Pablo lleva el evangelio a los gentiles
Tra¨ªa afilado el acero de su lengua de los debates en la Universidad y en las asambleas de barrio
Camin¨® este joven airado basculando el cuerpo a derecha e izquierda hacia el monte de las Bienaventuranzas, y sentado ante una multitud de desesperados dijo: ¡°Venid a m¨ª todos los que est¨¢is cansados y agobiados y yo os aliviar¨¦¡±. Aunque caminaba en plan macho alfa con apretados vaqueros, la camisa abierta y arremangada, se present¨® ante el p¨²blico solo con la ¨²nica arma de un borbot¨®n de palabras, que eran balas de fogueo, disparadas contra resabiados periodistas de la derecha medi¨¢tica en las tertulias televisivas como un col¨¦rico serm¨®n de la monta?a.
Felices tiempos aquellos en que era tan f¨¢cil subirse a la cresta de la ira ciudadana para dar voz prof¨¦tica a los pobres, a los que lloran, a los que tienen hambre y sed de justicia, a los desesperados. No hab¨ªa forma de rebatir sus argumentos. Tra¨ªa afilado el acero de su lengua de los debates en la Universidad y en las asambleas de barrio y, por otra parte, en medio de la gran pocilga de la corrupci¨®n pol¨ªtica, sus invectivas eran tan obvias, contundentes y necesarias que a veces incluso se hac¨ªa aplaudir por sus contrincantes, quienes dec¨ªan lo mismo que los tratantes de ganado cuando intentan vender un potro con la sangre demasiado caliente. ¡°Hay que dejar que se suelte, el animal es joven y con el tiempo aprender¨¢ a no dar coces¡±.
Las tertulias en las que interven¨ªa Pablo Iglesias, el nuevo l¨ªder revelaci¨®n, multiplicaban las audiencias. Si el apocalipsis da dinero, adelante con ¨¦l, pensaban los gerifaltes de las cadenas privadas, porque la libertad de expresi¨®n es mucho m¨¢s sagrada cuando engorda la cuenta de resultados. En realidad, Pablo Iglesias dec¨ªa lo que mucha gente, su gente, la gente cabreada quer¨ªa y necesitaba o¨ªr. El populismo siempre exige la aparici¨®n de un h¨¦roe que est¨¦ dispuesto a redimir a los pobres.
La coleta pasada de moda unas veces le da un aire de profeta del S¨¦ptimo D¨ªa, versi¨®n Lavapi¨¦s, y otras, de jefe de tribu urbana dispuesto a enfrentarse solo al S¨¦ptimo de Caballer¨ªa
La coleta pasada de moda, que los hippies en los a?os sesenta hab¨ªan copiado de los apaches de las pel¨ªculas, unas veces le da a Iglesias un aire de profeta del S¨¦ptimo D¨ªa, versi¨®n Lavapi¨¦s, y otras, de jefe de tribu urbana dispuesto a enfrentarse solo al S¨¦ptimo de Caballer¨ªa. Como s¨ªmbolo ser¨¢ interesante ver en qu¨¦ ir¨¢ a parar esa coleta si un d¨ªa Pablo Iglesias llega al poder. Felipe Gonz¨¢lez entr¨® por primera vez en el Congreso de los Diputados con unas patillas de hacha, que le bajaban hasta la mand¨ªbula agreste. En su momento se pudo observar la manera en que la ascensi¨®n de Gonz¨¢lez hacia el Gobierno se correspond¨ªa con la ascensi¨®n de sus patillas hacia las orejas. El d¨ªa en que lleg¨® a La Moncloa ya las llevaba cuadradas a la altura debida. De la misma forma, los sue?os, las promesas y las expectativas de poder se van reduciendo a medida que un redentor desciende del monte de la ira y se tropieza con la realidad. La coleta de Pablo Iglesias podr¨ªa servir de prueba de su evoluci¨®n pol¨ªtica el d¨ªa de ma?ana. Cuanto m¨¢s cerca de la alta instituci¨®n de Estado, m¨¢s peinada, m¨¢s cuidada, progresivamente m¨¢s corta. Tal vez si llegara a presidente del Gobierno, Pablo Iglesias podr¨ªa presentarse sin corbata, pero con el cogote repelado a navaja.
Despu¨¦s del triunfo en las elecciones europeas, sus adversarios y enemigos sintieron que la dial¨¦ctica del cabreo popular ten¨ªa mucho peligro y comenzaron a contarle los pelos dentro de la nariz a este l¨ªder de Podemos, quien a su vez se vio obligado a conjugar aquellas palabras de fuego tan puras con las ambiciones, deserciones, zancadillas, traiciones de sus compa?eros de aventura. ?Pactar con Izquierda Unida? ?Regalar una marca que tanto ha costado colocar en el mercado? Iglesias no est¨¢ dispuesto a disolverse en la estructura de un partido que considera periclitado, pero a continuaci¨®n ha tenido que debatirse entre la necesidad de adaptarse de forma camale¨®nica a un magma ambiguo de izquierdas y hacerlo sin perder la p¨¢tina rom¨¢ntica que a Podemos le ha otorgado el 15-M.
Hay una imagen de la escena del sof¨¢. Ante un discreto y receptivo Alberto Garz¨®n se ve en la foto a un Pablo Iglesias muy sobrado, con un tal¨®n de Aquiles cabalgado sobre la rodilla contraria y los brazos crucificados a lo largo del respaldo. Ambos sonr¨ªen. Iglesias parece que est¨¢ haciendo saber a Garz¨®n que sus col¨¦ricas promesas van dirigidas al pueblo indiscriminado, solo unido por el dolor del paro, de los desahucios, de la codicia de los poderosos, de la corrupci¨®n de una casta pol¨ªtica. No hay derecha ni izquierda sino una gente que est¨¢ arriba y otra que est¨¢ abajo, los ricos y los pobres, plut¨®cratas y desheredados. Es a los gentiles airados, no a los afiliados a un partido ni a los servidores del templo, a los que Pablo Iglesias se dirige, solo que cada d¨ªa lo hace pis¨¢ndose m¨¢s la lengua para someter una c¨®lera ya difusa a hojas de c¨¢lculo, sondeos y encuestas.
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