La turba tuitera
Las redes sociales pueden ser armas de destrucci¨®n masiva para la reputaci¨®n de las personas
Me alegro de haber decidido tomarme unas vacaciones de Twitter a principios de mes. Me salv¨¦ de caer en la tentaci¨®n de ventilar mis reacciones a tres noticias que segu¨ª con inter¨¦s: la del concejal madrile?o de Podemos y su chiste sobre los jud¨ªos; la del Nobel ingl¨¦s de la ciencia verborreando sobre las debilidades biol¨®gicas de las mujeres; la de la activista estadounidense blanca que se dec¨ªa negra.
Me hubiera resultado irresistible tuitear, al instante de leer los primeros informes, algo as¨ª como que el concejal era un cretino, que el cient¨ªfico era un viejo tonto, que la activista era una loca perdida. Me hubiera sumado a la turba virtual linchadora contra tres personas de cuyas existencias no ten¨ªa ning¨²n conocimiento previo. Y si no hubiese hecho un esfuerzo despu¨¦s para informarme sobre c¨®mo eran esas tres personas, los contextos en los que dijeron lo que dijeron o los entornos en los que viv¨ªan, hubiera acudido a la Red una vez m¨¢s a expresar mi j¨²bilo cuando los tres se vieron obligados a dimitir de sus cargos.
Pero por suerte me qued¨¦ callado, no me un¨ª a la flashmob tuitera, y me alegro de ello porque tras un breve periodo de reflexi¨®n veo que mi primera reacci¨®n fue apresurada y mezquina; que existen al menos dos maneras de interpretar lo que hicieron cada uno de estos tres personajes o de evaluar los castigos que se merecen.
Debo reconocer que me costar¨ªa m¨¢s montar una defensa del concejal Guillermo Zapata, lo que obedece no tanto a los hechos objetivos, quiz¨¢, sino a la particular revulsi¨®n que siento cuando me topo con casos de antisemitismo. Para bien o para mal, los juicios parten de los prejuicios; las opiniones que cada uno de nosotros emitimos son la expresi¨®n de las circunstancias de nuestras vidas. Debido a las casualidades que han forjado mi particular conciencia moral, me ofendi¨® m¨¢s el chiste sobre los judios incinerados en un cenicero que la broma del cient¨ªfico ingl¨¦s Tim Hunt sobre las mujeres que lloran en los laboratorios cuando les critican o el descubrimiento de que Rachel Dolezal, l¨ªder local de una organizaci¨®n opuesta al racismo, se hab¨ªa pasado a?os manteniendo que era de raza negra cuando la verdad es que, gen¨¦ticamente, es tan blanca como la reina Isabel de Inglaterra.
Pero a¨²n as¨ª podr¨ªa haber llegado a convencerme de que exist¨ªan argumentos para que Zapata no dimitiera, como finalmente hizo, del cargo de responsable de Cultura en el Ayuntamiento de Madrid. Su chiste fue de un mal gusto atroz y demostr¨® una lamentable falta de juicio para alguien que pretende representar a la ciudadan¨ªa en el Gobierno de una gran ciudad europea. Pero conocimientos de cine y literatura parece que s¨ª tiene, no rob¨® a nadie, que se sepa, ni se dio a la fuga despu¨¦s de arrollar la moto de un polic¨ªa. Meti¨® la pata, pero todos la metemos.
En el caso de Hunt, y su propuesta de que los laboratorios deber¨ªan ser unisex, existen argumentos coherentes para pedir su dimisi¨®n, pero resulta que tanto su actual pareja como su exmujer han declarado que conocen a pocos hombre menos machistas que ¨¦l y que no se sabe de ning¨²n caso en el que haya discriminado contra una mujer en el trabajo. Lo que no tengo tan claro es que si la decisi¨®n casi inmediata de las autoridades de University College London de rendirse a la caza de brujas tuitera y obligarle a dimitir resulte positiva para los estudiantes de ambos sexos que ya no podr¨¢n gozar de sus inmensos conocimientos.
Rachel Dolazel no pod¨ªa seguir al frente de una organizaci¨®n creada para defender los derechos de los negros, es verdad, pero tambi¨¦n es cierto que las burlas y el veneno que se han lanzado hacia su persona en las redes sociales revelan una faceta bastante miserable de la humanidad. Como me dec¨ªa esta semana un amigo nigeriano que vive en Nueva York, lo que hizo esta mujer al fin de cuentas fue pecar de un exceso de empat¨ªa.
?Cu¨¢l es la conclusi¨®n? Partiendo de la premisa de que soy igual de culpable que cualquiera, propongo la siguiente: que las redes sociales pueden convertirse en armas de destrucci¨®n masiva para las reputaciones de las personas y antes de apretar el gatillo uno deber¨ªa de respirar hondo, apelar m¨¢s a la generosidad que a la vanidad farisaica que uno lleva dentro y reconocer que uno no posee ni la informaci¨®n ni la autoridad moral para enjuiciar a una persona de la que no sabe nada, y menos en 140 caracteres.
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