?Somos m¨¢s cultos ahora?
La progresiva disminuci¨®n de asignaturas de humanidades en la educaci¨®n primaria y secundaria es un ataque frontal al conocimiento. No dejemos de lado el estudio de lo que es substancial para vivir de manera decente, no aburrirse y ser feliz
?Somos hoy m¨¢s cultos que ayer? Esta pregunta me resulta inquietante. Me refiero a la concepci¨®n cl¨¢sica de cultura, a la idea de cultura que engloba al mundo del pensamiento, a los conocimientos filos¨®ficos, literarios y art¨ªsticos. Pues bien, la pregunta me inquieta porque no tengo clara la respuesta.
Hay indicios contradictorios. La universidad pas¨®, alrededor de los a?os 70, de ser un centro de aprendizaje de las clases altas y medias, a incluir entre su alumnado a hijos de las clases trabajadoras que nunca hasta entonces hab¨ªan podido acceder a ella: en principio, por lo menos, la cultura se ha extendido Aunque uno tiene la sensaci¨®n de que nadie dispone de tiempo para leer libros de literatura o de pensamiento, y ni siquiera tiene afici¨®n a leer, si entras en una librer¨ªa de una cierta calidad compruebas enseguida que la oferta de libros es impresionante, sin comparaci¨®n mejor que nunca: alguien los compra. El cine, a mi modo de ver, ha empeorado bastante, cada vez las pel¨ªculas se parecen m¨¢s unas a otras, cortadas todas por el mismo patr¨®n de telefilm televisivo, pero esta es una opini¨®n muy subjetiva que no comparten la mayor¨ªa de mis amigos cin¨¦filos, no me atrever¨ªa a hacerla p¨²blica, menos a escribirla en El Pa¨ªs, denla pues por no le¨ªda.
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Ciertos indicios son, pues, aparentemente positivos. Pero otros no lo son tanto o, para decirlo claro, son francamente negativos. Una cierta pasi¨®n por el f¨²tbol, aunque no la comparta, la puedo entender, as¨ª es la condici¨®n humana. Pero tantas y tan desaforadas discusiones sobre los detalles m¨¢s nimios de cualquier partido, la intolerancia que el f¨²tbol fomenta y que suele trasladarse a disputas en otros ¨¢mbitos, entre ellos el de la pol¨ªtica; los desenfrenados gastos en fichajes y los fabulosos sueldos de los jugadores, sin que nadie se escandalice por ello cuando en otros casos se pone el grito en el cielo por remuneraciones infinitamente menores a ciertos profesionales - o cargos p¨²blicos ¨C de mucha mayor responsabilidad y trascendencia social. ?Cultura futbol¨ªstica? ?Por favor! Fanatismo y mercado.
Otro tanto sucede con la gastronom¨ªa. ?Es la gastronom¨ªa una forma de cultura? Entendida la palabra cultura en sentido amplio muy probablemente lo es, hoy este t¨¦rmino lo abarca casi todo. Pero la sobrestimaci¨®n de la gastronom¨ªa entre ciertas capas intelectuales me parece una manera de sustituir su vac¨ªo en ideas y conocimientos, cuando no su coartada moral para una conciencia culpable. A veces pienso que una cierta izquierda entr¨® en decadencia al empezar a pensar que eran compatibles sus posiciones pol¨ªticas y una desmesurada afici¨®n a la gastronom¨ªa y al f¨²tbol. Quiz¨¢s entre la obsesi¨®n sartreana por el compromiso - el engag¨¨ment, ?recuerdan? - y la frivolidad de instalarse en la ¡°nada¡± creyendo que se trataba del ¡°ser¡±, hubieran podido encontrar sensatas actitudes intermedias que no les indujeran a su c¨®modo y adormecedor enga?o.
As¨ª podr¨ªa seguir divagando sin llegar a conclusi¨®n alguna, s¨®lo apuntando dudas. Pero estas dudas decididamente me abandonan en algunos asuntos concretos sobre los que tengo certezas, quiz¨¢s equivocadas, pero que me atrever¨ªa a defender con argumentos a mi parecer convincentes. Se trata de ciertas cuestiones concretas relacionadas con la ense?anza, la televisi¨®n y las llamadas redes sociales. De la televisi¨®n me preocupa no ya su calidad general, que por supuesto, sino, especialmente, sus repercusiones que en la cultura pol¨ªtica tienen los programas de debate, cada vez m¨¢s parecidos a un match de boxeo que a una argumentada deliberaci¨®n. De las redes sociales, admitiendo por supuesto sus inmensas ventajas, me preocupan el anonimato y los tuits, ese mensaje asertivo sin espacio para razonamiento alguno. Pero dejaremos s¨®lo apuntados estos problemas y nos centraremos s¨®lo en un aspecto puntual de la ense?anza.
La sobrestimaci¨®n de la gastronom¨ªa entre ciertas capas intelectuales expresa un vac¨ªo de ideas
La progresiva disminuci¨®n de asignaturas de humanidades ¨Cliteratura, filosof¨ªa, historia, geograf¨ªa ¨C en la educaci¨®n primaria y secundaria, p¨¦rdida que hoy ya contagia a la universidad, es un ataque frontal a la cultura. En la ¨²ltima reforma de la ley de Educaci¨®n, la historia de la filosof¨ªa pasa a ser optativa y las horas de literatura disminuyen. S¨®lo con este mero hecho, a los estudiantes ¨C y a la sociedad en general ¨C se les trasmite la idea que estas materias no son importantes porque no sirven para abrirse paso en el mercado de trabajo.
Este giro no es nuevo. Desde los a?os ochenta ya hab¨ªa desaparecido la vieja asignatura sobre literatura universal, s¨®lo permanecieron literatura espa?ola y, en su caso, de la comunidad aut¨®noma con lengua distinta al castellano. En definitiva, la literatura considerada como simple lenguaje, no como hecho cultural substantivo del que el lenguaje es mero trasmisor. Goethe, Voltaire, Dostoyevsky, Tolstoi, Stendhal, Baudelaire, Mann, Kafka, Proust, Faulkner, Camus y tantos otros, son por lo visto prescindibles. Hoy los menores de cincuenta a?os no saben ni siquiera en qu¨¦ ¨¦poca situarlos.
Los debates televisivos se parecen m¨¢s a un match de boxeo que a una argumentada deliberaci¨®n
Esto suceder¨¢ ahora con la filosof¨ªa, el n¨²cleo del pensamiento, al pasar a optativa la asignatura sobre su historia. ?Se puede comprender lo que hoy nos pasa sin estudiar a aquellos que reflexionaron sobre lo que pasaba en su tiempo? ?Pueden entenderse cabalmente las cuestiones de m¨¦todo en cualquier ciencia, es m¨¢s, pueden entenderse los fundamentos de la cultura occidental, sin estudiar el decisivo paso que dieron los fil¨®sofos presocr¨¢ticos?
El formidable ¨¦xito de la excelente colecci¨®n de libros sobre los grandes fil¨®sofos, dirigida por el profesor Manuel Cruz, que se reparte semanalmente con El Pa¨ªs, es reconfortante e indica la sed de conocimiento de unos ciudadanos que, adem¨¢s de ser competentes en su trabajo, quieren saber m¨¢s, est¨¢n preocupados por las eternas cuestiones que el hombre se ha ido planteando a lo largo de la historia. ?Podr¨¢n unos estudiantes que no tienen ni idea de estos hitos del pensamiento recurrir a ellos si no sabr¨¢n ni siquiera en qu¨¦ siglo han vivido?
Est¨¢n bien la inform¨¢tica, el ingl¨¦s y otras asignaturas instrumentales, pero no dejemos de lado el estudio de aquello que quiz¨¢s no sirve como medio para ganarse la vida pero que es substancial para vivirla de manera decente, incluso para no aburrirse y ser feliz. Quiz¨¢s el mercado soluciona mejor que nadie la producci¨®n de bienes pero, como dijo Octavio Paz, ¡°no es una respuesta a las necesidades m¨¢s profundas del hombre. En nuestros esp¨ªritus y en nuestros corazones hay un hueco, una sed que no pueden satisfacer las democracias capitalistas ni la t¨¦cnica¡±.
Francesc de Carreras es profesor de Derecho Constitucional.
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