El poder del 18 de julio
El r¨¦gimen del general Franco se estableci¨® y evolucion¨® sobre la base de un uso sistem¨¢tico y permanente de la coerci¨®n y la represi¨®n sobre la poblaci¨®n civil
Nos guste o no, en cuestiones de pol¨ªticas de pasado y memoria, Espa?a sigue siendo diferente. As¨ª lo ha denunciando en reiteradas ocasiones Naciones Unidas. La ¨²ltima, hace relativamente poco, en su informe de 2013/4 que puede verse en Internet. Espa?a presenta el n¨²mero m¨¢s alto en la lista de desaparecidos del mundo despu¨¦s de Camboya. Este ya es un dato escalofriante, pero existe otra importante singularidad. Ni una sola de las sentencias de los tribunales militares de la dictadura salida de la Guerra Civil ha sido revisada o anulada. No es casual en modo alguno que esta anomal¨ªa coincida con el ¨²nico hecho verdaderamente diferencial de la historia espa?ola del siglo XX: la extraordinaria duraci¨®n de la dictadura franquista, la m¨¢s larga del sur de Europa.
Otros art¨ªculos del autor
El 18 de julio de 1936, Espa?a vivi¨® el estallido de un conflicto provocado tras un golpe de Estado que no triunf¨® pero tampoco fracas¨®. La guerra civil desemboc¨® en un r¨¦gimen que se institucionaliz¨® sobre la base de la utilizaci¨®n sistem¨¢tica de la coerci¨®n y la represi¨®n. Una de sus principales constantes fue mantener elementos particularmente activos en cuestiones de memoria e identidad, cuyo ¨²nico referente fue siempre el Glorioso Alzamiento, la Cruzada, iniciada el 18 de julio de 1936. La principal consecuencia de mantener viva esa fractura moral entre vencedores y vencidos, con un alto componente psicol¨®gico de miedo, durante pr¨¢cticamente cuatro d¨¦cadas, fue la devastaci¨®n completa de cualquier rasgo de sociedad civil. S¨®lo qued¨®, un discurso oficial, plagado de acusaciones y culpas, que el propio Franco denominaba ¡°justicia hist¨®rica¡±.
Ni siquiera el paso del tiempo ni el indudable cambio hist¨®rico que ha vivido nuestro pa¨ªs han conseguido acabar con la fuerza simb¨®lica de esa fecha. Las razones no son tan f¨¢ciles de esclarecer, como a veces se afirma. El caso espa?ol, no puede englobarse dentro de los modelos de justicia transicional, pero tampoco queda radicalmente fuera de ellos. En lugar de una onda expansiva como la que reflot¨® la sociedad de posguerra europea, Espa?a tuvo que enfrentarse a una fuerte crisis econ¨®mica. En ese contexto qued¨® enmarcada la Transici¨®n a la democracia, algo que, unido al propio desarrollo pol¨ªtico y legal del proceso, dificult¨® las posibilidades de consolidar una memoria hist¨®rica verdaderamente colectiva, positiva e integradora. El proceso de Transici¨®n a la democracia concluy¨® con ¨¦xito la recuperaci¨®n del Estado de Derecho y sent¨® las bases para restablecer un marco de convivencia plural. Sin embargo, la cuesti¨®n de la memoria no se abord¨® desde la pol¨ªtica oficial por la fuerte divisi¨®n existente en torno a lo que realmente hab¨ªa sucedido en el pasado. La conocida como Ley de Amnist¨ªa (Ley 46/1977 de 15 de octubre de 1977) eliminaba la responsabilidad ante cualquier delito pol¨ªtico cometido hasta diciembre de 1976. Habr¨ªa que esperar m¨¢s de treinta a?os para que se volviera a debatir, y finalmente se aprobara, un proyecto de ley sobre la Memoria Hist¨®rica, cuya aplicaci¨®n gener¨® una fuerte controversia.
Hoy, casi ochenta a?os despu¨¦s del comienzo de aquella barbarie, las figuras del criminal y de la v¨ªctima siguen siendo las fijadas aquel 18 de julio de 1936 por los vencedores. Invertirlas no ha sido posible hasta ahora, por falta de voluntad pol¨ªtica, desde luego, pero tambi¨¦n por una cuesti¨®n m¨¢s compleja: por la propia apariencia de legalidad de la represi¨®n franquista y por el grado de normalidad que esta termin¨® alcanzando en su larga existencia. La opresi¨®n y la represi¨®n pol¨ªticas caracterizan a muchos reg¨ªmenes, tambi¨¦n en nuestros d¨ªas, pero el alcance de ambos fen¨®menos ha de ser estrechamente definido y delimitado en cada caso si queremos distinguir unos de otros. En ese terreno, los avances en las dos ¨²ltimas d¨¦cadas de investigaci¨®n han sido enormes. Los estudios sobre una serie continuada y verificada de evidencias documentales permiten concluir que el r¨¦gimen del general Franco se estableci¨® y evolucion¨®, sobre la base, hist¨®ricamente demostrable, de un uso sistem¨¢tico y permanente, de la coerci¨®n y la represi¨®n sobre la poblaci¨®n civil.
La cuesti¨®n de la memoria no se abord¨® desde la pol¨ªtica oficial por la fuerte divisi¨®n existente en torno a lo que realmente hab¨ªa sucedido en el pasado
Por qu¨¦, entonces, ?las sentencias emanadas del poder del 18 de julio siguen sin ser revisadas?. La respuesta exige adentrarse en distintos callejones. Uno de los m¨¢s oscuros, ha sido el bloqueo producido entre la memoria hist¨®rica y el revisionismo hist¨®rico. La utilizaci¨®n del pasado como arma arrojadiza, ha permitido la construcci¨®n de un campo apto para tergiversaciones, politizado y judicializado; su efecto m¨¢s perverso y devastador ha sido su mutaci¨®n en el fen¨®meno contrario a la propia memoria, y no necesariamente entre gente de perfil conservador. En ese sentido, la d¨¦cada pasada puede considerarse como la d¨¦cada perdida de la memoria en Espa?a. A pesar de todo, decir todav¨ªa hoy que aquellos juicios sumar¨ªsimos tuvieron garant¨ªas y que fueron justos, supone una gran ignominia, parafraseando a Borges, solo superada por aquellos que afirman que los que promueven la reparaci¨®n o todav¨ªa buscan a sus familiares, en realidad, solo lo hacen por dinero. Afirmaci¨®n que, afortunadamente, ha dejado de tener eco en ciertos medios m¨¢s por efecto de la crisis que por que hayan dejado de creerlo quienes lo piensan y difunden.
La memoria necesita de la historia para salir de esa situaci¨®n pero ?qu¨¦ historia necesitamos para ello? La de la equidistancia basada en repartir responsabilidades en la guerra y aciertos en la posguerra no responde a ninguna de las cuestiones que se plantean las generaciones que no vivieron, que no vivimos, activamente ni una ni otra, pero que habitamos sobre ese legado. Si sobre el pasado no prima el an¨¢lisis y la investigaci¨®n, algo que va inexorablemente ligado a los archivos pero tambi¨¦n al rigor cient¨ªfico, correremos el riesgo de seguir viviendo una enorme impostura, como la que ha descrito recientemente Cercas. Su mecanismo de comprensi¨®n recuerda, si me permiten las distancias con el franquismo, a Blade Runner, donde los malos, los replicantes a los que da caza Harrison Ford, han conseguido fabricar recuerdos a trav¨¦s de relatos e im¨¢genes estandarizadas, pero que no saben c¨®mo procesarlas. Siempre ha existido memoria en Espa?a, no oficial claro est¨¢, ¨ªntima, velada o callada, pero todav¨ªa no hemos aprendido a utilizarla por falta de justicia y de reparaci¨®n. La memoria se desarroll¨® sin historia, pero es hora ya de invertir ese proceso, porque estamos en condiciones de abordar la verdad de nuestro pasado reciente.
Gutmaro G¨®mez Bravo es profesor de Historia Contempor¨¢nea en la Universidad Complutense de Madrid.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.