Eructos y reg¨¹eldos
Don Quijote apuesta por la importancia de la lengua y conf¨ªa en que la instrucci¨®n puede influir en las conductas generales. Por eso predice a Sancho que ¡®eructar¡¯, una palabra m¨¢s refinada, acabar¨¢ imponi¨¦ndose a ¡®regoldar¡¯
De Cervantes se acuerdan cuatro gatos porque se los obliga a leer el Quijote¡±, afirm¨® una vez la escritora de superventas mundiales Isabel Allende. Y algo similar dijo de Borges, antes de asegurar que los escritores ¡°se mueren y se acabaron¡±.
Afortunadamente, ese diagn¨®stico de una amnesia literaria y cultural tan generalizada era exagerado. Este a?o, por ejemplo, somos muchos m¨¢s que ¡°cuatro gatos¡± los que celebramos (voluntariamente, lo juro) que la segunda parte del Quijote cumpla cuatro siglos.
Es cierto, hoy Don Quijote de la Mancha no se vende tanto como algunos superventas contempor¨¢neos. Sin embargo, el Quijote es algo muy superior a ellos: es un superviviente. Este libro ha sobrevivido a tantos malos augurios que uno se pregunta: ?cu¨¢l ser¨¢ el secreto de su buena salud? Es probable que ese secreto ¡ªsi nos fuera dado conocerlo¡ª tenga que ver con la forma en que la obra de Cervantes se relaciona con el pasado y el futuro de las palabras.
Otros art¨ªculos del autor
De muestra, este peque?o bot¨®n. En el cap¨ªtulo XLIII de esa segunda parte del Quijote encontramos ciertas recomendaciones higi¨¦nicas que, si las sigui¨¦ramos todos, quiz¨¢s llegar¨ªamos a vivir tan largo como ese libro. Don Quijote le aconseja a Sancho:
¡°Come poco y cena m¨¢s poco, que la salud de todo el cuerpo se fragua en la oficina del est¨®mago. S¨¦ templado en el beber, considerando que el vino demasiado ni guarda secreto ni cumple palabra. Ten cuenta, Sancho, de no mascar a dos carrillos, ni de erutar delante de nadie.
¡ªEso de erutar no entiendo -dijo Sancho.
Y don Quijote le dijo:
¡ªErutar, Sancho, quiere decir 'regoldar', y ¨¦ste es uno de los m¨¢s torpes vocablos que tiene la lengua castellana, aunque es muy significativo; y as¨ª, la gente curiosa se ha acogido al lat¨ªn, y al regoldar dice erutar, y a los regueldos, erutaciones .
¡ªEn verdad, se?or ¡ªdijo Sancho¡ª, que uno de los consejos y avisos que pienso llevar en la memoria ha de ser el de no regoldar, porque lo suelo hacer muy a menudo.
¡ªErutar, Sancho, que no regoldar ¡ªdijo don Quijote¡±.
En esa escena de los eructos y reg¨¹eldos, como en tantas otras de la novela cervantina, se libra un combate ¡ªamistoso¡ª entre el habla ilustrada, y algo rebuscada, del Caballero de la Triste Figura y aquella parla descuidada pero franca del campesino Sancho. Es un duelo que no puede resolverse en triunfo de uno u otro.
Nadie conoce el idioma del futuro ni lo que leer¨¢n nuestros distantes descendientes
En este caso, adem¨¢s de ser sin¨®nimos, eructar y regoldar tienen una prosapia semejante. Regoldar viene del lat¨ªn regurgitare (regurgitar), que remite a gurges: torbellino de agua. Mientras que eructar viene de eructare que significaba vomitar y es pariente de ructus o ructare, que en lat¨ªn significa rugido o rugir. ?Y qu¨¦ es esto ¨²ltimo sino un torbellino de sonido?
Esas hermosas resonancias etimol¨®gicas hermanan a la palabra ¡°malsonante¡± con la elevada. Pese a ellas, Alonso Quijano prefiere el verbo eructar porque le suena menos ofensivo al o¨ªdo que el otro. Por esto, en esa misma escena don Quijote le hace una apuesta a su escudero. Le asegura que si algunos de sus contempor¨¢neos no entienden todav¨ªa los t¨¦rminos erutar y erutaciones, ¡°importa poco, porque el uso los ir¨¢ introduciendo con el tiempo, que con facilidad se entiendan; y esto es enriquecer la lengua, sobre quien tiene poder el vulgo y el uso¡±.
El Caballero de la Triste Figura apuesta por la palabra eructo, incluso sabiendo que en el lenguaje influyen tanto la costumbre vulgar como el uso cultivado de las palabras que hace ¡°la gente curiosa¡± o instruida. Aunque ¨¦l es de estos ¨²ltimos, Quijano admite que ninguno de los dos grupos tiene una prevalencia absoluta sobre la lengua. Por lo mismo, tampoco puede uno de esos conjuntos atribuirse un monopolio del buen o mal gusto en el habla. Don Quijote no ignora que este gusto depende de los contextos: sociales, geogr¨¢ficos o temporales.
Esa postura del Ingenioso Hidalgo suena equilibrada y sensata. Quiz¨¢s demasiado equilibrada para alguien con el seso resecado por un exceso de lecturas. Y as¨ª ocurre, en efecto: don Quijote no se deja amilanar por su propia sensatez. Pese a ella, se desequilibra, toma partido y lanza su apuesta por una palabra.
Si don Quijote apuesta es porque cree en la importancia de la lengua y en la posibilidad de enriquecerla. Para alcanzar ese ideal suyo, el hidalgo manchego est¨¢ dispuesto a batallar contra el molino de viento verbal que domina su ¨¦poca. Una batalla que hoy seguramente dar¨ªamos por perdida. Sin embargo, Alonso Quijano conf¨ªa en que la instrucci¨®n puede influir en las costumbres generales. Y por esto le predice a Sancho que eructar ¡ªesa palabra supuestamente m¨¢s refinada¡ª llegar¨¢ a imponerse sobre ese ¡°torpe vocablo¡±: regoldar.
Era una apuesta arriesgada ¡ªquijotesca, en verdad¡ª, pues en ¨¦poca de don Quijote cualquiera se habr¨ªa jugado por lo contrario. As¨ª es: en el Tesoro de Covarrubias ¡ªdiccionario publicado en 1611¡ª aparece la palabra reg¨¹eldo, pero no figura para nada el vocablo eruto o eructo. Ese regoldar de Sancho era una expresi¨®n mucho m¨¢s com¨²n en el siglo XVII que el ideal eructo de don Quijote. Y por eso cualquiera habr¨ªa dicho que el Caballero de la Triste Figura iba a perder su envite, como casi siempre le ocurr¨ªa.
El h¨¦roe cervantino no cree que la amnesia sea inevitable y conf¨ªa en la trascendencia del lenguaje
No fue as¨ª. Cuatrocientos a?os despu¨¦s la palabra eructo se usa mucho m¨¢s que el vocablo reg¨¹eldo. El diccionario Lexicoon le da a ¨¦ste una frecuencia de uso de un 27%, y eso lo pone en el lugar 77.200. Mientras que eructo tendr¨ªa una frecuencia de 68%.
El resultado de esa rara apuesta cervantina nos confirma que nadie conoce la lengua del futuro. Por an¨¢logas razones nadie sabe lo que leer¨¢n nuestros distantes y desconocidos descendientes. Este desconocimiento nos dificulta asegurar posteridades. Pero, asimismo, esa ignorancia del ma?ana desmiente a quienes anuncian un diluvio de amnesias en el que se ahogar¨¢n las obras maestras (junto con las nuestras).
Enfrentados a esa incertidumbre, podemos predicar el nihilismo cultural. O bien podemos leer como par¨¢bola ese consejo sobre los reg¨¹eldos y los eructos que dio don Quijote. Con su arriesgada apuesta, el h¨¦roe cervantino se negaba a aceptar que la amnesia fuese inevitable y se jugaba por la trascendencia de las bellas obras del lenguaje m¨¢s all¨¢ de nuestra ¨¦poca.
Quiz¨¢s sea por ello que en la batalla verbal, ya que no en las otras, don Quijote triunf¨® y sigue triunfando. Uno de los secretos de la salud de roble del libro de Cervantes, que lo ha mantenido vivo cuatrocientos a?os, es ¨¦se: su quijotesca apuesta por el futuro de las palabras.
Carlos Franz es escritor.
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