Marcos de libertad
Lo ocurrido en Par¨ªs puede volver a darnos los valores compartidos capaces de unirnos
Hay que llamar a las cosas por su nombre¡±, dec¨ªa el otro d¨ªa en estas mismas p¨¢ginas el prestigioso intelectual franc¨¦s Bernard-Henri L¨¦vy. Atrevernos a pronunciar esa palabra terrible y reconocer que efectivamente estamos ante una situaci¨®n de guerra. Como si las palabras y los hechos encajaran de manera natural; como si estuvieran esperando ah¨ª fuera para ser narrados con las palabras que naturalmente les corresponde.
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No hace falta entrar en ninguna disquisici¨®n para comprender que el acto de nombrar, adem¨¢s de describir, construye un significado. Hoy sabemos, por ejemplo, que tras los atentados del 11-S, el presidente Bush se apresur¨® a vincular esos actos terroristas con un marco de ¡°guerra contra el terror¡±. Las investigaciones posteriores demostraron que esta conexi¨®n fue decisiva para que la sociedad estadounidense diera todo su respaldo a la intervenci¨®n militar en Irak. Las consecuencias las sabemos todos, pero ?c¨®mo fue posible esta reacci¨®n?
Primero, hay que entender que el clima psicol¨®gico resultante de unos atentados activa la emoci¨®n m¨¢s profundamente arraigada en el ser humano, el miedo, la emoci¨®n pol¨ªtica b¨¢sica. Que su activaci¨®n favorece actitudes conservadoras ha sido demostrado emp¨ªricamente. Esto no quiere decir que sentir miedo sea algo malo. Sin miedo estar¨ªamos todos muertos. Ser¨ªamos ciegos a los verdaderos peligros que debemos temer para preservar nuestra vida. Pero el miedo es tambi¨¦n capaz de generar conductas tan impredecibles y perturbadoras que puede ser utilizado para otros fines, y aprovechado estrat¨¦gicamente en un contexto determinado para darle la significaci¨®n que interese.
Sabemos, en segundo lugar, que los climas emocionales influyen en el procesamiento de la informaci¨®n y determinan la toma de decisiones. Los bombardeos sobre el ISIS tras los atentados de Par¨ªs han sido ampliamente respaldados por la poblaci¨®n. Nadie dice ya, como ocurri¨® con los anteriores, que se trataba de un acto de propaganda vinculado a las pr¨®ximas elecciones regionales en Francia, y tendentes a reforzar la figura del presidente. Estos bombardeos se hacen en un contexto distinto y se enmarcan sobre una narraci¨®n de autodefensa. Una vez que se ha evocado la muerte para efectuar un acto pol¨ªtico, las personas se inclinan con m¨¢s facilidad a respaldar pol¨ªticas de orden p¨²blico, sienten una mayor necesidad de refugio y protecci¨®n. Piden uni¨®n y se vuelven m¨¢s intolerantes con la disidencia.
Los climas emocionales influyen en el procesamiento de la informaci¨®n y determinan la toma de decisiones
Pero este respaldo, en tercer lugar, busca transformar la emoci¨®n del miedo en una pasi¨®n patri¨®tica; se hace con el prop¨®sito de movilizar a una sociedad para que apoye a su pa¨ªs y a su presidente. Todos vemos las im¨¢genes, los s¨ªmbolos y los temas vinculados con el orgullo de pertenecer a una naci¨®n como Francia. Algunos hemos sentido formas de dolor que son reconocidas y amplificadas nacionalmente, mientras que otras, acaecidas al mismo tiempo en otros rincones del planeta, como Beirut, son acalladas o silenciadas en los mismos medios que amplifican el otro dolor.
La fil¨®sofa estadounidense Judith Butler nos recordaba estos d¨ªas que estos obituarios p¨²blicos constituyen actos de construcci¨®n de naci¨®n. El propio Bernard-Henri L¨¦vy nos aclaraba que la construcci¨®n de un nosotros pasa necesariamente por definir un ellos; y a?ad¨ªa que cuando este proceso ocurre en una situaci¨®n de guerra, ese ellos debe nombrarse con la palabra enemigo. Pero cualquier lucha por la unificaci¨®n en torno a un nosotros produce siempre un movimiento de exclusi¨®n que va m¨¢s all¨¢ de aquel que hemos definido como enemigo. Y entonces nos damos cuenta de que el duelo pol¨ªtico desde las formas contempor¨¢neas de soberan¨ªa nacional produce y mantiene concepciones excluyentes de qui¨¦n debe ser llorado y qui¨¦n no, qui¨¦nes merecen un duelo y esa melancol¨ªa a escala nacional, y a qui¨¦nes se les excluye de ese dolor delimitado por el marco patri¨®tico.
Para definir ese nosotros tal vez deber¨ªamos comenzar buscando aquellos valores que compartimos, porque es posible que lo acontecido en Par¨ªs en realidad no represente la amenaza a la seguridad de un pa¨ªs, sino a valores como la libertad, por los que hemos luchado y que compartimos. Quiz¨¢s lo ocurrido en Par¨ªs nos vuelve a mostrar que es tiempo de reimaginar la posibilidad de un nosotros sobre la base de una escala transnacional, al menos en Europa. Esos valores deber¨ªan ser capaces de unirnos, de la misma forma en la que nos ha reunido estos d¨ªas el sentimiento de p¨¦rdida.
M¨¢riam Mart¨ªnez-Bascu?¨¢n es profesora de Ciencia Pol¨ªtica en la Universidad Aut¨®noma de Madrid.
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