Espa?a ante el 27-S
Es la hora de defender la naci¨®n constitucional, con las reformas necesarias para mejorar su articulaci¨®n y el funcionamiento del Estado. Ese es nuestro ¨¢mbito de convivencia: su quiebra supondr¨ªa rupturas y enfrentamientos perjudiciales para todos
La historia de un fracaso compartido: eso es lo sucedido en los ¨²ltimos a?os entre la Generalitat y el Gobierno central. Por supuesto, la gran responsabilidad recae en el Gobierno de la Generalitat y las fuerzas pol¨ªticas y sociales que le han dado apoyo. Pero, a otro nivel, el Gobierno central no ha hecho esfuerzo pol¨ªtico alguno para encauzar el problema. Sin querer equiparar la responsabilidad de ambos, ni uno ni otro, cada uno en su ¨¢mbito, han estado a la altura de las circunstancias.
La Generalitat no ha estado a la altura porque su Gobierno ha actuado de un modo populista y victimista, ha forzado al m¨¢ximo la presi¨®n sobre las instituciones de la sociedad catalana y sobre los medios de comunicaci¨®n para dar a entender que en Catalu?a el deseo de independencia era pr¨¢cticamente un¨¢nime. Los elementos utilizados para ello han sido, entre otros, el sesgado c¨¢lculo de las balanzas fiscales, la demagogia sobre el maltrato econ¨®mico a Catalu?a, el falseamiento de la historia en la conmemoraci¨®n del a?o 1714, expresiones insultantes como el lema Espa?a nos roba, que f¨¢cilmente pueden generar resentimiento entre ciudadanos, o el uso de s¨ªmbolos como instrumentos partidistas en vez de como lazos de uni¨®n.
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Cabe destacar tambi¨¦n el perjuicio a la ¨¦tica pol¨ªtica que ha provocado el desprecio por el derecho, al situar una supuesta voluntad del pueblo por encima de leyes y sentencias, incumplidas adem¨¢s ostentosamente por las autoridades catalanas, as¨ª como la simplificaci¨®n de la idea de democracia al dejarla reducida al ejercicio de un gen¨¦rico derecho a votar, con menosprecio de los principios de legalidad, representaci¨®n pol¨ªtica, pluralismo y divisi¨®n de poderes, esenciales e insustituibles en cualquier Estado democr¨¢tico de derecho. Las tensiones y fracturas que todo ello ha suscitado son responsabilidad del Gobierno de la Generalitat.
Por su lado, el Gobierno espa?ol tampoco ha estado a la altura de las circunstancias porque ha permanecido impasible ante tal situaci¨®n, sin adoptar ning¨²n gesto o medida de acercamiento, no tanto a las instituciones desleales de Catalu?a, sino a sus ciudadanos, tambi¨¦n ciudadanos espa?oles, que se han sentido faltos de ayuda y apoyo. Lo que esperaban muchos catalanes del Gobierno de Espa?a eran r¨¦plicas rigurosas a los argumentos nacionalistas (balanzas fiscales, presunta discriminaci¨®n econ¨®mica, tergiversaciones hist¨®ricas, permanencia en la UE), informes de respetados especialistas sobre las consecuencias econ¨®micas, jur¨ªdicas y c¨ªvicas de una ruptura territorial, as¨ª como una mayor cercan¨ªa emocional. Nada de esto ha hecho el Gobierno de Espa?a. Simplemente se ha limitado, en los supuestos m¨¢s llamativos, a interponer recursos judiciales ¡ªun estricto deber, por lo dem¨¢s¡ª que han resultado insuficientes para evitar que se instalara en la mentalidad de muchos catalanes la idea de que una ruptura era posible, f¨¢cil y conveniente.
Ni de una parte ni de otra, adem¨¢s, se ha querido considerar que en el desarrollo de los acontecimientos durante estos ¨²ltimos a?os ha influido, y tal vez de manera determinante, el clima social, econ¨®mico y pol¨ªtico que ha dominado en Espa?a. He aqu¨ª otra consecuencia de la crisis econ¨®mica e institucional: interesadamente magnificada para la ocasi¨®n, ha aportado nuevos motivos para la separaci¨®n, poniendo en cuesti¨®n las bases constitucional, econ¨®mica, social y cultural del conjunto. Dicho coloquialmente: s¨®lo en una Espa?a que funcione bien recuperar¨¢ la sociedad catalana su vitalidad, empuje y sensatez.
Hay que recuperar el ¨ªmpetu intelectual y el coraje civil, pol¨ªtico y moral de la Transici¨®n
Ha llegado, pues, el momento de reflexionar con urgencia sobre las reformas que pueden resultar convenientes, desde cambios en la Constituci¨®n hasta cambios hoy necesarios en econom¨ªa, educaci¨®n y cultura, Estado del bienestar, con el objetivo de contribuir a un aumento de la riqueza y a la reducci¨®n de la desigualdad social. La nueva etapa de la vida espa?ola debe estar presidida por un esp¨ªritu reformista, que recupere el ¨ªmpetu intelectual y el coraje civil, pol¨ªtico y moral, de los mejores pasajes de la Transici¨®n.
?nicamente as¨ª podr¨¢ superarse el mal llamado problema catal¨¢n. Y mejor confiar m¨¢s en el empuje de la sociedad, de los individuos que la componen, que esperarlo todo, pasivamente, de las instituciones p¨²blicas. Estas instituciones nunca desempe?ar¨¢n su funci¨®n adecuadamente sin unos ciudadanos que las impulsen, las controlen, participen en ellas y, a trav¨¦s de los mecanismos democr¨¢ticos, las lideren. La clase pol¨ªtica no puede distanciarse tanto de la sociedad como ha sucedido en la ¨²ltima d¨¦cada, pero tampoco la sociedad debe despreciar tanto a los pol¨ªticos, escogidos directa o indirectamente por los ciudadanos, en cierta manera su propio reflejo. Regenerar implica, ante todo, reformar las instituciones p¨²blicas y dinamizar la vida social.
La soluci¨®n, en todo caso, exigir¨¢ pedagog¨ªa democr¨¢tica y cambios en el modelo territorial de Estado. Estos cambios deben basarse en los valores de libertad e igualdad de los ciudadanos, no en el cultivo ensimismado y narcisista de las peque?as diferencias, con frecuencia m¨¢s inventadas que reales. Un Estado es s¨®lo un instrumento para garantizar esta libertad y esta igualdad, inseparables de la solidaridad, y no es su misi¨®n fomentar moldes identitarios que suelen oponer l¨ªmites ileg¨ªtimos al ejercicio de los derechos fundamentales basados en dichos valores. Una sociedad libre nunca es homog¨¦nea sino que es plural. Plural es Catalu?a, plural tambi¨¦n el resto de Espa?a, plural el conjunto de ambas. Una sociedad en la que los individuos disfruten de iguales derechos es la ¨²nica garant¨ªa para superar conflictos territoriales.
La sociedad catalana s¨®lo recobrar¨¢ su vitalidad, empuje y sensatez en una Espa?a que funcione bien
Es la hora de defender la naci¨®n constitucional, es decir, al conjunto de los espa?oles unidos por los principios y reglas de la Constituci¨®n. Esta naci¨®n necesita reformas que mejoren la articulaci¨®n y el funcionamiento del Estado en el que est¨¢ organizada. Esta naci¨®n es nuestro ¨¢mbito de convivencia y su quiebra supondr¨ªa la ruptura de esta convivencia, nos conducir¨ªa hacia divisiones y enfrentamientos que no beneficiar¨ªan a nadie y perjudicar¨ªan a todos.
La naci¨®n constitucional no es el conjunto de espa?oles a la b¨²squeda de una pretendida identidad colectiva basada en la lengua, la cultura o la tradici¨®n hist¨®rica, sino el conjunto de ciudadanos unidos por los valores constitucionales, los grandes valores provenientes de la Ilustraci¨®n: la libertad, la igualdad, la solidaridad, el respeto a los derechos fundamentales, la democracia, el pluralismo ideol¨®gico, pol¨ªtico y cultural. El C¨ªrculo C¨ªvico de Opini¨®n defiende esta idea de naci¨®n constitucional como el mejor ant¨ªdoto de fracturas internas y, al tiempo, subraya la necesidad de mostrarse abierto a todas las reformas constitucionales e institucionales necesarias para mejorar el funcionamiento de nuestro Estado.
Francesc de Carreras, profesor de Derecho Constitucional, y Jos¨¦ Luis Garc¨ªa Delgado, catedr¨¢tico de Econom¨ªa, en representaci¨®n del C¨ªrculo C¨ªvico de Opini¨®n.
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