El ¨²ltimo deseo de Jes¨²s del Pozo era de papel
Un volumen recorre la figura y la obra del desaparecido dise?ador a trav¨¦s de textos de sus famosos amigos
Jes¨²s del Pozo cumpli¨® en vida dos de sus tres ¨²ltimos deseos: un taller m¨¢s amplio que el de la calle que lo vio nacer y crecer, la emblem¨¢tica Almirante de Madrid, y un cheque en blanco, que al menos en broma se materializ¨® una tarde de manos de su amiga del alma, Isabel Yanguas. El tercer anhelo, un libro sobre su legado, qued¨® pendiente. Cuatro a?os despu¨¦s de la muerte del dise?ador, el volumen Jes¨²s del Pozo (1946-2011) cierra el c¨ªrculo de sus ambiciones crepusculares. M¨¢s de 200 p¨¢ginas editadas por Turner que reconstruyen su figura y trabajo con im¨¢genes, art¨ªculos y testimonios de periodistas, colaboradores y amigos como Ana Bel¨¦n, Elena Foster, Pedro Mansilla, Violeta S¨¢nchez, Alberto Campo Baeza, Vicente Verd¨², Margarita Rivi¨¦re, Silvia S. Alexandrowitch, Toni Mir¨®, Juan Gatti o Javier Vallhonrat, entre otros muchos.
Castellano sobrio, arquitecto de las formas femeninas, modista cuya visi¨®n y personalidad ha trascendido su obra, cuyo sentido de la belleza marc¨® la silueta de una generaci¨®n que necesitaba coquetear con la modernidad para poder librarse de la sombra gris y rancia del franquismo, Del Pozo era seg¨²n los que le conocieron un hombre con el aura y la rabia f¨¦rtil de los poetas. Lo recordaron as¨ª el mi¨¦rcoles en la presentaci¨®n del libro quienes disfrutaron de ¨¦l en vida. Sentados en una mesa del Instituto Europeo de Dise?o de Madrid, los periodistas Charo Izquierdo e I?aki Gabilondo y los miembros de la Fundaci¨®n Jes¨²s del Pozo Enrique Loewe e Isabel Yanguas glosaron el perfil de un hombre arrebatador. Mar¨ªa Eugenia Alberti, editora del volumen, no pudo acudir a la cita por un problema de salud pero Izquierdo ley¨® una nota en su nombre que arrancaba con una frase lapidaria: "Jes¨²s vest¨ªa a la mujer y sus sue?os".
Perfeccionista, luchador, trabajador y austero, el modista tambi¨¦n fue un vividor
El acto tuvo el inevitable sabor nost¨¢lgico de toda ceremonia laica entre amigos. Gabilondo record¨® c¨®mo de mano de su mujer, Lola Carretero, y de su amiga Ana Bel¨¦n, musa entre las musas del dise?ador, conoci¨® a un hombre que le hizo entender que la moda puede ser arte y un modista, un artista. "La primera vez que lo vi tuve esa sensaci¨®n extra?a, ese chispazo, ese flechazo que solo ocurre cuando alguien te pone en contacto con lo sagrado", afirm¨® Gabilondo. Esa dimensi¨®n ¨²nica y profunda tambi¨¦n la rememor¨® Enrique Loewe, quien todav¨ªa a?ora sus conversaciones con ¨¦l sobre los intrincados caminos de una industria que no logra encontrase a s¨ª misma: "A todos los que amamos y sufrimos esta historia de la moda espa?ola nos atenaza la misma pregunta, ?qu¨¦ pasa con la moda espa?ola? Hablar con Jes¨²s de estos asuntos siempre era un placer".
Perfeccionista, luchador, trabajador y austero, pero tambi¨¦n vividor, disfrut¨®n y con un punto canalla, Jes¨²s del Pozo era un hombre de convicciones firmes. Izquierdo record¨® que vest¨ªa a las mujeres sin vestirlas. Ella misma, envuelta en un modelo de hace m¨¢s de dos d¨¦cadas, evoc¨® las largas sobremesas a su lado, junto a otras periodistas de moda, pioneras en un mundo que a¨²n no hab¨ªa perdido su inocencia. "Le recuerdo disfrutando junto a Mar¨ªa Vela Zanetti, a la que adoraba, o Silvia Alexandrowitch, rebeldes como ¨¦l".
En primera fila, Pedro Trolez, presidente de La Fundaci¨®n Jes¨²s del Pozo y due?o de la actual firma Delpozo, tom¨® humildemente el micr¨®fono para agradecer el calor de los viejos amigos. A su lado, Josep Font, el dise?ador que ha revivido internacionalmente la firma devolviendo cierta ilusi¨®n a ese arcano llamado moda espa?ola, se limit¨® a escuchar sin a?adir m¨¢s palabras.
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