Qu¨¦ puede hacer Cameron por Europa
Ante la compleja renegociaci¨®n con la UE, Reino Unido debe demostrar que le preocupa verdaderamente la crisis por la que atraviesa el continente en todos los ¨¢mbitos: econom¨ªa, competitividad, soberan¨ªa e inmigraci¨®n
No preguntes qu¨¦ puede hacer Gran Breta?a por Europa, pregunta qu¨¦ puede hacer Europa por Gran Breta?a!¡±, dice David Cameron, en una sensiblera distorsi¨®n de la famosa frase de John F. Kennedy. Y lo dice en un momento en el que la UE se enfrenta a uno de los mayores retos de su historia y siente la carga abrumadora de los desesperados inmigrantes llegados de Oriente Pr¨®ximo y ?frica. La semana pasada, Cameron envi¨® al presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, una carta con unas exigencias bastante moderadas, algunas, incluso, positivas para la UE. Lo malo es el contexto, la sensaci¨®n de que el Reino Unido no piensa m¨¢s que en sus propios intereses y toda su pol¨ªtica la dictan los euroesc¨¦pticos, mientras que el resto de Europa afronta esta crisis existencial. Si Cameron quiere que le apoyen sus socios europeos, debe mostrar que le importa el destino de Europa, no s¨®lo el de su pa¨ªs, pero eso es precisamente lo que no se atreve a hacer por las presiones de sus bases y la prensa euroesc¨¦ptica.
Empecemos con la carta y sus cuatro puntos principales. Dos de ellos, sobre gobierno econ¨®mico y competitividad, son muy sensatos, y el tercero, sobre soberan¨ªa, tiene algo de raz¨®n, mientras que el de inmigraci¨®n estropea un debate serio al introducir la provinciana exigencia de reducir las prestaciones para los trabajadores inmigrantes, sobre todo del este de Europa.
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Es cierto que hay que aclarar las relaciones entre los 19 Estados que pertenecen hoy a la eurozona y los 9 que no, en especial si la eurozona toma las medidas necesarias para acelerar la integraci¨®n bancaria y fiscal. Tambi¨¦n es cierto que la UE podr¨ªa mejorar la competitividad, que deber¨ªa suponer m¨¢s empleo, reduciendo tr¨¢mites y creando un mercado digital y financiero ¨²nico. El distinguido economista Mario Monti lleva a?os dici¨¦ndolo.
El apartado sobre soberan¨ªa es una mezcla curiosa. Hay otros Estados miembros que piensan que deber¨ªa existir m¨¢s subsidiariedad y m¨¢s competencias para los Parlamentos nacionales, pero no es algo que pueda hacerse s¨®lo para los brit¨¢nicos y en cuesti¨®n de meses. En cuanto a la garant¨ªa ¡°formal, vinculante e irreversible¡± de que el Reino Unido no se compromete a ¡°una uni¨®n cada vez m¨¢s estrecha¡±, es una exigencia extra?amente antibrit¨¢nica, antipragm¨¢tica y puramente simb¨®lica.
Por ¨²ltimo, al hablar de inmigraci¨®n pone una gran pregunta sobre la mesa ¡ªlas consecuencias de la libre circulaci¨®n de ciudadanos de la Uni¨®n para los pa¨ªses m¨¢s pobres del este y del sur de Europa, que han perdido a millones de j¨®venes llenos de energ¨ªa¡ª, pero luego introduce una propuesta mezquina y discriminatoria sobre las prestaciones laborales para los inmigrantes en el Reino Unido.
Hay que aclarar las relaciones entre los 19 Estados de la eurozona y los nueve que est¨¢n fuera
Qu¨¦ batiburrillo tan raro. Es como si una mujer le dijera a su marido que van a tener que divorciarse si no cumple las siguientes demandas: redecorar el ¨¢tico, no estar obligada a decir ¡°hasta que la muerte nos separe¡±, que la canguro polaca deje de usar el cuarto de invitados y que ¨¦l saque la basura los jueves. ¡°?Eso es todo?¡±, exclam¨®, indignado, un destacado euroesc¨¦ptico conservador, Bernard Jenkin, al o¨ªr las demandas. Le comprendo. Salvo que eso no es ¡°todo¡±, claro. ¡°Todo¡± es el inter¨¦s nacional en permanecer en la UE, que Cameron expres¨® con elocuencia al final del discurso en el que anunci¨® el refer¨¦ndum, hace tres a?os.
La negociaci¨®n es importante para vender el voto del s¨ª a los electores brit¨¢nicos. Hasta ahora, la reacci¨®n en el continente ha sido tranquila, aparte de alg¨²n pol¨ªtico alem¨¢n que ha dicho que los brit¨¢nicos no van a recibir m¨¢s ¡°salchichas¡±, y el consenso casi universal de que el principio b¨¢sico de no discriminaci¨®n no puede obviarse por el sistema de prestaciones sociales de un pa¨ªs.
Durante los pr¨®ximos meses habr¨¢ que ser muy aficionado a la cosa europea para no acabar aburrido con los giros y los detalles de la negociaci¨®n. Al final, esperemos que pronto, de las conversaciones saldr¨¢ un peque?o surtido de bombones de Bruselas, envueltos en una gran caja de cart¨®n con un lazo gigante de colores. El relaciones p¨²blicas David Cameron tendr¨¢ que vender la caja de bombones al pueblo brit¨¢nico, pero lo que en realidad nos jugaremos al votar ser¨¢n nuestros intereses nacionales y nuestro lugar en el mundo. La opini¨®n brit¨¢nica est¨¢ dividida, y los referendos son peligrosos, porque la gente, muchas veces, no contesta a la pregunta que se le hace; pese a todo, conf¨ªo en que los brit¨¢nicos decidir¨¢n quedarse. Muchos amigos europe¨ªstas dicen que ¡°as¨ª no se resolver¨¢ nada¡±, pero no estoy de acuerdo. Los euroesc¨¦pticos seguir¨¢n si¨¦ndolo, por supuesto, igual que yo seguir¨¦ siendo europe¨ªsta aunque perdamos la consulta, pero la decisi¨®n que se apruebe dejar¨¢ zanjada la cuesti¨®n al menos para una d¨¦cada y tal vez hasta la pr¨®xima generaci¨®n.
Los referendos son peligrosos. Muchas veces, la gente no contesta a la pregunta que se formula
Si el Reino Unido se queda, entonces le interesa que la UE est¨¦ lo mejor posible. Y no nos enga?emos: Europa est¨¢ mal. Un alto funcionario de la UE me dijo el otro d¨ªa que cre¨ªa que, si Alemania se sintiera obligada a cerrar sus fronteras a los refugiados, habr¨ªa guerra en los Balcanes. Eslovenia cerrar¨ªa su frontera (est¨¢ levantando una alambrada), Croacia los devolver¨ªa a Serbia, Serbia quiz¨¢ enviar¨ªa a los musulmanes a Bosnia, y as¨ª sucesivamente. Y ese no es m¨¢s que un aspecto de la crisis: porque est¨¢n tambi¨¦n la eurozona y el ascenso del nacionalismo euroesc¨¦ptico incluso en los pa¨ªses de Europa Occidental.
Me pregunto cu¨¢ntas personas se fijaron en la fecha de la carta de Cameron a Tusk: 10 de noviembre. Es decir, entre el 9, aniversario de la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn, y el 11, cuando recordamos a los fallecidos en varias guerras en las que los brit¨¢nicos contribuyeron a restablecer la paz y la libertad en Europa. ?Estamos tan ensimismados en nuestras peleas de Westminster sobre Europa que no vemos lo que sucede en la Europa real? Es perfectamente leg¨ªtimo preguntar ¡°?qu¨¦ puede hacer Europa por nosotros?¡± Todos los Estados miembros lo hacen. Pero casi todos los dem¨¢s preguntan tambi¨¦n ¡°?qu¨¦ podemos hacer nosotros por Europa?¡±, o, al menos, reconocen que deber¨ªan preguntarlo, porque estamos todos en el mismo barco, que est¨¢ en medio de un temporal y con v¨ªas de agua. As¨ª que ya es hora de que haya m¨¢s ¡°?qu¨¦ puede hacer Gran Breta?a por Europa?¡±. Quiz¨¢ si nuestros socios europeos oyen hablar as¨ª a los l¨ªderes brit¨¢nicos se sientan algo m¨¢s generosos con los detalles m¨¢s engorrosos de la negociaci¨®n. Al fin y al cabo, la batalla de Gran Breta?a tambi¨¦n fue una batalla por Europa.
Timothy Garton Ash es profesor de Estudios Europeos en la Universidad de Oxford, donde dirige el proyecto freespeechdebate.com project, e investigador titular en la Hoover Institution, Universidad de Stanford. Su ¨²ltimo libro es Los hechos son subversivos.
Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia.
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