Lo que nos une frente a lo que nos separa
La Constituci¨®n incluye una prohibici¨®n tajante de privar de la nacionalidad a los espa?oles de origen
Jugar con la cuesti¨®n de la nacionalidad es arriesgado.Adem¨¢s de razones jur¨ªdicas y pr¨¢cticas, hay intereses sentimentales muy sensibles detr¨¢s de ello. Sobre todo en un pa¨ªs que, pese a la ya extensa andadura democr¨¢tica, a¨²n mantiene la memoria de una dictadura que procedi¨® a la homologaci¨®n de la nacionalidad espa?ola con los vencedores de la Guerra Civil. Y en paralelo se han realimentado identidades nacionalistas por contraposici¨®n a la espa?ola.
Aun as¨ª, en el momento de exacerbaci¨®n del secesionismo en Catalu?a, la encuesta de Metroscopia publicada el domingo pasado trajo la sorpresa de que un n¨²mero muy amplio de sus ciudadanos (57%) son partidarios de la doble nacionalidad catalana y espa?ola ¡ªadem¨¢s de otro 17% que solo quiere tener la espa?ola¡ª. Se trata de una hip¨®tesis virtual, puesto que el derecho a esa doble nacionalidad se limita a una promesa de la campa?a de Junts pel S¨ª. Pero muy reveladora, porque nada menos que el 46% de los votantes de la candidatura independentista se encuentran entre los partidarios de no perder la nacionalidad espa?ola (y el 58% de los de las CUP).
Es dif¨ªcil saber con precisi¨®n si esos deseos responden al sentimiento de una doble identidad, de no poner en peligro los lazos personales y familiares con otros muchos espa?oles o si traducen una voluntad pr¨¢ctica de mantener el derecho al pasaporte o las prestaciones del Estado espa?ol. Lo cierto es que los datos proporcionaban un motivo magn¨ªfico para resaltar lo que nos une en vez de lo que nos separa. Sin embargo, el debate ha girado inmediatamente a la explotaci¨®n electoral. Desde el Gobierno se da por hecho que, de consumarse la secesi¨®n, los catalanes perder¨ªan la nacionalidad espa?ola: as¨ª parece creerlo el jefe del Ejecutivo, Mariano Rajoy, y lo afirma rotundamente su ministro Jos¨¦ Manuel Garc¨ªa Margallo, que ejerce de voz del Ejecutivo para asuntos de Catalu?a. (Parad¨®jicamente, dada su condici¨®n de responsable de Exteriores).
Expertos y abogados han sido consultados. Y no parece tan f¨¢cil ni autom¨¢tico perder la nacionalidad espa?ola. La Constituci¨®n incluye una prohibici¨®n tajante de privar de la misma a los espa?oles de origen. Algunos expertos dudan de c¨®mo interpretarlo, alegando que esa Constituci¨®n se elabor¨® sin pensar en el supuesto de secesiones. Pero no es menos cierto que el C¨®digo Civil limita los supuestos de p¨¦rdida de la nacionalidad espa?ola y prev¨¦ que los espa?oles que residan en el extranjero y adquieran ¡°voluntariamente¡± otra nacionalidad pueden evitar la p¨¦rdida de la espa?ola, siempre que en el plazo de tres a?os declaren su voluntad de conservarla.
?Hab¨ªa necesidad de desatar esta pol¨¦mica sobre un supuesto que muchos deseamos que no llegue a consumarse? La nacionalidad vincula a cada persona con la poblaci¨®n de un Estado, eso es lo importante. Mejor habr¨ªa sido aprovechar los deseos de tantos catalanes de seguir siendo espa?oles, para confirmar la voluntad de mantener juntos una convivencia positiva y constructiva.
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