Los Donald Trump europeos
"Lo siento, ya no cabemos".Un grupo de refugiados rescatados por los guardacostas italianos llega a Palermo. Foto: ACNUR/F. Malavolta.
[Este art¨ªculo es el primero de una serie que iremos publicando desde la Fundaci¨®n porCausa dentro de nuestro l¨ªnea de investigaci¨®n sobre refugiados e inmigraci¨®n.]
Xavier Garc¨ªa Albiol no es xen¨®fobo del mismo modo que Luigi Brugnaro no es hom¨®fobo. Cuando el candidato del Partido Popular en Catalu?a afirma que los gitanos rumanos son una ¡°plaga¡± y el alcalde de Venecia retira de las bibliotecas p¨²blicas cuentos infantiles con mensajes ¡°innaturales¡±, ambos expresan su m¨¢ximo respeto por los extranjeros pobres y los homosexuales¡ a condici¨®n de que se mantengan a una distancia sanitaria de la gente decente. Sus casos se han convertido en una caricatura del tipo de actitud que se extiende como un herpes entre los ciudadanos y gobiernos de la UE, dispuestos a pontificar sobre los derechos y libertades ajenas, siempre y cuando estos se ejerzan en alguna otra parte.
Lamentablemente, en el caso de la crisis de refugiados a la que hace frente Europa, esta suerte de solidaridad ¡®remota¡¯ choca con los hechos y con la ley. M¨¢s a¨²n, el fracaso moral y pol¨ªtico de nuestros gobiernos envilece a sus sociedades e impide un debate racional sobre las instituciones y normas que optimicen la movilidad internacional de seres humanos. Les propongo salir del atolladero con un peque?o plan en tres pasos: cumplir la ley, actuar de acuerdo a nuestros valores y abrir el debate sobre una nueva pol¨ªtica migratoria europea.
El primer paso admite poca discusi¨®n. La UE se enfrenta a una crisis de desplazamiento forzoso hacia nuestros pa¨ªses que no tiene precedentes hist¨®ricos y que recuerda p¨¢lidamente a las que se producen cada a?o en regiones como Chad, RD del Congo o L¨ªbano. Si en estas emergencias humanitarias -que multiplican a la de la UE en el n¨²mero de afectados y la pobreza de los pa¨ªses de acogida- los europeos han sido capaces de exigir a otros sus obligaciones legales, seguro que tambi¨¦n pueden record¨¢rselas a s¨ª mismos en alguna de esas poco edificantes cumbres en las que los ministros del Interior desfilan como pla?ideras mientras menudean bajo la mesa con las bolsas de refugiados.
Una cuesti¨®n diferente es el alcance de la solidaridad que va m¨¢s all¨¢ de la ley. Los rescates en el mar, los beneficios sociales de los asilados o el volumen de los programas de cooperaci¨®n con las v¨ªctimas en origen dependen de la escala de valores que estemos dispuestos a aplicar en cada caso. Personalmente, el dilema no es tan complicado: piensen ustedes simplemente si les gustar¨ªa que sus hijos acaben pareci¨¦ndose m¨¢s a Garc¨ªa Albiol o alguno de los m¨¦dicos y militares que se desga?itan cada d¨ªa en el Mediterr¨¢neo salvando la vida de hombres, mujeres y ni?os. Hasta este momento ning¨²n pa¨ªs europeo (con la posible excepci¨®n de Alemania e Italia) ha dado un paso al frente para reconocer ante al mundo que nuestra responsabilidad no es muy diferente de la que otros asumieron con nosotros cuando lo necesitamos. En el caso de Espa?a, donde muchos de los que tuvieron que huir todav¨ªa est¨¢n vivos, la comparaci¨®n es sencillamente obscena.
Queda entonces la posibilidad de considerar una seria reforma del sistema. Si algo ha demostrado esta crisis -y, de forma menos espectacular, los a?os anteriores- es que el modelo est¨¢ roto. La radioactividad del debate migratorio ha puesto las pol¨ªticas p¨²blicas en manos del Sheriff de Nottingham. Nos escandalizan las declaraciones de Donald Trump, pero ?realmente creen que el Gobierno h¨²ngaro, el Frente Nacional franc¨¦s, el Ministro de Exteriores brit¨¢nico o el Ministro Fern¨¢ndez D¨ªaz (recuerden: refugiados como ¡°goteras¡±) proponen algo esencialmente diferente? El terror a la invasi¨®n de musulmanes y enfermos cr¨®nicos se traduce en una prevenci¨®n contra cualquiera que se acerque, incluyendo los demandantes de asilo. Y ayuda muy poco que pol¨ªticos y medios de comunicaci¨®n (empezando por este desde el que les escribo) insistan en confundir los t¨¦rminos denominando ¡°desaf¨ªo migratorio¡± a la huida desesperada de civiles de un conflicto.
No es cierto que Europa no tenga una pol¨ªtica migratoria com¨²n: entre 1990 y 2010, 70 de las 92 reformas legislativas que se produjeron en los pa¨ªses europeos en este campo ten¨ªan como prop¨®sito introducir obst¨¢culos a la llegada y permanencia de trabajadores extranjeros de baja y media cualificaci¨®n. La pol¨ªtica migratoria com¨²n europea es impedir las migraciones. Para eso sirve Frontex, los centros de internamiento, las vallas, la exclusi¨®n sanitaria y el insoportable intervencionismo en los mercados laborales en los que participan ciudadanos no comunitarios. Son verdaderos combustibles para la inmigraci¨®n irregular. Los acuerdos que exploran mecanismos m¨¢s ¨¢giles e inteligentes de movilidad (como el Proceso de Rabat, el Di¨¢logo UE-Am¨¦rica Latina o los Partenariados de Movilidad) son figuras institucionales de museo, impulsadas casi exclusivamente por la Comisi¨®n Europea y ajenas a cualquier circuito principal de toma de decisiones.
Lo que no tiene la UE ¨Cy necesita desesperadamente- es una pol¨ªtica adaptada a los verdaderos determinantes de la movilidad de los seres humanos: conflictos, persecuci¨®n y desastres naturales, en el caso de los refugiados; desigualdad y oportunidades de empleo, en el caso de los emigrantes. Una pol¨ªtica que incentive esa movilidad en vez de bloquearla, porque la emigraci¨®n segura es fuente de beneficios extraordinarios para todos los que est¨¢n involucrados en ella.
Solo alguien como Donald Trump y sus pares europeos puede creer que una valla o un arma frenar¨¢n la llegada de extranjeros. La gobernabilidad ¨Cque no el control absoluto- de los flujos migratorios vendr¨¢ de un sistema de incentivos en el que las tres partes (pa¨ªses de origen y destino, as¨ª como los inmigrantes) entiendan que tienen m¨¢s que ganar operando dentro de las reglas del juego que fuera de ellas. Eso exige una creatividad institucional y pol¨ªtica que hemos conocido en otros asuntos pero que en este brilla por su ausencia. La mejor manera de defendernos de xen¨®fobos y cobardes es pasar a la ofensiva.
[Este trabajo para el Center for Global Development profundiza en muchos de estos argumentos repasando las herramientas pol¨ªticas e institucionales que podr¨ªa utilizar la UE.]
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