Yo sobreviv¨ª al 'crossfit'
De todas las torturas del 'fitness' moderno, esta disciplina extrema est¨¢ en alza. ?Merece la pena tanto sufrimiento?
El crossfit no es algo nuevo. Fue creado en el a?o 2000 en California, y en Espa?a ya lleva algunos a?os siendo practicado, principalmente por polic¨ªas, militares o bomberos. Pero en los ¨²ltimos meses veo en mi Facebook c¨®mo proliferan el n¨²mero de amigos que han empezado a practicarlo y me dicen que cada d¨ªa est¨¢n abriendo m¨¢s centros a los que acude gente de todo tipo a practicar esta modalidad de entrenamiento que parece la m¨¢s extrema de toda la oferta de fitness. Que ha sido tendencia total para la operaci¨®n bikini de este a?o, vamos. No s¨¦ nada de crossfit cuando decido ir a una clase de prueba y descubrir los secretos de su ¨¦xito para cont¨¢roslo a vosotros.
Busco unas cuantas fotos en Google y lo que all¨ª veo me abalanza sobre el tel¨¦fono para reservar una plaza para esa misma tarde. Me imagino a m¨ª mismo con los abdominales de un marine estadounidense en menos de un mes, y como un aut¨¦ntico superh¨¦roe en menos de un a?o. As¨ª que all¨¢ voy. Dos amigos me comentan que me tome alguna bebida energ¨¦tica para evitar lipotimias. S¨ª, el nivel de confianza de mis amigos en mis capacidades f¨ªsicas es equivalente al de los creadores de las pulseras ¡®no pod¨¦is¡¯ en la alternancia en el poder. Me bebo un Monster tama?o grande. Error. Los nervios cuando te enfrentas a algo desconocido ahora han derivado en que llego pegando botes al centro de crossfit.
"Respiro hondo y acepto resignado que me espera la hora m¨¢s humillante de mi vida"
Est¨¢ en el centro de Madrid. Me imaginaba un gimnasio muy cuco y me encuentro la entrada de lo que podr¨ªa ser el taller de repuestos y recambios hermanos Hern¨¢ndez que hay en cada barrio de toda la vida. Los centros de crossfit no se llaman gimnasios, se llaman box, me aclara el chico que me recibe. Me dice que entre a cambiarme que empezamos en cinco. El vestuario es como el que usan los trabajadores de una f¨¢brica, nada de azulejos de dise?o, ni duchas de obra con dispensador de jab¨®n y grifer¨ªas cromadas. Cuando salgo con el atuendo cl¨¢sico de entrenar en el gimnasio me encuentro con tres t¨ªos sin camiseta y con una especie de micro short de lycra. Son los dobles de escenas de riesgo de Los Mercenarios, lo juro. Quiero huir. Aparece una chica. Es Madonna despu¨¦s de comerse un trueno. Respiro hondo y acepto resignado que me espera la hora m¨¢s humillante de mi vida cuando entran varias personas de aspecto normal, dos de ellas con sobrepeso y una de ellas que, como yo, va a tomar su primera clase. Dios aprieta pero no ahoga. Nos explican en qu¨¦ consiste el ¡°trabajo¡± de hoy. S¨®lo me entero de que hay que hacer peso muerto con barras de halterofilia ol¨ªmpica y dominadas. S¨ª, eso de subir todo el peso de tu cuerpo con los brazos y bajar despacio. Veo barras en el techo, un cubo viejo lleno de talco de magnesia. Estoy acojonado. Pero ya no tengo tiempo de volver a pensar.
Empieza el show. Calentamiento. Hay que correr durante unos minutos y enseguida se cierne el infierno. Correr hacia atr¨¢s en cuclillas. R¨¢pido porque delante tienes a los mercenarios y no puedes estorbarles. Correr con uno de ellos tirando de ti hacia atr¨¢s. Y algunas variaciones m¨¢s, sin descanso. Me ahogo, toso, estoy rojo, me duele todo. Y llevo menos de diez minutos aqu¨ª. Adem¨¢s tengo toda la ropa sucia de arrastrarme por el suelo del box, manchado de talco, y un l¨ªquido que intuyo como una mezcla de sangre, sudor y l¨¢grimas de otros que pasaron por all¨ª antes que yo. Era s¨®lo el principio. Empiezan los ejercicios. Hago el peso muerto ¨²nicamente con la barra. Lo hacemos por parejas sobre una superficie formada por una pila de colchonetas. Todo en crossfit es as¨ª, rudimentario, aut¨¦ntico, y a la vez eficaz. Sin adornos. No hay m¨²sica. Tampoco hace falta, el sonido de tus pulsaciones en las sienes est¨¢ a la altura del megatr¨®n de la Fabrik. Veo a mi pareja de baile frente a mi levantando la barra con 30 kilos a cada lado. Su cara es una mezcla de estre?imiento, orgasmo y an¨¢lisis de la informaci¨®n burs¨¢til. No puedo ver la m¨ªa pero debe ser la de un zombi con mal de altura. Fuera la barra, a las dominadas. Me toca junto al doble de Rambo. Las hace perfectas, tardando 4 segundos en bajar. Le odio. Calculo que yo tardo una media de 0,32 segundos en hacerlo.
"Hay que salir a correr calle abajo y, lo que es peor, subir corriendo cuesta arriba. Una experiencia cercana a la tortura"
Llega la siguiente ronda de ejercicios. Desde ahora y hasta el final ser¨¢n una combinaci¨®n entre ejercicios de pierna y carrera. Hay que salir a correr fuera. Calle abajo hasta el final, y lo que es peor, subir corriendo cuesta arriba. Cada tramo unos 300 metros. Es el punto ¨¢lgido de la clase. Una experiencia cercana a la tortura. En esa calle hay parejas que pasean de la mano, y lo que es peor: hay terrazas con grupos de amigos que beben jarras de cerveza helada. Se me hab¨ªa olvidado: en el Box no hay fuente para beber. Algunos se llevan su botella, pero si no hay tiempo para descansar tampoco lo hay para una minucia como hidratarse. As¨ª que bajo la calle corriendo, cruzo una calle que corta y pienso que si en ese momento me atropella un coche lo mismo me hace un favor. El ¡®m¨¢tame cami¨®n¡¯ llevado a su m¨¢xima expresi¨®n. Cuando intento subir la cuesta de regreso s¨®lo llego a la mitad. Nos reciben los monitores gritando: ?Vamos! ?Sois los ¨²ltimos! Me dan ganas de decirles que seremos los primeros en el reino de los cielos pero al final no lo hago. Dentro nos esperan tropecientas sentadillas con la barra en los hombros, combinadas con subir y bajar de un caj¨®n de unos 80 cent¨ªmetros de alto. Hay que hacer diez completas antes de soltar la barra y volver a salir a correr. Hago tres. Vuelvo a salir, y esta vez me doy la vuelta a la mitad. S¨ª, hago trampas. Otras tres personas se me unen.
"M¨¢s sentadillas, y la ¨²ltima carrera. Me digo que quiero completarla aunque me cueste la vida"
De repente nos damos cuenta de que en la puerta del Box el monitor est¨¢ asomado vigil¨¢ndonos. Cuando entramos nos hacemos los locos pero ¨¦l nos mira como si fu¨¦semos unas cucarachas despreciables que podr¨ªa aplastar con un dedo, dej¨¢ndonos claro que nos ha pillado. M¨¢s sentadillas, y la ¨²ltima carrera. Me digo a mi mismo que quiero completarla aunque me cueste la vida. Uno tiene su orgullo. Lo hago, y consigo completar 7 de las diez ¨²ltimas sentadillas. La clase ha terminado. No s¨¦ qui¨¦n soy. Ni siento ni padezco. Pero me uno al choque de manos que empieza a producirse entre todo el grupo. Un ritual espont¨¢neo o dirigido, no lo s¨¦, pero no dudo en formar parte de ¨¦l. ?Me est¨¢n felicitando y dando la bienvenida a su grupo Terminator y sus colegas! El monitor nos sonr¨ªe y aplaude, y nos comenta a los de prueba que si queremos volver hay que someterse a cuatro clases de t¨¦cnica para evitar lesiones. Es decir, hay ejercicios mucho peores que los que he practicado hoy.
He sobrevivido al crossfit. Escribo esto despu¨¦s de 4 d¨ªas sin poder moverme. La primera noche no pude dormirme hasta las cinco de la ma?ana y lo consegu¨ª tras dos antiinflamatorios para calmar el dolor de piernas. He sufrido las peores agujetas de toda mi vida, y llevo a?os yendo al gimnasio. S¨¦ que s¨®lo ha sido una clase de prueba y que me espera m¨¢s sufrimiento. Pero al d¨ªa siguiente me miro en el espejo antes de meterme en la ducha y por primera vez en mi vida descubro que tengo algo parecido a unos oblicuos. No s¨¦ por qu¨¦, pero s¨®lo puedo pensar en volver. ?Me estar¨¦ metiendo en una secta? Si sigo vivo dentro de un a?o, llamadme si ten¨¦is alg¨²n problema. Supercrossfit acudir¨¢ volando a rescataros.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.