El derecho a no decidir
Ning¨²n Estado renunciar¨ªa al 20% del PIB con las leyes internacionales y nacionales a su favor
Sospecho que en Catalu?a no se est¨¢ entendiendo lo que pasa en Catalu?a. En pocas palabras: que, a conciencia de que la secesi¨®n es impracticable, los nacionalistas llevan meses y meses ejerciendo su derecho a no decidir. El pasado 9 de noviembre, a las preguntas ¡°?Quiere que Catalu?a sea un Estado?¡± y ¡°?Quiere que este estado sea independiente?¡± respondieron S¨ª y S¨ª (pero no mayoritariamente) 1.861.753 votantes. Es de presumir que en el mismo sentido y en una proporci¨®n an¨¢loga respecto al total de posibles electores se expresen a su vez los llamados a las urnas el 27 de septiembre.
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Los t¨¦rminos gen¨¦ricos y abstractos del 9 de noviembre, como las propuestas separatistas del pr¨®ximo 27, escond¨ªan que la verdadera cuesti¨®n sometida a los ciudadanos era la que se contiene en la frase de Francesc Pujols popularizada en una versi¨®n no literal: ¡°?Llegar¨¢ un d¨ªa en que los catalanes, por el simple hecho de serlo, iremos por el mundo y lo tendremos todo pagado¡±?
La independencia es un anhelo universal, pero no alego sino casos cercanos a m¨ª. Durante decenios, yo no he salido de casa en coche sin pasar inmediatamente por una de dos EEMMDD (Entidad Municipal Descentralizada): por un lado Bellaterra, sede de mi universidad; por el otro, Valldoreix, camino obligado al aeropuerto o, ahora, al AVE. Ambas son zonas residenciales, de pomposas torres ('chal¨¦s'); ambas aspiran a salir de los ayuntamientos de Sant Cugat o Cerdanyola y alcanzar la plenitud de uno propio, y para ello hasta han celebrado ya alg¨²n ¡°proc¨¦s participatiu¡±. La Moraleja, la m¨¢s lujosa de las urbanizaciones en el entorno de mi ciudad, Madrid, lleva a?os pretendiendo separarse de Alcobendas. En Italia, mi segundo pa¨ªs, los casos similares van desde Ostia contra Roma a la fantasmag¨®rica Padania.
Raimon Obiols, repetido candidato del PSC a la presidencia de la Generalidad, afirmaba en 1988 que si para lograr la independencia de Catalu?a bastara con apretar un bot¨®n, sin ninguna contrapartida negativa, la mayor parte de los catalanes lo apretar¨ªa. No percibo cambios sustanciales desde 1988 (ni desde bastante atr¨¢s) en el actual panorama del Principado. Si acaso, se me viene a la memoria la pintada que hacia 1980 vi m¨¢s de una vez en el antiguo reino de Le¨®n: ¡°Palencia, autonom¨ªa ahora, ma?ana independencia¡±. Dec¨ªa Jaime Gil de Biedma en el 68 que donde se le¨ªa un rotundo ¡°Exigimos...¡± hab¨ªa que reconocer un modesto ¡°Nos gustar¨ªa...¡±
La independencia s¨®lo podr¨ªa debatirla con el estado una Catalu?a que previamente la hubiera conseguido
La independencia de Catalu?a es una apetencia et¨¦rea, una vaga aspiraci¨®n delicuescente, que puede defenderse y mantenerse justamente por su condici¨®n de tal. Sin una multitud de concreciones y detalles imprescindibles para formar juicio, votar la independencia es votar ¨²nicamente una idea plat¨®nica, una figura po¨¦tica. Porque todos, salvo un n¨²mero de iluminados y simples (?ximples?) que por fuerza ha de ser reducido, todos saben que la independencia es imposible. Lo es por un arsenal de motivos, pero m¨¢ximamente por uno: ning¨²n estado renunciar¨ªa al 20% del PIB teniendo a su favor las leyes nacionales e internacionales y la fuerza democr¨¢tica para aplicarlas.
Por ende, los secesionistas confesos o reprimidos pueden apoyar su ensue?o con la tranquilidad de que no es m¨¢s que eso: ilusi¨®n y wishful thinking (en castellano: el pintar como el querer). Otro gallo cantar¨ªa si se tratara de optar de veras por las medidas precisas que la independencia supone.
El Llibre blanc de la Transici¨® Nacional repasa algunas de ellas, con los problemas que conllevan: nacionalidad, sucesi¨®n de administraciones y contratos, comunicaciones y transportes, gas y electricidad, financiaci¨®n, seguridad social, etc., etc. Para todas contrapone el eximio Viver i Pi-Sunyer las salidas accesibles seg¨²n se pacten o no con el gobierno de Espa?a. Pero estamos en las mismas: ning¨²n gobierno pactar¨ªa unos acuerdos favorables a la independencia de una regi¨®n teniendo a mano los instrumentos para dificultarla e impedirla. Quim¨¦rico pensar en di¨¢logo y negociaciones: la independencia s¨®lo podr¨ªa debatirla con el estado una Catalu?a que previamente la hubiera conseguido. Id¨¦nticas razones explican que los no independentistas se hayan implicado tan parcamente en el asunto: ?para qu¨¦ discutir y aun votar cuando la independencia carece de toda viabilidad?
As¨ª las cosas, 9 de noviembre, 27 de septiembre y qui¨¦n sabe cu¨¢ntas otras fechas han sido y seguir¨¢n siendo estupendas oportunidades para que los nacionalistas ejerzan su inalienable derecho a no decidir.
Francisco Rico es fil¨®logo y escritor.
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