Con los ojos cerrados
En realidad, hab¨ªa hecho el trabajo ella sola, sin ayuda. Al d¨ªa siguiente, todos la felicitar¨ªan, pero nadie le subir¨ªa el sueldo
Cuando lleg¨® a la estaci¨®n, estaba tan cansada que ni siquiera mir¨® el billete.
Sab¨ªa que su tren sal¨ªa a las siete de la tarde y pocos minutos, sab¨ªa que el destino final era Madrid, no pregunt¨® por el and¨¦n al empleado que pas¨® el detector por su billete y ¨¦l tampoco se lo dijo. Las escaleras mec¨¢nicas la desembarcaron ante una pantalla con letras verdes, AVE, destino Madrid, 19:09. El asiento 7A del vag¨®n n¨²mero 3 estaba vac¨ªo y le pareci¨® muy natural porque era el suyo, as¨ª que se sent¨®, reclin¨® el respaldo, apoy¨® la cabeza en la ventana y cerr¨® los ojos.
¨CSe informa a los se?ores viajeros de que este tren con destino a Madrid no efectuar¨¢ ninguna parada a lo largo del trayecto.
El anuncio emitido por megafon¨ªa la pill¨® medio dormida, aunque los sollozos de una chica desesperada, que ped¨ªa a gritos que abrieran las puertas, la despejaron en un instante. Pero no quiso abrir los ojos. Con la cabeza apoyada en la ventana, simulando dormir, escuch¨® los gemidos de la jovencita que se hab¨ªa confundido de tren, las opiniones de los pasajeros, las explicaciones del interventor, nueve minutos de diferencia en la salida entre ambos trenes, y s¨ª, ya sab¨ªa ¨¦l que los que salen de Barcelona hacia Madrid suelen parar en Zaragoza, pero s¨®lo suelen, y para algo se emiten los billetes, para algo cada tren lleva un n¨²mero distinto, para algo la hora de salida se expresa en horas y minutos, ?no?
Deber¨ªa llamar a su marido y explicarle lo que hab¨ªa pasado. ?l le preguntar¨ªa en voz alta c¨®mo pod¨ªa ser tan tonta, la advertir¨ªa que ahora no pod¨ªa ir a buscarla...
Ella tambi¨¦n ten¨ªa que bajarse en Zaragoza. All¨ª estaba su casa, su marido, sus dos hijos, la profesora particular que estar¨ªa ayudando al mayor a terminar los deberes, su suegra, que se hab¨ªa ofrecido a ir a hacer la cena¡ Todos la esperaban en Zaragoza, pero no abri¨® los ojos. Estaba muy cansada. Aquella ma?ana se hab¨ªa levantado a las cinco y media para dejar hecha la comida. Mientras tanto, hab¨ªa hecho tambi¨¦n el desayuno, hab¨ªa despertado a sus hijos, a su marido, hab¨ªa salido zumbando a la estaci¨®n con el tiempo justo y en el mismo and¨¦n se hab¨ªa enterado de que su jefe no iba a acompa?arla a la reuni¨®n porque hab¨ªa pasado una noche muy mala, con su hernia de hiato y el reflujo dale que te pego, y total para qu¨¦, si ya puedes hacerlo t¨² sola, que vales un mont¨®n¡
Lo hab¨ªa hecho sola y lo hab¨ªa hecho bien, porque el cliente hab¨ªa formalizado el encargo. Hab¨ªa tenido que sudar sangre, eso s¨ª, porque no ten¨ªa el proyector que iba a llevar su jefe, ni el port¨¢til que iba a llevar su jefe, ni el powerpoint que iba a llevar su jefe para aparentar que el proyecto era suyo. En realidad, hab¨ªa hecho el trabajo ella sola, sin ayuda de nadie, y as¨ª, al llegar a Barcelona tuvo que agenciarse un proyector, un port¨¢til, descargar el powerpoint del m¨®vil, retrasar la reuni¨®n un cuarto de hora y dirigirla como una mujer-orquesta. Durante m¨¢s de dos horas, se hab¨ªa estado moviendo de un lado a otro sin dejar de hablar, para escribir en la pizarra y pulsar todos los interruptores y hacer avanzar los gr¨¢ficos y repartir un dossier impreso y contestar a las preguntas. Al d¨ªa siguiente, todos la felicitar¨ªan, pero nadie le subir¨ªa el sueldo.
El tren pas¨® de largo por la estaci¨®n de Zaragoza, pero aminor¨® la velocidad al llegar a la de Calatayud. Entonces abri¨® los ojos. La chica llorosa se estaba despidiendo de los pasajeros que la hab¨ªan apoyado. Yo deber¨ªa bajarme aqu¨ª tambi¨¦n, pens¨® entonces. Deber¨ªa llamar a su marido y explicarle lo que hab¨ªa pasado. ?l le preguntar¨ªa en voz alta c¨®mo pod¨ªa ser tan tonta, la advertir¨ªa que ahora no pod¨ªa ir a buscarla, que llamara a una amiga, a su hermano, a quien fuera, y le tocar¨ªa esperar un buen rato, quiz¨¢ horas, en la estaci¨®n de Calatayud, muerta de fr¨ªo.
Al pensarlo, se despert¨® del todo. Encendi¨® el m¨®vil y estuvo navegando por Internet hasta que encontr¨® un hotel bonito, una habitaci¨®n razonablemente barata cerca de la estaci¨®n de Atocha. Despu¨¦s se compr¨® un billete para el AVE de las ocho de la ma?ana y le escribi¨® un mensaje a su marido explic¨¢ndole que hab¨ªa cometido un error inexplicable y que ya hablar¨ªan porque se estaba quedando sin bater¨ªa.
El tren par¨® un instante en Calatayud, y ella no se baj¨®. Al llegar a Madrid, sali¨® del vag¨®n con el mismo gesto que los pasajeros que estaban deseando llegar a sus casas para descansar.
Eso era lo que ella necesitaba, pero antes se comi¨® un bocadillo de calamares en un bar caliente y ruidoso, cerca de su hotel. Hac¨ªa muchos a?os que no probaba un alimento tan delicioso.
www.almudenagrandes.com
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