Visados, espinas y clavos
La retirada por la parte de la UE de las visas obligatorias para ciudadanos de Per¨² y Colombia es poner fin a una medida discriminatoria e injustificable contra los ciudadanos de dos pa¨ªses que son mucho m¨¢s que amigos de Espa?a
La imposici¨®n de las visas Schengen para colombianos y peruanos, hace casi 15 a?os (en marzo de 2001), fue, en especial para mis compatriotas, una especie de pu?alada trapera. Quiz¨¢ fuera una exigencia de Francia, Italia y Alemania, pero el Gobierno de entonces se pleg¨® a la mayor¨ªa de los Estados de la Uni¨®n Europea. Espa?a no dijo s¨ª; Espa?a no dijo no: Espa?a se abstuvo. Eran los a?os de la bonanza espa?ola ¡ªcuando los euros flu¨ªan a chorros desde Alemania para construir ferrocarriles y hospitales ¨²tiles y aeropuertos in¨²tiles¡ª y el presidente Aznar no quer¨ªa enemistarse con sus socios europeos. Una rabieta de un par de Gobiernos sudamericanos ¡ªque no se dio, ni siquiera tuvieron el temple de responder con una medida sim¨¦trica: visado para los europeos que quisieran viajar a nuestros pa¨ªses¡ª era m¨¢s soportable.
Colombia en ese momento, al fin y al cabo, era un pa¨ªs al borde del colapso, a punto de ser considerado un Estado fallido por la comunidad internacional: narcotr¨¢fico desenfrenado, tasa de homicidios de pa¨ªs en guerra, paramilitares masacrando campesinos, guerrillas con decenas de miles de secuestrados, y un Estado deslegitimado por una represi¨®n brutal. El Gobierno de Pastrana no tuvo siquiera ¨¢nimos o tiempo de protestar. Lo hicimos, con nuestra ¨²nica arma, la palabra, algunos escritores y artistas. Enviamos una carta y una ¡°advertencia¡± casi rid¨ªcula: no volver¨ªamos a pisar Espa?a si se nos impon¨ªa el visado. Los intelectuales colombianos que no firmaron se burlaban de nosotros: ¡°?Tiembla Espa?a ante la amenaza de no volver de ocho escritores!¡±.
Por supuesto que Espa?a no tembl¨®, pero las palabras tienen un efecto de espina: son algo que no mata, pero duele, molesta, llega incluso a enconarse. M¨¢s de 100 intelectuales espa?oles, animados por el buen amigo Juan Cruz, suscribieron una carta de solidaridad, apoy¨¢ndonos. Eso tambi¨¦n estorba, al menos como el zumbido de un abejorro, as¨ª no tumbe ning¨²n Gobierno. No ¨¦ramos espa?oles, por supuesto, pero sent¨ªamos que ten¨ªamos con Espa?a un v¨ªnculo cultural estrecho, un parentesco esencial, que la no siempre ¡°madre patria¡± ten¨ªa el deber de honrar y respetar. Especialmente en el momento en que m¨¢s colombianos necesitaban huir del horror.
La carta de los colombianos fue una espina clavada en la conciencia de Rajoy
En la primavera del a?o 2001 no hab¨ªa ocurrido a¨²n la calamidad que marc¨® el inicio del nuevo milenio: los atentados de las Torres Gemelas del 11 de septiembre. Cuando se nos impuso el visado, los europeos estaban hartos de que peque?os traficantes de marihuana y coca¨ªna estuvieran ¡°envenenando a los j¨®venes y hacinando las c¨¢rceles¡±; y que hubiera algunas muchachas mestizas y mulatas tentando a los maridos ejemplares en las esquinas; y carteristas, supongo, pero tambi¨¦n peones y dom¨¦sticas sin papeles que hac¨ªan competencia barata a la mano de obra local. No hab¨ªan entendido, quiz¨¢, que aquellos inmigrantes de las viejas colonias americanas tendr¨ªan menos problemas de adaptaci¨®n ling¨¹¨ªstica, cultural y religiosa que las oleadas medio orientales que nos sustituyeron. Tampoco hab¨ªan entendido a¨²n que quiz¨¢ la droga del fanatismo religioso de los severos creyentes que jam¨¢s consumir¨ªan alcohol o coca¨ªna ¡ªsino ese veneno m¨¢s t¨®xico de la fe convertida en ira y en guerra santa¡ª tendr¨ªa efectos m¨¢s perniciosos que la prostituci¨®n callejera o el despacho de drogas blandas. En todo caso, al cerrar las puertas a los m¨¢s pobres, se las cerraban tambi¨¦n a t¨¦cnicos, enfermeras, m¨¦dicos, ingenieros, escritores¡
S¨¦ de buena fuente que aquella carta de los colombianos fue una espina que se qued¨® clavada en la conciencia del presidente Rajoy, que, como ministro del Gobierno espa?ol de entonces, hab¨ªa sido el encargado de abstenerse en Bruselas, cuando se aprob¨® la imposici¨®n de las visas para Per¨² y Colombia. Nosotros, en aquella carta a Aznar, advert¨ªamos: ¡°La rueda de la riqueza de las naciones se parece a la rueda de la fortuna; no es conveniente que en los d¨ªas de opulencia se les cierre en las narices la puerta a los parientes pobres. Quiz¨¢ un d¨ªa nosotros tengamos tambi¨¦n que abrirles a los hijos de Espa?a las puertas, como tantas otras veces ha ocurrido en el pasado¡±. Vinieron el 11 de septiembre, el 11-M, la crisis econ¨®mica, Charlie Hebdo... y esta semana, finalmente, tras la firma de los presidentes Humala y Santos, se nos retira el requisito del visado y nuestro estatuto migratorio vuelve al statu quo de hace 15 a?os.
Aquel pu?al que nos clavaron en la espalda, nos lo retiran hoy por el pecho, tratando de no dejar cicatriz. No puedo negar que este cambio es un alivio, y que tiene mucho de justicia po¨¦tica que la misma persona que firm¨® la abstenci¨®n haya arriesgado buena parte de su patrimonio pol¨ªtico ante la Uni¨®n Europea para deshacer aquel entuerto y esa larga injusticia. En estos a?os, humildemente, humillados y ofendidos, hemos hecho filas sin fin ante todos los consulados de la Comunidad Europea para demostrar que no ¨¦ramos sicarios ni prostitutas ni hampones. Los traficantes, en ¨²ltimas, se siguieron colando con las visas y hoy hacinan las c¨¢rceles en proporciones parecidas a las de hace tres lustros. Para que les dieran un visado solo ten¨ªan que demostrar que no eran pobres, y en general los que trafican con drogas tienen buenos saldos en sus cuentas bancarias.
Lo que dar¨¢ gusto es poder recibir all¨¢ espa?oles pero en igualdad de condiciones
Los llamados de urgencia, las breves temporadas de turismo o de estudio, los imprevistos viajes a un congreso, a un matrimonio o un entierro, ya no estar¨¢n rodeados de angustiosos ruegos en consulados que no dan abasto. Los sanos podr¨¢n venir a donar sus ¨®rganos a sus parientes necesitados de trasplantes. Los perseguidos y asustados podr¨¢n buscar un refugio mientras pasa la tormenta de una amenaza pol¨ªtica o delincuencial.
Ha hecho bien el Gobierno espa?ol, que empez¨® solo esta iniciativa de desclavarnos a nosotros el pu?al y de sacarse a s¨ª mismo esa vieja espina, ese molesto clavo, con el escepticismo inicial de casi todos sus socios europeos, excepto Portugal. Si Colombia y Per¨² hab¨ªan firmado sendos acuerdos de libre comercio con la UE, resultaba impresentable que casi todo pudiera fluir sin trabas (el vino y el aceite, los aviones y el caf¨¦, las naranjas y los pl¨¢tanos, el capital financiero y los tel¨¦fonos celulares), todo, menos las personas. Despu¨¦s de 15 a?os se nos vuelven a abrir las puertas y no habr¨¢ ninguna inundaci¨®n de colombianos que vengan a buscar trabajo donde posiblemente no lo haya. Lo que s¨ª dar¨¢ m¨¢s gusto ser¨¢ poder recibir all¨¢ espa?oles ¡ªque tienen mucho que darnos y ense?arnos¡ª, pero en igualdad de condiciones con los que venimos a aprender aqu¨ª de aquello que, en buena medida, son nuestras propias fuentes mentales y culturales. Una vez m¨¢s entraremos a Espa?a con la frente en alto, y con aquella extra?a sensaci¨®n que expres¨® muy bien Eduardo Caballero Calder¨®n: sin ¡°la impresi¨®n de llegar, sino la de volver¡±.
H¨¦ctor Abad Faciolince es escritor.
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