Formaci¨®n del esp¨ªritu nacional
El mundo es peor sin Krahe, un cantautor con cerebro de ajedrecista
El mundo es peor sin Javier Krahe. Este es el triste diagn¨®stico del d¨ªa de hoy. Cuando ¨¦l reinaba en los rincones marginales de la realidad, siempre exist¨ªa el recurso de ir a escucharlo a un local o recordar uno de sus versos cantados a voz sin grito. Toser y cantar eran sus oficios declarados, aunque algunos quisieron ver en ¨¦l un peligro mayor del que representaba. Siempre pensar por uno mismo termina por ser delito. Si te remontas a la Espa?a en la que un personaje como Javier Krahe adquiri¨® la limitada relevancia que le garantiz¨® la pervivencia y la fidelidad de una parroquia de las que pocos pueden presumir, tienes que reconocer una cosa: la vida pasaba en los bares y en la tele.
En los bares, los cantantes adquir¨ªan notoriedad a cucharadas, quiz¨¢ peque?as pero nutritivas. Eran entonces las redes sociales cuatro mesas mal orientadas y un garito sin ventilar, donde se fumaba a pecho descubierto. La Aurora y luego La Mandr¨¢gora proporcionaron un hogar a Krahe y a sus amigos. En la tele, que estaba descubriendo la libertad, antes de ser entregada a la peor f¨®rmula de censura conocida como la medici¨®n de audiencia, aparecieron programas como los de Garc¨ªa Tola, y ya fuera en Esta noche o Si yo fuera presidente, sal¨ªa Krahe cantando sus versiones de Brassens, para quienes no conoc¨ªan el original, y poco despu¨¦s sus propias composiciones. No era canci¨®n protesta, sino canci¨®n de la que protestaba la autoridad, en especial la autoridad moral, que siempre act¨²a con coartada. Los ni?os, que entonces ten¨ªan 11 a?os, disfrutaban de lo lindo con un tipo que dec¨ªa gilipollas y rimaba con los rituales m¨¢s conocidos de la pena capital para afirmar que prefer¨ªa la hoguera, pero era urgente protegerlos con programas especialmente pensados para ellos.
Fue en esos dos lugares, bares y tele, donde se fragu¨® una formaci¨®n del esp¨ªritu nacional algo distinta de la recomendada, pero antes de erigirse en bandera de una nueva forma de ciudadan¨ªa, qued¨® reprimida mientras ganaban la primera plana los valores del Ibex y la vida sentimental de la Pantoja. Al bar le exigieron licencias imposibles de cumplir para dejar cantar a un cualquiera y a la tele le impusieron un fen¨®meno musical consistente en el concurso de talentos productivos. Se perdi¨® el sitio, pero no la guerra. El mundo es peor sin Krahe, un cantautor con cerebro de ajedrecista. Pero peor hubiera sido que nunca se hubiera dado un paseo por aqu¨ª.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.