?Continuar con la guerra a toda costa?
La derecha de Colombia, aislada y con ?lvaro Uribe a la cabeza, arremete contra el proceso de paz y los acuerdos de La Habana. Niega que haya un conflicto armado y exige a los l¨ªderes de las FARC la capitulaci¨®n
El apret¨®n de manos en La Habana entre el presidente Juan Manuel Santos y el comandante de las FARC, Rodrigo Londo?o, alias Timochenko,y el anuncio del 23 de marzo de 2016 como fecha l¨ªmite para la firma de los acuerdos de paz, tiene contra las cuerdas y con respiraci¨®n asistida a la derecha colombiana. Para ellos la ¨²nica paz aceptable es la bandera blanca que se alza entre los escombros cuando el enemigo se rinde. Porque aunque eviten decirlo y eludan la pregunta, prefieren continuar con la guerra a toda costa. En la guerra encuentran y, casi dir¨ªa, abrazan su verdadera y m¨¢s profunda esencia pol¨ªtica, producto de su interpretaci¨®n de la historia reciente del pa¨ªs: de un lado est¨¢n los terroristas, usurpadores y asesinos, y del otro ellos, las v¨ªctimas, la sociedad biempensante y defensora de la tradici¨®n, los buenos. Niegan que en Colombia haya un conflicto armado, pues esto implica reconocer al adversario. Para ellos, simplemente, Colombia sufre una amenaza terrorista desde hace 50 a?os.
Otros art¨ªculos del autor
Por eso para la derecha se trata de un combate casi teol¨®gico entre el bien y el mal, porque as¨ª es su versi¨®n de los hechos, exclusivamente en blanco y negro. Nunca pactar ni negociar, que es de blandos y traidores, y mucho menos ver los grises: esa compleja trama de culpas compartidas y errores que involucran tanto a la guerrilla como al Estado, al narcotr¨¢fico y al paramilitarismo, a la clase pol¨ªtica y al ej¨¦rcito, a la izquierda recalcitrante y al viejo sistema olig¨¢rquico, y que solo la poblaci¨®n civil ha sufrido desde hace m¨¢s de cinco d¨¦cadas. Por eso la mayor¨ªa prefiere una paz con sacrificios y concesiones a una interminable guerra santa y justa, y por eso Santos fue reelegido en 2014.
Esta postura radical de la derecha se ve en las exigencias que le hacen al proceso de paz, pidiendo de los l¨ªderes de las FARC algo tan improbable como que, una vez puesta la firma, se levanten de la mesa, estiren las mu?ecas hacia adelante para ser esposados y salgan rumbo a una colonia penitenciaria o extraditados a Estados Unidos, y adem¨¢s con la prohibici¨®n de participar en pol¨ªtica. En otras palabras: exigen una capitulaci¨®n. La derecha sabe muy bien que pedirle cosas imposibles al proceso de paz es un modo de torpedearlo sin tener que asumir el costo de estar p¨²blicamente en contra.
El expresidente y actual senador ?lvaro Uribe es el gran adalid de esta cruzada, y por eso el anuncio de La Habana puso a hervir sus calderas. De ah¨ª que sus analistas est¨¦n estudiando letra por letra lo que se conoce del acuerdo, con la orden de encontrar algo, lo que sea, que les permita mantener encendida la hoguera. Su batalla, ahora, es que se hagan p¨²blicos los 75 puntos de la negociaci¨®n secreta. Para Uribe ese documento es la zarza ardiente de la cual aferrarse. Lo necesita para entregarlo a su legi¨®n de cabalistas y leguleyos, y dudo que les permita salir a la luz hasta que estos no produzcan un paquete de argumentos que le sirvan para seguir incendiando el Congreso, la plaza p¨²blica y el pa¨ªs con sus invectivas contra el acuerdo, tal como viene haciendo con lo que ya se conoce de ¨¦l. No hay que olvidar que el pr¨®ximo 25 de octubre hay elecciones para alcald¨ªas y gobernaciones y sus candidatos, salvo en Medell¨ªn y alguna otra ciudad, no est¨¢n muy fuertes. ?Necesita desesperadamente algo donde morder! Uno de sus ide¨®logos, el senador Jos¨¦ Obdulio Gaviria, especie de Rasput¨ªn criollo desde que Uribe fue presidente, argument¨® en estos d¨ªas que los acuerdos de La Habana supon¨ªan la entrega de Colombia al comunismo, y que lo que vendr¨¢ a continuaci¨®n ser¨¢ lo que vivi¨® la Rusia sovi¨¦tica, Cuba o Venezuela.
Con un gran sentido populista, dicen que los pactos supondr¨¢n entregar el pa¨ªs al comunismo
Porque Uribe y los suyos, con un gran sentido del populismo, no transmiten ideas sino frases cortas y sonoras que el com¨²n de la gente pueda tragar y sobre todo repetir, creando zozobra y miedo. Escuchemos algunas: ¡°Santos le est¨¢ regalando el pa¨ªs a las FARC¡±, ¡°Santos le quiere entregar Colombia al terrorismo y al castrochavismo¡±, ¡°Santos quiere impunidad para los asesinos¡±. Y una muy reciente, con gesto tr¨¢gico: ¡°No quisiera ver a Timochenko de presidente de Colombia¡±. A partir de ah¨ª su repertorio o el de los suyos es muy variado: amedrentan a los empresarios diciendo que ser¨¢n expropiados y, casi, fusilados; el mismo Uribe dice en todas las entrevistas que despu¨¦s de la paz de Santos habr¨¢ m¨¢s violencia, lo que, en boca de ¨¦l, m¨¢s que un augurio parece una amenaza.
Pero el problema de la derecha colombiana va m¨¢s all¨¢ de Santos. Uribe, como buen antioque?o tradicional, es muy rezandero y cat¨®lico. Tanto que protagoniz¨® uno de los episodios m¨¢s bochornosos de la historia reciente, cuando dirigi¨® un rezo colectivo y en directo ante las c¨¢maras del mundo, en el palacio de Gobierno, el d¨ªa en que Ingrid Betancourt fue liberada, diciendo que el ¨¦xito de esa operaci¨®n hab¨ªa sido obra de la Virgen Mar¨ªa a trav¨¦s de las Fuerzas Armadas de Colombia.
Este ins¨®lito ascenso de la Virgen a general de cinco soles s¨®lo puede ser obra de un beato ferviente como ¨¦l, de ah¨ª la brutal contradicci¨®n que vive ahora al ver al papa Francisco, el jefe de su iglesia, abogando por la paz en La Habana, pidiendo la reconciliaci¨®n y el perd¨®n y deseando un futuro sin armas para el pueblo colombiano, todo lo contrario de lo que ¨¦l promete a sus huestes. ?A qu¨¦ otra iglesia podr¨¢ arrodillarse Uribe?, ?a qu¨¦ p¨²lpito podr¨¢ acudir la derecha colombiana si el representante supremo del Se?or en la Tierra est¨¢, seg¨²n ellos, obrando en favor del terrorismo? ?Se convertir¨¢ nuestra derecha, por reacci¨®n a Francisco, en anticlerical?
Amedrentan a los empresarios asegurando que ser¨¢n expropiados y, casi, fusilados
Los problemas para ellos no acaban ah¨ª, pues el aliado hist¨®rico del pensamiento conservador y de derecha en Am¨¦rica Latina, es decir Washington, est¨¢ tambi¨¦n a favor del proceso de paz, al punto de que mantiene en La Habana un emisario especial. ?El presidente Obama apoya y facilita los di¨¢logos con las FARC! Esto, para la derecha colombiana, es ya el mundo al rev¨¦s, pues desde su visi¨®n quiere decir que el presidente de Estados Unidos favorece en Colombia tratos con el terrorismo, y as¨ª las cosas, ?qui¨¦n podr¨¢ entonces apoyar su lucha? ?En qu¨¦ podr¨¢n creer si no es en ellos mismos?
Si a esto se suma que incluso un Gobierno de centro-derecha como el de Mariano Rajoy ya apoy¨® de forma decidida a Santos y al proceso de paz, y a partir de Espa?a lo hizo toda la Uni¨®n Europea, entonces, ?qu¨¦ les queda? En una ¨¦poca de grandes revoluciones, la de Colombia podr¨ªa ser la primera derecha latinoamericana en declararse anticlerical, anti-imperialista y anti-europea. Tal es el tama?o de su soledad. Pero como Dios aprieta pero no ahorca, ahora ya no est¨¢n tan solos. Desde hace poco cuentan al fin con una voz internacional que los apoya y comprende, dando un poco de calor a sus confundidos corazones: ?la de Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar!
Santiago Gamboa es escritor.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.