El rompecabezas de Oriente Pr¨®ximo
La mayor amenaza es ese engendro escapado del medievo pero con tecnolog¨ªa del siglo XXI que llamamos Estado Isl¨¢mico. Pretende recuperar la pureza del mensaje del islam primitivo y se alimenta del odio de los sun¨ªes contra los chi¨ªes
Oriente Pr¨®ximo ha sido un foco de inestabilidad centrado durante muchos a?os en el interminable conflicto israel¨ª-palestino: la pelea por la tierra y el enfrentamiento de dos monote¨ªsmos excluyentes han concentrado en muy pocos kil¨®metros cuadrados guerras, intifadas, refugiados, terrorismo y mucho sufrimiento, y han hecho fracasar a no menos de 58 planes de paz por miedo a hacer concesiones, por divisiones internas de unos y otros, y, en definitiva, por falta de voluntad real.
Pero ¨²ltimamente la situaci¨®n regional se ha complicado con la desaparici¨®n de la URSS y el descontrol de los dictadores de su ¨®rbita(Irak nunca hubiera invadido Kuwait con un Mosc¨² vigilante); el repliegue americano (strategic restraint) y el vac¨ªo y las desconfianzas que suscitan los efectos y frustraciones derivadas de la primavera ¨¢rabe, que de sue?o ha devenido en pesadilla; la autosuficiencia energ¨¦tica americana y su menor dependencia del Golfo; la crisis del sistema territorial establecido por los acuerdos Sykes-Picot en 1916 y el enfrentamiento entre sun¨ªes y chi¨ªes, que se extiende como un reguero de p¨®lvora por toda la regi¨®n. No hay qui¨¦n de m¨¢s. El resultado son conflictos en Siria, Irak, Yemen y Libia mientras el Estado nacional se hunde ante el empuje de movimientos milenaristas que quieren crear un Califato que una a todos los musulmanes bajo una misma autoridad pol¨ªtica y religiosa.
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Son conflictos vinculados entre s¨ª: El Asad aguanta en Damasco porque le apoyan Ir¨¢n y Hezbol¨¢ (adem¨¢s de Rusia) y porque las dem¨¢s opciones parecen peores al haberse impuesto los islamistas radicales a la oposici¨®n nacionalista laica; el odio entre chi¨ªes y sun¨ªes permite en Irak el crecimiento del Estado Isl¨¢mico, mientras las diferencias religiosas entre saud¨ªes e iran¨ªes les impiden aunar esfuerzos para atajarlo; Arabia Saud¨ª e Israel recelan del reciente pacto nuclear con Ir¨¢n porque m¨¢s que la bomba temen su regreso a la geopol¨ªtica regional como gran potencia chi¨ª; los saud¨ªes se enredan en Yemen porque ven (interesadamente) en la revuelta de los Huthi la larga mano de Ir¨¢n; Israel se enroca ¡ªquiz¨¢s comprensiblemente¡ª ante la inestabilidad que predomina en su entorno mientras afianza su ocupaci¨®n de Cisjordania, arriesgando as¨ª su futuro como Estado jud¨ªo y democr¨¢tico; L¨ªbano y Jordania se asfixian bajo cuatro millones de refugiados sirios que tambi¨¦n llegan a Turqu¨ªa, Grecia e Italia; los kurdos aprovechan el desorden de Irak para afianzar su autonom¨ªa; y en Egipto el regreso de los militares ha frustrado las esperanzas democr¨¢ticas de Tahrir mientras el ostracismo de los Hermanos Musulmanes ha dejado a Ham¨¢s sin un aliado vital. Podr¨ªa continuar, es un puzzle donde todas las piezas est¨¢n relacionadas pero no encajan.
Tenemos que dar la batalla en Internet y en las redes sociales para que no recluten combatientes
Pero el problema m¨¢s grave es la amenaza de ese engendro escapado del medievo pero con tecnolog¨ªa del siglo XXI que llamamos Estado Isl¨¢mico o Daesh, que tiene una base sun¨ª inspirada en el tradicionalismo wahabita y en el salafismo yihadista, que pretende recuperar la pureza del mensaje del islam primitivo y que se alimenta del odio y de agravios ¡ªreales o fingidos¡ª de los sun¨ªes contra los chi¨ªes. El Daesh controla un territorio equivalente a la mitad de Espa?a, se financia con petr¨®leo y ha incendiado la regi¨®n con al menos siete conflictos diferentes: exacerba los problemas locales en Irak y Siria azuzando a los sun¨ªes contra los chi¨ªes y por eso recibe el apoyo de tantos sun¨ªes (Ramadi, Palmira); un conflicto regional que involucra a Arabia Saud¨ª e Ir¨¢n, l¨ªderes de ambas facciones; un conflicto internacional porque el Califa se titula l¨ªder temporal y espiritual de toda la umma, la comunidad de los creyentes, desde Marruecos hasta Indonesia, sin olvidar otros territorios que un d¨ªa estuvieron islamizados como Al Andalus. Ya ha puesto el pie en Libia desde donde se quiere extender a T¨²nez y Argelia (atentados de Susa) y amenaza a la propia Europa con echar al mar a millares de refugiados, mientras en Nigeria cuenta con la adhesi¨®n de Boko Haram. Es, adem¨¢s, un conflicto a muerte entre fan¨¢ticos: los del Estado Isl¨¢mico y los de Al Qaeda; un conflicto ideol¨®gico entre creyentes y laicos (y entre moderados y progresistas); y un conflicto religioso que opone a musulmanes con cristianos y otras minor¨ªas. Es, finalmente, un conflicto entre el siglo VII y el siglo XXI: te¨®logos del Daesh debaten sobre si los yazid¨ªes (secta chi¨ª) son musulmanes o infieles. En el primer caso habr¨ªa que exterminarlos por blasfemos pero si son infieles bastar¨ªa con reducirlos a la esclavitud, resucitada como pr¨¢ctica cotidiana junto la crucifixi¨®n o las decapitaciones. Tambi¨¦n destruyen estatuas con una furia iconoclasta propia de siglos pasados.
Enfrentarse a todos estos conflictos superpuestos, esta amenaza global, es una tarea de titanes porque los maleantes proliferan y no hay gendarmes. Excluido el env¨ªo de tropas, la estrategia debe centrarse en debilitar al Estado Isl¨¢mico m¨¢s que en intentar destruirlo, cosa que no parece posible a corto plazo (actualmente delega competencias para evitar ser descabezado). Pero es imperativo evitar que se extienda y para ello debemos apoyar a la resistencia laica en Siria, a los peshmergas kurdos en Irak, y la formaci¨®n de un gobierno de concordia en Libia; favorecer un gobierno m¨¢s inclusivo en Irak que no margine a los sun¨ªes; evitar que el Daesh venda petr¨®leo para financiarse, mientras azuzamos sus diferencias con Al Qaeda para que nunca unan fuerzas; tenemos que dar la batalla en Internet y en las redes sociales (que estamos perdiendo) para que no sigan reclutando combatientes; y, finalmente, hay que fomentar la colaboraci¨®n entre Arabia Saud¨ª e Ir¨¢n contra el Estado Isl¨¢mico, que es su enemigo com¨²n.
Hay que fomentar la colaboraci¨®n entre Arabia Saud¨ª e Ir¨¢n contra su enemigo com¨²n
Pero las potencias regionales no colaboran: Egipto se mira el ombligo, enfrascado en una feroz represi¨®n interna; Arabia Saud¨ª est¨¢ enfangado en la guerra de Yemen mientras se afianza el nuevo monarca; Erdogan se ha embarcado en una deriva autoritaria e islamizante que nada bueno augura; Israel lleva 65 a?os sin conseguir normalizar las relaciones con sus vecinos, en un monumental fracaso diplom¨¢tico-pol¨ªtico. La buena noticia estos d¨ªas es el acuerdo de Viena con Ir¨¢n que aunque afirma que no cambiar¨¢ sus pol¨ªticas y contar¨¢ con m¨¢s dinero, probablemente estemos exagerando su influencia. Un acuerdo que puede ser precursor de otros desarrollos diplom¨¢ticos que quiz¨¢s permitan un realineamiento geopol¨ªtico regional a medio plazo que sustituya al heredado de la descolonizaci¨®n y de la Guerra Fr¨ªa, claramente obsoleto. Un nuevo equilibrio basado en un progresivo juego de influencias entre Arabia Saud¨ª, Israel, Turqu¨ªa, Ir¨¢n y Egipto. Y esto es lo que algunos temen y quieren hoy torpedear. Por eso a corto plazo continuar¨¢ la inestabilidad y la incertidumbre. Evitarlo exige una involucraci¨®n m¨¢s activa de la comunidad internacional. La reciente negociaci¨®n con Ir¨¢n marca el camino a seguir. No es f¨¢cil pero tampoco debiera ser imposible.
Jorge Dezcallar es embajador de Espa?a.
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