Catalu?a: la encrucijada
Mas, Junqueras y sus seguidores han armado unos t¨®picos para justificar la independencia
En una conferencia pronunciada en la UNED hace varios meses, ??igo Errej¨®n esgrimi¨® un ejemplo de alto riesgo para resaltar la importancia de la claridad de ideas. Adolf Hitler habr¨ªa proporcionado una explicaci¨®n v¨¢lida de la crisis, provocada por ¡°la confabulaci¨®n de las potencias internacionales y la usura de los banqueros jud¨ªos¡± (sic), quienes ¡°habr¨ªan puesto de rodillas a Alemania¡±. Sin embargo, advierte, que falsa o verdadera la coherencia de su discurso le permiti¨® construir una realidad, el dominio del nacionalsocialismo.
La apreciaci¨®n es del todo aplicable a cuanto ocurre en Catalu?a. Mas, Junqueras y el coro de seguidores han acu?ado un relato lleno de simplificaciones y falsedades en torno al lema central de ¡°Espa?a contra Catalu?a¡±, que justificar¨ªa la declaraci¨®n unilateral de independencia. Un grupo de historiadores militantes, encabezados por Josep Fontana, le avala. Los mismos t¨®picos se repiten machaconamente y todo argumento en contrario es ignorado. Siguiendo una aplicaci¨®n de las t¨¢cticas que permiten el despliegue del efecto-mayor¨ªa ¡ªa on va la gent, fa cap Vicent¡ª, han conseguido as¨ª llenar el escenario social, con el fervor de una masa de hinchas del Bar?a. Guste o no, el procedimiento ha funcionado, borrando de la visibilidad y de la condici¨®n de catal¨¢n a quien no asuma el independentismo.
Frente a ello, no ha habido sino el rechazo monocorde del Gobierno, con la Constituci¨®n a modo de muralla china, y una confusi¨®n generalizada, incluso en el PSOE-PSC, yendo m¨¢s all¨¢ incluso de la equidistancia condenada por Felipe Gonz¨¢lez: Rajoy es el ¨²nico enemigo. Ciutadans est¨¢ solo, como en la otra vertiente UDC. La mayor¨ªa de los intelectuales, despu¨¦s del aldabonazo que diera Rubio Llorente a favor de la consulta, han optado por quedarse al margen y no desgastarse en la pugna. El ¡°me duele Espa?a¡± est¨¢ hoy tan mal visto como entrar en el recinto sagrado de Mas para proclamar que tambi¨¦n duele esa transformaci¨®n de la Catalu?a de Espr¨ªu, la que en los sesenta sirviera de faro a los dem¨®cratas de la pell de brau, en la de los herederos del Estat Catal¨¤ de los treinta. Catalu?a es hoy un mito al servicio de un nacionalismo de exclusi¨®n.
Lo que m¨¢s irrita al ¡°soberanismo¡± es la comparaci¨®n con esos antecedentes de los a?os treinta, al impulsar la Generalitat una homogeneizaci¨®n forzosa de las ideas en la sociedad catalana. Sobran pruebas. ?Ofrece el Gobierno de Mas un marco pluralista donde se confronten las distintas opciones de futuro?, ?deslinda los campos entre la instituci¨®n y los partidos independentistas?, ?hay algo en su discurso que no sea descalificaci¨®n de la inserci¨®n en Espa?a?, ?respeta el marco legal en funci¨®n del cual ejerce el poder?
Catalu?a no es la Eslovenia del 90% de independentistas
Los rasgos totalistas son incuestionables. Distinci¨®n entre pureza (Catalu?a, independentistas, s¨ª) e impureza (Espa?a, negaci¨®n de Catalu?a, no). Monopolio del discurso p¨²blico desde la Generalitat, sacralizando el s¨ª como instrumento del ¡°pueblo catal¨¢n¡±; condenando el no como oposici¨®n a Catalu?a. Sacralizaci¨®n del nombre de Catalu?a, esencia suprahist¨®rica, portadora desde tiempo inmemorial de un ansia democr¨¢tica negada por Espa?a. Arrepentimiento tipo confesi¨®n: amaban a Espa?a, buscaron pactar, pero ya solo cabe el divorcio pol¨ªtico. Lengua de palo en los elogios y las descalificaciones a cr¨ªticos y disidentes (Mas sobre la carta de Felipe: ¡°panfleto incendiario¡±). Cierre del espacio p¨²blico ¡ªGeneralitat, TV3¡ª a toda expresi¨®n alternativa (Borrell). Los del no ni existen pol¨ªticamente ni deben existir: son para la Generalitat ciudadanos de segunda clase cuya opini¨®n no cuenta; que sigan fieles a La Roja. Si este entramado ideol¨®gico no supone un totalitarismo horizontal, ?qu¨¦ es?
Catalu?a no es la Eslovenia del 90% de independentistas. ?nicamente cuando existe un predominio estable y con mayor¨ªa cualificada de la opci¨®n independentista tiene sentido la autodeterminaci¨®n. Nunca con el 45%. A?adiendo que la fragmentaci¨®n de Estados democr¨¢ticos en la UE es siempre negativa. Pero la hip¨®tesis cabe, despu¨¦s de la desafortunada experiencia de este quinquenio, y de consolidarse una mayor¨ªa del 60% en m¨¢s de una elecci¨®n normal, conviene que exista un cauce constitucional para la nueva situaci¨®n. El paso previo ser¨ªa la reforma federal del Estado, abierta a esa perspectiva. Algo alcanzable dentro de la Constituci¨®n de 1978 (art¨ªculos 167-168). Solo que no sirve el di¨¢logo, mientras siga el mon¨®logo anticonstitucional de Mas, previsiblemente triunfante por un sistema electoral injusto. Y el rechazo debiera ser tan efectivo como abierto a desarrollos ulteriores.
Antonio Elorza es catedr¨¢tico de Ciencia Pol¨ªtica.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.