Verlas (o no) venir
Hay que aprender a manejarse en una nueva escena pol¨ªtica, la del cuatripartidismo. Ni Podemos ni Ciudadanos han robado nada a nadie. Ocupan un espacio que el PSOE y el PP hab¨ªan desatendido
En uno de los p¨¢rrafos finales de su Rebeli¨®n de las masas, Ortega esconde una advertencia tan certera como, por lo general, desatendida: ¡°Toda realidad desconocida prepara su venganza¡±. Cabe preguntarse c¨®mo puede uno arregl¨¢rselas para vivir en una realidad que ignora, pero lo cierto es que ocurre con m¨¢s frecuencia de lo que parecer¨ªa razonablemente esperable.
Viene esto a cuento de las reacciones suscitadas por los sondeos preelectorales de Metroscopia que aparecieron publicados en este diario, y de forma especial los que estimaban que Ada Colau ser¨ªa la m¨¢s votada en Barcelona y que PP y Ahora Madrid rozar¨ªan el empate en la capital madrile?a. Recordadas ahora, a toro pasado, resultan hasta divertidas (entonces no lo parecieron tanto) y merecen algunas reflexiones.
En primer lugar, me sigue asombrando la facilidad con que, personas que empiezan muchas veces por reconocer que no saben nada de ¡°eso de las encuestas¡±, se lanzan a descalificar la profesionalidad ajena en ese campo. ?Cu¨¢ndo se enterar¨¢n de que queriendo quedar de avisados (¡°?a m¨ª me van a enga?ar!¡±) quedan, en realidad, como trasnochados ignorantes? Hace unas semanas, Javier Mar¨ªas lamentaba este vicio, tan nuestro, de querer parecer siempre m¨¢s enterados, avispados y a la ¨²ltima que nadie: pero cuando el descreimiento equivale a roma y cateta ignorancia no puede parecer s¨ªntoma de agudeza mental. Y a estas alturas, decir ¡°no creo en las encuestas¡± resulta tan brillante y agudo como afirmar ¡°no creo en los term¨®metros¡±.
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En segundo lugar, me sigue asombrando que todav¨ªa haya quien considere los datos de los sondeos como predicciones. Los que nos dedicamos permanentemente, como actividad profesional diaria, a tratar de atisbar, a trav¨¦s de lo que la ciudadan¨ªa nos contesta, su comportamiento m¨¢s probable en una cita electoral, sabemos bien que el principal problema de tal empe?o no radica en los datos directos recogidos (que, por lo general, son coincidentes en la pr¨¢ctica totalidad de los institutos de investigaci¨®n fiables) sino en la interpretaci¨®n que de los mismos cada uno podamos luego hacer. De ah¨ª la insistencia, una y otra vez, en recordar que los sondeos de opini¨®n no predicen: describen; y que los an¨¢lisis que de ellos hacemos no son sino estimaciones; es decir, intentos de traducir lo que la informaci¨®n recogida parece querer decir. Y ah¨ª est¨¢ la dificultad, y ah¨ª ¡ªy solo ah¨ª¡ª est¨¢ el posible acierto o desacierto; en la certeza, en todo caso, de que nadie, nunca, ha visto confirmadas siempre sus estimaciones. La posibilidad de yerro acecha permanentemente tras cada esquina electoral.
Desde 2011 sabemos que los espa?oles est¨¢n reclamando un cambio en los modos pol¨ªticos
Y en tercer lugar, me sigue asombrando que a muchos produzca tanto asombro que los sondeos (y sus interpretaciones expertas) hayan, en conjunto, descrito con acierto, una vez m¨¢s, el comportamiento que, a partir de la informaci¨®n recogida, parec¨ªa m¨¢s probable. Lo que me devuelve a la orteguiana cita inicial: la realidad estaba ah¨ª, hab¨ªa sido convenientemente descrita en la gran mayor¨ªa de los estudios, y las consecuencias m¨¢s probablemente esperables eran correctas. Solo hac¨ªa falta querer verlo, es decir, preferir vivir de realidades (y lo m¨¢s despiertos posible, por seguir en vena orteguiana) que de enso?aciones, confundiendo deseos con realidad.
?C¨®mo puede alguien extra?arse de lo que ha ocurrido en estas elecciones del pasado d¨ªa 24? Desde al menos 2011, sabemos ¡ªpor los sondeos¡ª que los espa?oles est¨¢n reclamando con creciente urgencia tres cosas: ante todo, nuevos modos en nuestra vida pol¨ªtica, que desear¨ªan ver regida de nuevo por el estilo de negociaci¨®n, pacto y mutuo respeto que caracteriz¨® a la Transici¨®n (a?orada, lo dir¨¦ una vez m¨¢s, por el 80% de nuestra ciudadan¨ªa, por m¨¢s que ahora haya quien se complazca en denostarla, olvidando los riesgos que supuso tratar de conseguirla); en segundo lugar, renovaci¨®n a fondo de nuestro sistema pol¨ªtico, desde la Constituci¨®n a los propios partidos (percibidos ahora ¡ªno antes¡ª como autistas, cortoplacistas e incapaces de atraer a sus filas a los mejores y m¨¢s preparados); y, por ¨²ltimo, y de no cumplirse las dos anteriores peticiones, la aparici¨®n de nuevos partidos que, con su sola presencia, pudieran forzar el cumplimiento de aquellas.
Y esto es, finalmente, lo que ha ocurrido. Jos¨¦ Ignacio Torreblanca lo anunci¨® hace ya meses con bienhumorada agudeza: si nuestra clase pol¨ªtica no reaccionaba, la ciudadan¨ªa recurrir¨ªa a una especie de ¡°pol¨ªtica vud¨²¡±, entendiendo por tal el anuncio de su intenci¨®n de apoyar a Podemos (y ahora, adem¨¢s, a Ciudadanos) como forma de propiciar que nuestra vida pol¨ªtica emprendiera de una vez la senda de los cambios demandados. Pero lo que ha acabado ocurriendo es que buena parte de nuestra ciudadan¨ªa ha dejado ya de considerar a Podemos y Ciudadanos como espantajos con los que asustar y mover a la acci¨®n a los hasta ahora dos ¨²nicos partidos gobernantes. Los espa?oles parecen m¨¢s bien haberse encari?ado con la perspectiva de que, en adelante, sean cuatro (y no dos) los partidos que en nuestra escena pol¨ªtica resulten determinantes para la gobernaci¨®n: as¨ª lo indica un 70%.
Solo una minor¨ªa espera que las formaciones emergentes reemplacen a populares y socialistas
Por el momento, solo una minor¨ªa espera que los partidos emergentes reemplacen a PP y PSOE o se sit¨²en a su mismo, o muy cercano nivel, en t¨¦rminos de votos y esca?os. La clara mayor¨ªa les asigna ¡ªpor el momento, conviene insistir¡ª un papel importante, pero complementario. Pero claro, hace apenas cinco meses, la idea de un posible cuatripartidismo (o, si se prefiere ¡ªy como adem¨¢s, por el momento, parece m¨¢s probable¡ª, de un nuevo y claramente m¨¢s igualado bipartidismo imperfecto) resultaba inveros¨ªmil.
Ni Podemos ni Ciudadanos han robado nada a nadie: han venido a ocupar un espacio que PSOE, y sobre todo PP, hab¨ªan desatendido. El primero con sus disputas internas (que ahora que, sosegadas, le ponen claramente en v¨ªas de recuperaci¨®n sugieren la necesidad, m¨¢s pronto que tarde, de una aut¨¦ntica refundaci¨®n de su organizaci¨®n interna), y el segundo con su empe?o por mimar y cultivar el lado derecho de su espectro ideol¨®gico, descuidando ¡ªy propiciando¡ª el despego de sus votantes de centro, son los que han hecho posible este reajuste, ya en marcha, de nuestro sistema de partidos. Ahora ya es probablemente tarde para tratar de rebobinar lo sucedido y lo que parece m¨¢s sensato es no desconocer la nueva realidad, esforzarse en adelante a verlas venir a tiempo, y aprender a manejarse en una nueva escena pol¨ªtica, con nuevos papeles, nuevo vestuario y, sobre todo, con radicalmente nuevos estilos de actuar y decir, como ha empezado ya a hacer el PSOE y no parece decidido a¨²n a hacer el PP.
Jos¨¦ Juan Toharia es presidente de Metroscopia.
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