtenga lo que busca. Puede conseguir apoyo para poner algunas trabas a los movimientos migratorios dentro de la Uni¨®n Europea motivados ¨²nicamente por el deseo de obtener mejores beneficios sociales. Puede obtener algunas salvaguardas para la City y para los Estados miembros de la Uni¨®n que no lo sean de la eurozona. Puede conseguir alargar los plazos para la entrada en vigor de normas que no desea tener que aplicar. Pero es muy improbable que consiga limitar la libertad de movimientos de los trabajadores, fundamental para todos, y en especial para los miembros del Este. Tampoco va a ser f¨¢cil que recupere competencias cedidas en el Tratado de Lisboa, porque ello no solo romper¨ªa el equilibrio de los tratados sino que podr¨ªa obligar a la celebraci¨®n de referendos en otros Estados miembros.
Adem¨¢s, aunque las negociaciones se cierren con un resultado aceptable para Londres, la incomodidad de los brit¨¢nicos con la Uni¨®n Europea subsistir¨¢, porque sus causas van mucho m¨¢s all¨¢ de la libertad de movimientos de los trabajadores, del papel de la City o de las competencias en materia laboral o de justicia e interior. Se trata de una cuesti¨®n de identidad, que afecta de ra¨ªz a lo que el Reino Unido quiere ser en el mundo, una tensi¨®n interna que viene de muy lejos, que recorre su pasado con momentos de gran virulencia y otros de gran esplendor. No es por azar que entre los per¨ªodos hist¨®ricos m¨¢s presentes en el imaginario colectivo figuran el reinado de Enrique VIII, con la separaci¨®n de la Iglesia anglicana de la Iglesia cat¨®lica, las victorias contra Napole¨®n y la finest hour de Churchill frente a Hitler.
O una gran Noruega o una gran Suecia, estas son las opciones. Todas las dem¨¢s son peores
El nudo del asunto es que el Reino Unido no puede ser lo que le gustar¨ªa ser en relaci¨®n con la Uni¨®n Europea; y que lo que puede ser no le gusta. Dentro de la Uni¨®n, le gustar¨ªa ser como Alemania o, al menos, como Francia. Fuera de la Uni¨®n, le gustar¨ªa ser como Estados Unidos o, al menos, como Rusia. Pero no puede ser ni lo uno ni lo otro. No puede ser como Alemania o Francia porque no quiere adoptar el euro, ni integrarse en el espacio Schengen, ni ceder soberan¨ªa, ni ser el motor de una Europa unida. Porque no quiere m¨¢s Europa, sino menos. Pero si abandona la Uni¨®n Europea tampoco puede ser como Estados Unidos o Rusia porque le falta tama?o y proyecci¨®n en otros continentes, porque ya no es la gran potencia que a ratos todav¨ªa le gustar¨ªa ser. Lo es, sin duda, en t¨¦rminos de poder blando, de influencia. Tiene medios de comunicaci¨®n, universidades, think-tanks, bufetes de abogados y firmas de auditores de alcance global. La City es la capital financiera europea. Pero le falta un volumen y una amplitud de mercado que solo puede tener junto a los otros Estados de la Uni¨®n.
A los brit¨¢nicos les irrita la profusi¨®n de normas que aprueba Bruselas. Consideran que muchas son innecesarias. Pero la mayor¨ªa de estas normas est¨¢n ligadas al mercado ¨²nico, de manera que el Reino Unido tendr¨¢ que seguirlas aplicando aunque salga de la Uni¨®n Europea, a menos que abandone tambi¨¦n el mercado ¨²nico. Como el Reino Unido no desea abandonarlo, pero tampoco integrarse en el euro ni en el espacio Schengen, sus opciones est¨¢n muy limitadas. Fuera de la Uni¨®n Europea puede ser ¡ªsalvando las proporciones¡ª como una gran Noruega, un pa¨ªs que disfruta de una parte muy notable de los beneficios de ser miembro de la Uni¨®n, entre ellos la pertenencia al mercado ¨²nico, pero que no participa en la toma de decisiones porque no es miembro. Dentro de la Uni¨®n, puede seguir siendo como una gran Suecia, un miembro muy influyente, un punto de referencia indiscutible, pero no central ni integrado en el n¨²cleo duro de la construcci¨®n europea.
Si gana el s¨ª, la cuesti¨®n puede quedar resuelta para 30 a?os. Pero el riesgo es considerable
O una gran Noruega o una gran Suecia, estas son las opciones. Todas las dem¨¢s son peores, ya que implican una mayor sumisi¨®n a Bruselas, cosa que el Reino Unido no desea, o bien abandonar el mercado ¨²nico, lo que ser¨ªa muy da?ino para la econom¨ªa brit¨¢nica. De ah¨ª la dificultad del refer¨¦ndum; porque sea cual sea el resultado, es muy dif¨ªcil que los ciudadanos brit¨¢nicos queden satisfechos. En un caso o en otro, se tendr¨¢n que conformar con algo distinto de lo que quieren ¡ªir por el carril r¨¢pido pero conduciendo despacio, como dijo John Major, liderar y frenar al tiempo¡ª, porque choca frontalmente contra la voluntad mayoritaria de los Estados miembros.
El refer¨¦ndum abrir¨¢ sin duda un debate serio y profundo, como es habitual en la pol¨ªtica brit¨¢nica, un debate que ser¨¢ un ba?o de realismo y que puede enterrar muchas ideas err¨®neas sobre la Uni¨®n Europea. Desde este punto de vista, ser¨¢ muy enriquecedor. Si el s¨ª gana con amplitud, como es de desear, la cuesti¨®n puede quedar resuelta para los pr¨®ximos 30 a?os. Pero el riesgo es considerable. La inc¨®gnita no es ¨²nicamente si ganar¨¢ el s¨ª o el no, sino si el liderazgo conservador de David Cameron conseguir¨¢ salir indemne.
Carles Casajuana, diplom¨¢tico y escritor, ha sido embajador de Espa?a en Reino Unido.
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