Brilli brilli

?A qui¨¦n no le fascina el glamour? Asomarse a la ventana del glamour aut¨¦ntico, de calidad, con sus brillos, sus oros, sus perlas salvajes, su sarta de t¨ªtulos nobiliarios, sus tardes de t¨¦ campestre. Por eso las sonrientes bodas de pr¨ªncipes y princesas congregan audiencias millonarias, tantas como los llorados funerales de reyes y reinas. Nos va lo duro.

Pero si hay un glamour que nos engancha todav¨ªa m¨¢s que ese, es el que se le parece. Ese que m¨¢s que de brillos es de su brilli brilli, su ba?o de oro de 18 kilates, sus perlas cultivadas, sus forzados con el "de" entre apellido y apellido, sus noches de copas en bares de hoteles. El glamour que nos gusta es el de la boda de Sof¨ªa Vergara y Joe Manganiello, en el que los vestidos (en plural) de la novia tienen tantas capas como la tarta y las flores caen cual estalactitas desde el techo.

Ese glamour nos parece nuevo y hortera, pero tiene m¨¢s abolengo que nosotros mismos. Es el de Dallas y Dinast¨ªa, el de las muchachas a las que mir¨¢bamos arrobados en Cristal o Topacio. El de la chica humilde triunfadora e impresionante que llega inmaculada a su boda, adornada cual princesa, en un enlace de ensue?o de seis d¨ªas y siete noches con el cachas de coraz¨®n sensible. Como dec¨ªa el otro d¨ªa una amiga muy aguda, "Sof¨ªa Vergara se ha casado con el hombre lobo de True Blood, vestida de Zuhair Murad y en su boda ha cantado Pitbull. ?Me ha copiado todas las ideas que ten¨ªa para mi boda!".

Quiz¨¢ no sea una boda principesca. Quiz¨¢ el glamour brille por exceso, que es peor que por defecto. Pero es que nos va lo duro.