La tilde sentimental
Quienes hemos nacido con esos acentos ortogr¨¢ficos forzaremos cualquier argumento para defenderlos
Nuestro idioma cuenta con el acento ortogr¨¢fico, el acento pros¨®dico, el acento t¨®nico, el acento r¨ªtmico¡ y el acento sentimental. Todo hablante del castellano alberga seguramente en su interior un peque?o purista. Quien m¨¢s, quien menos, cree incorrecto algo, o le suena mal, por muy abierto que se sienta a la innovaci¨®n. Los cambios que se hab¨ªan producido cuando nacimos no nos resultan extra?os, pero s¨ª los que se desarrollan ante nosotros. Debemos contar por tanto con la vinculaci¨®n emocional del l¨¦xico.
Cu¨¢ntas cartas manuscritas y poemas de servilleta habr¨¢n contenido el adverbio ¡°s¨®lo¡± escrito con tilde; o los pronombres ¡°¨¦ste¡± y ¡°¨¦sta¡± (con tilde tambi¨¦n)¡ Y en cu¨¢ntas otras ocasiones nuestra lectura habr¨¢ agradecido el acento ortogr¨¢fico: ¡°Estuve en casa de Andrea y Ver¨®nica. Aqu¨¦lla cocina bien pintada y arreglada...¡± / ¡°Estuve en casa de Andrea y Ver¨®nica. Aquella cocina bien pintada y arreglada...¡±. En el primer caso, ¡°aqu¨¦lla¡± es un pronombre que sustituye o representa a una persona (Andrea), lo cual convierte a ¡°cocina¡± en un verbo. En el segundo ejemplo, ¡°aquella¡± (sin tilde) es un adjetivo que acompa?a a ¡°cocina¡± (¡°aquella cocina¡±) y transmuta este t¨¦rmino en un sustantivo: el lugar donde se cocina.
As¨ª, la ambig¨¹edad de sentidos se resolv¨ªa en el texto sin necesidad de acudir al contexto; y se ganaba tiempo y esfuerzo.
Cu¨¢ntas cartas manuscritas y poemas de servilleta habr¨¢n contenido el adverbio ¡°s¨®lo¡± escrito con tilde
La Academia permite tildar estos vocablos; pero recomienda no hacerlo. Los acad¨¦micos entienden, entre otras razones m¨¢s t¨¦cnicas, que el contexto siempre lo aclara todo. Y arguyen tambi¨¦n que las excepciones son tan escasas y tan rebuscadas (como las que hemos escrito en el p¨¢rrafo anterior) que no ameritan esta rareza ortogr¨¢fica del sistema. Tienen raz¨®n.
Sin embargo, quienes hemos nacido con esas tildes forzaremos cualquier argumento para defenderlas. Opondremos por ejemplo que se necesita ese rasgo en textos de apenas tres o cuatro palabras, como sucede en los titulares de prensa, en la publicidad o en los t¨ªtulos literarios o cinematogr¨¢ficos. No es lo mismo Solo en casa que S¨®lo en casa. Si la tilde no nos ayuda, el p¨²blico no entender¨¢ de qu¨¦ va la pel¨ªcula (nunca mejor dicho).
Tras aprobarse la nueva Ortograf¨ªa de 2010, el acad¨¦mico Salvador Guti¨¦rrez Ord¨®?ez aclaraba con sus acreditadas sensatez y sabidur¨ªa: ¡°Cualquier cambio ortogr¨¢fico es percibido como una agresi¨®n que afecta al h¨¢bito mismo de escribir. Provoca reacciones y debates que, una vez enfriados los ¨¢nimos, son siempre positivos¡± (EL PA?S, 6 de febrero de 2011). En efecto, los ¨¢nimos se enfriar¨¢n cuando todos los hispanohablantes hayan nacido con la nueva ortograf¨ªa ya en vigor; cuando ya nadie pueda mantener con esa tilde una relaci¨®n sentimental.
Qu¨¦ pena, ?no?
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