Alufrar
La enorme ¡®Eleg¨ªa¡¯ de Antonio Saura es una de las mejores piezas del mejor pintor de la posguerra y s¨®lo por ella vale la pena acercarse a Huesca
Me invitaron los amables amigos de la Men¨¦ndez y Pelayo de Huesca a juntarme con un grupo de estudiosos del g¨¦nero autobiogr¨¢fico y como he escrito tres, a cu¨¢l m¨¢s falsa, acud¨ª encantado. Hab¨ªa m¨¢s artistas (sobre todo fot¨®grafos) que escritores. La fotograf¨ªa, desde que Sophie Calle invent¨® el carnet de identidad m¨®vil, tiene mucha tirada para lo autobiogr¨¢fico.
Visit¨¦ la catedral (cerrada), el claustro de San Pedro el Viejo (de pago) y los ultramarinos La Confianza, donde se compran las casta?as de mazap¨¢n y ya de paso una secallona de El Grao que hab¨ªa ca¨ªdo por all¨ª. Satisfecho con el deber cumplido fui a la Diputaci¨®n a escuchar a Nora Catelli, una de las m¨¢s sagaces cr¨ªticas literarias de este condenado pa¨ªs. Antes de entrar en la sala me qued¨¦ boquiabierto y tuve que tomar asiento, lo que era imposible porque no lo hab¨ªa. Sobre mi cabeza extend¨ªa sus doscientos metros cuadrados una obra maestra del arte espa?ol, la enorme Eleg¨ªa de Antonio Saura.
Esta pieza es una de las mejores del mejor pintor de la posguerra y solo por ella vale la pena acercarse a Huesca. Se la encarg¨® la Diputaci¨®n cuando los socialistas a¨²n sab¨ªan hacer pol¨ªtica cultural y se inaugur¨® en 1987. Saura dise?¨® la gran estancia con unas cuantas tumbonas de Mies van der Rohe para que los visitantes pudieran tenderse y mirar el techo sin marearse. Duraron poco. Ahora hay que partirse el cuello para seguir la loca danza de figuras y manchas multicolores. Porque el mural es un estallido de alegr¨ªa como el Boogy-woogy de Mondrian. ¡°El ritmo y el color, en realidad, cuentan m¨¢s que el propio espacio en el que se propagan¡±, dice Saura en el cat¨¢logo. Es como una maravillosa novela con cien personajes. Y es autobiogr¨¢fica, claro.
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