Grecia no es inquilina, sino due?a de la UE
Si el resultado final de esta crisis fuera la salida del pa¨ªs de la zona euro, ser¨¢ imposible que no se se?ale a Alemania como responsable
Los periodistas no somos nada buenos prediciendo el futuro. Los mercados, tampoco. Saben, quiz¨¢s, calcular el riesgo de una empresa, pero no saben calibrar bien los peligros pol¨ªticos. Los libros de historia est¨¢n llenos de p¨¦simos t¨ªtulos y de p¨¦simos c¨¢lculos. Para colmo, el mercado (mejor dicho, el poderoso mundo financiero) suele tener la mala ocurrencia de atribuir a los pa¨ªses los mismos comportamientos que a las personas, cuando es cosa poco frecuente.
Pase lo que pase respecto al refer¨¦ndum griego, la crisis deber¨ªa dejarnos unas pocas certezas y otras cuantas preguntas. Certezas: por ejemplo, que Europa ha sido capaz de superar muchas crisis a lo largo de su corta historia y que siempre, hasta ahora, encontr¨® soluciones negociadas, respet¨® los intereses de los miembros m¨¢s d¨¦biles y sali¨® adelante razonablemente fortalecida. La Uni¨®n Europea no se pensaba como una casa de due?os ricos que alquilaba habitaciones a vecinos pobres. Grecia, Espa?a, Portugal, Italia¡ no eran inquilinos, sino due?os de la casa, con el mismo t¨ªtulo de propiedad que Alemania o Francia.
Si el resultado final de esta crisis fuera la salida de Grecia de la zona euro, la situaci¨®n habr¨¢ cambiado radicalmente y ser¨¢ imposible que no se se?ale a Alemania como la principal responsable. En Europa siempre ha sido una mala noticia el anuncio de que Alemania se convert¨ªa en el guardi¨¢n de las nuestras esencias. P¨¦sima noticia si se acompa?a, como en esta ocasi¨®n, de la certeza de la desaparici¨®n de Francia como contrapeso. La incapacidad del presidente Hollande para hacer presente a Francia en las reuniones del Eurogrupo, la seguridad de que nadie se ha parado a preguntar a Par¨ªs (o a Roma o a Londres) porque, realmente, importa poco lo que piensen, refleja un escenario europeo muy distinto, en el que la cabeza empieza a tener tama?o j¨ªbaro y a exhibir tendencias dominantes. Y esa es otra mala certeza, justo cuando, quiz¨¢s, se aproxima una nueva etapa de guerra fr¨ªa con la Rusia de Putin, en la que ser¨ªa muy de desear cabezas tama?o grande y tendencias a la conversaci¨®n. O cuando la amenaza de una bolsa china con tipos como los hermanos Lehman planea en el horizonte.
Por encima de todo, por encima de las certezas, est¨¢n las preguntas, a¨²n m¨¢s inquietantes que deja la crisis griega. ?Hasta qu¨¦ punto la Uni¨®n Europea puede admitir la disidencia, las posiciones pol¨ªticas de quienes aspiran a modificar, democr¨¢ticamente, la ortodoxia, es decir el conjunto de dogmas, la doctrina tradicional que impera en un momento dado? Es una pregunta imprescindible, m¨¢s aun si esa ortodoxia implica, como parece, un aumento radical de la desigualdad. ?La Europa del euro reconoce el derecho democr¨¢tico a combatir pol¨ªticamente ese conjunto de dogmas o cree que la moneda ¨²nica es incompatible con otro estado de cosas? ?Se equivocan sus l¨ªderes actuales en esa interpretaci¨®n o realmente el euro no es acomodable con otro dise?o social?
La crisis griega se puede analizar desde muchos puntos de vista. Desde la responsabilidad criminal de la pol¨ªtica tradicional griega, desde luego; la escasa habilidad negociadora del nuevo equipo gubernamental y su falta de comprensi¨®n del apego alem¨¢n al derecho y la norma escrita, tambi¨¦n; el empecinamiento de unos pol¨ªticos incapaces de aceptar la quita que absolutamente todos los economistas recomiendan, indudablemente. Pero por encima de todo hay un punto de vista alarmante: el fracaso de la Uni¨®n Europea para respetar sus compromisos sociales y pol¨ªticos y su pacto con los ciudadanos.
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