En el federalismo est¨¢ la soluci¨®n
La clave es ir a votar, primero, y seguir dialogando, despu¨¦s, en b¨²squeda de acuerdos satisfactorios para la mayor¨ªa
Son muchos los hombres y mujeres que ocuparon la calle en Barcelona el pasado 11 de septiembre para celebrar la Diada, o, mejor dicho, en este caso, para reivindicar la independencia de Catalu?a. Las im¨¢genes que hemos visto son impresionantes. Nada que objetar. Ha sido un ¨¦xito. La capacidad de movilizaci¨®n de las asociaciones y fuerzas pol¨ªticas que defienden la independencia est¨¢ m¨¢s que demostrada. Se puede respirar mucha ilusi¨®n en la consecuci¨®n de ese objetivo. Hay unas innegables y acusadas dosis de emoci¨®n y sentimiento en las manifestaciones de los cientos de miles de personas que de manera insistente reivindican la independencia de Catalu?a.
Pero aunque son muchas, y merecen toda consideraci¨®n, sin embargo, son menos; menos que los cientos y cientos de miles de hombres y mujeres, en su inmensa mayor¨ªa silentes o muy discretos, que o bien no muestran ning¨²n inter¨¦s por la consecuci¨®n de ese objetivo, o bien directamente lo rechazan. Eso es lo que cabe deducir, sin ning¨²n g¨¦nero de duda, de las distintas encuestas de opini¨®n que van apareciendo, y, muy especialmente, de la del CIS. Punto arriba o punto abajo, cabe aventurar que alrededor del 45 % de las personas que han decidido a qui¨¦n votar optar¨¢ por los partidos o listas independentistas, mientras que alrededor de un 55 % lo har¨¢ por aquellas otras fuerzas pol¨ªticas que descartan tal posibilidad. La diferencia, aunque pueda parecer peque?a, es muy significativa: alrededor de un 10 %.
A partir de este escenario base cabe hacer distintas observaciones, de car¨¢cter meramente f¨¢ctico o de cariz valorativo. Veamos algunas:
? La primera es evidente, aunque se est¨¢ realizando un gran esfuerzo para que la olvidemos. Que lo que se celebra el 27-S son, seg¨²n dispone la ley, elecciones a diputados del Parlament de Catalunya. Aunque el an¨¢lisis que hagamos ahora maneje otras claves, eso es algo que no podemos olvidar, para que nadie se llame a enga?o: el 27-S, en realidad, no se vota a favor o en contra de la independencia de Catalu?a, se vota a candidatos a diputados al Parlamento de Catalu?a.
El 27 de septiembre no se vota sobre la independencia, sino que se elige a diputados
? Pero asumiendo que, desde un punto de vista pol¨ªtico o sociol¨®gico, estas elecciones pudiesen orientarnos con cierta precisi¨®n sobre la posici¨®n de los ciudadanos de Catalu?a en torno a la cuesti¨®n de la independencia, observamos que, de acuerdo con el estudio del CIS, el 26 % de las personas encuestadas o bien a¨²n no sabe a qui¨¦n votar o bien no contesta. La cifra es tan importante que, en el supuesto de que una parte relevante de esas personas decidiera finalmente ir a votar por una u otra opci¨®n pol¨ªtica se podr¨ªa ver sustancialmente alterado el porcentaje a que antes se hac¨ªa referencia, en uno u otro sentido.
? Dado que, como estamos comprobando, las personas a favor de la independencia se encuentran muy motivadas y movilizadas, y quienes rechazan esa alternativa prefieren, por distintos motivos, no visibilizarse mucho, cabe presumir que de las personas indecisas que finalmente vayan a votar la mayor parte de ellas optar¨¢ por alguno de aquellos partidos pol¨ªticos contrarios a la independencia. No se trata de una mera especulaci¨®n, sino de algo bien estudiado: los que dudan o prefieren no pronunciarse son, en su mayor¨ªa, aquellos que no comparten el sentimiento o la emoci¨®n que m¨¢s presencia p¨²blica tiene.
? Y en todo caso, aunque lo que se presume en el punto anterior no acabara sucediendo, lo que parece inevitable es que la correlaci¨®n de fuerzas, medida en n¨²mero de votos, entre las fuerzas pol¨ªticas partidarias de la independencia y las que niegan esa posibilidad no acabar¨¢ inclin¨¢ndose de manera rotunda a favor de una u otra opci¨®n. La sociedad catalana, en fin, se encuentra profundamente dividida en torno a esta cuesti¨®n.
Si lo anterior es cierto, y no hay ni un solo motivo para pensar que no lo es, el 28 de septiembre nos encontraremos pr¨¢cticamente en la misma situaci¨®n que antes de que comenzara esta campa?a electoral:
? Con una Constituci¨®n que, al estar basada en la unidad del propio Estado ¡ªcomo es natural, y como sucede con las Constituciones de los Estados de nuestro entorno pol¨ªtico-jur¨ªdico¡ª, ni siquiera contempla la posibilidad de que una parte del mismo se independice, por lo que, para que esto fuera alg¨²n d¨ªa posible, ser¨ªa preciso llevar a cabo, con car¨¢cter previo, una reforma de la misma por el procedimiento agravado. Que, en t¨¦rminos generales, exige reunir el voto favorable de al menos 2/3 de cada C¨¢mara, disolver estas, volver a convocar elecciones, obtener de nuevo el voto a favor de al menos 2/3 de cada C¨¢mara reci¨¦n constituida, y, finalmente, y con car¨¢cter obligatorio y vinculante, la celebraci¨®n de un refer¨¦ndum entre todos los espa?oles.
Despu¨¦s del 27-S nos encontraremos pr¨¢cticamente en la misma situaci¨®n que antes
? Y con una sociedad que, empujada por ciertas fuerzas pol¨ªticas y sociales, de diferente orientaci¨®n ideol¨®gica, corre el riesgo cierto de fracturarse entre quienes defienden unas ideas y quienes abogan por otras, al haberse exacerbado hasta la extenuaci¨®n el sentimiento identitario excluyente.
La salida de este grave embrollo pasa, por un lado, por acudir masivamente a las urnas el pr¨®ximo 27-S, a fin de elegir a los nuevos diputados del Parlament de Catalunya; y, ya de paso, conocer con mayor exactitud qui¨¦nes est¨¢n a favor de que se reconozca a Catalu?a la posibilidad de ser alg¨²n d¨ªa Estado independiente, y qui¨¦nes prefieren mantener la unidad del Estado espa?ol, sin perjuicio de que el mismo pueda ser reformado para mejorar su organizaci¨®n y funcionamiento.
La clave, por consiguiente, es esa: ir a votar, primero, y seguir dialogando, despu¨¦s, en b¨²squeda de acuerdos satisfactorios para todos o, al menos, para la inmensa mayor¨ªa. Porque sabemos que el uso de la fuerza, cuando no est¨¢ as¨ª previsto en la ley, no puede ser una opci¨®n leg¨ªtima en un Estado democr¨¢tico de Derecho como lo es el nuestro. Ser dem¨®crata pasa inevitablemente por aceptar esto: en primer lugar, que hay que respetar la ley, incluida, por supuesto, y antes que nada, la Constituci¨®n; y, en segundo t¨¦rmino, que no es leg¨ªtimo parapetarse tras esta para negar la posibilidad de que se produzcan cambios que una parte muy importante de la sociedad considera necesarios.
En definitiva, lo que hay que hacer es seguir construyendo Estado desde el respeto a la ley y atendiendo a las demandas del principio democr¨¢tico. Si adem¨¢s lo que se busca es que todas las partes de ese Estado se encuentren c¨®modas dentro de ¨¦l, porque el nuestro sea, como lo es, un Estado con una importante diversidad territorial, la respuesta cae por su propio peso: en el federalismo est¨¢ la soluci¨®n.
?Antonio Arroyo Gil es profesor de Derecho constitucional en la Universidad Aut¨®noma de Madrid. @AArroyoGil
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