Paradojas l¨¦xicas
Cuando hay contradicciones de significado en un discurso o en un escrito, puede que alguna l¨®gica est¨¦ fallando
El origen de muchas palabras se desvanece en nuestra memoria. Eso produce a veces efectos insospechados. Por ejemplo, decimos y pensamos ¡°no hay tu t¨ªa¡± para se?alar que algo no tiene remedio. En realidad, la expresi¨®n m¨¢s genuina en el lenguaje escrito debe juntar esas ¨²ltimas dos palabras (¡°no hay tut¨ªa¡±), pese a que el nuevo Diccionario recoge ya la separaci¨®n (tu t¨ªa). Porque se llam¨® ¡°tut¨ªa¡± (y antes ¡°atut¨ªa¡±) a un antiguo ung¨¹ento compuesto con ¨®xido de cinc y sales met¨¢licas que aliviaba el dolor de algunas heridas.
Esa tut¨ªa que leemos a menudo como ¡°tu t¨ªa¡± procede del ¨¢rabe attut¨ªyya, y su origen m¨¢s remoto se halla en el s¨¢nscrito tuttha. La graf¨ªa moderna que se escribe de vez en cuando permite unas oraciones de apariencia tan il¨®gica como ¨¦stas: ¡°No hay tu t¨ªa, le dijo tu primo a tu t¨ªa¡±.
El equipo femenino de f¨²tbol del Atl¨¦tico de Madrid elimin¨® el jueves d¨ªa 15 de octubre al Zorky de Mosc¨² con una remontada. Y el viernes 16 dijeron en la SER a las 6.28 horas: ¡°Machada del Atl¨¦tico en f¨¦minas¡±. Esa ¡°machada¡± de las f¨¦minas me record¨® otra paradoja l¨¦xica le¨ªda en las p¨¢ginas madrile?as del diario El Mundo el 3 de febrero y que hablaba sobre el suelo de la cafeter¨ªa de la Facultad de Periodismo de la Complutense. Dec¨ªa as¨ª: ¡°Parte de las instalaciones est¨¢n valladas por el riesgo de hundimiento del firme¡±.
Y esto hizo a su vez que me viniera a la cabeza el ejemplo similar que le escuch¨¦ en una conferencia al escritor mexicano Juan Villoro cuando narraba su conversaci¨®n en un taller de reparaci¨®n de autom¨®viles, donde el operario le dijo sobre los problemas del ventilador: ¡°Parece que se le acab¨® el sin fin¡±.
Y otro d¨ªa: "Las juntas estaban sueltas".
Tampoco debemos extra?arnos si o¨ªmos a un polic¨ªa que grita mientras persigue a un delincuente: ¡°?Sujeten a ese sujeto!¡±
As¨ª que tampoco debemos extra?arnos si o¨ªmos a un polic¨ªa que grita mientras persigue a un delincuente: ¡°?Sujeten a ese sujeto!¡±.
Sabemos desde hace a?os que es posible perder un imperdible, que ciertos pol¨ªticos populares no son muy populares (B¨¢rcenas, Granados, Rato¡) y que otros llamados convergentes han renegado de su convergencia. Tambi¨¦n hemos visto alguna Caja sin caja y nos siguen contando en televisi¨®n que un zurdo da derechazos (Nadal). Hasta se ha creado la ¡°prisi¨®n permanente revisable¡±, con lo cual deducimos que ser¨¢ permanente mientras no se revise.
Cuando esas contradicciones l¨¦xicas se incluyen en un discurso o en un escrito, puede que alguna l¨®gica est¨¦ fallando.
Y si el firme no es firme, si tu t¨ªa no es tu t¨ªa, si las f¨¦minas hacen machadas, si lo permanente no permanece, si la correa sin fin tiene un final¡, bien se podr¨ªa disculpar entonces que esto sea una columna y que, pese a tratarse de una columna, no consiga sostener realmente nada.
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