El pueblo que celebr¨® su propia cumbre del clima
Montreuil acoge cientos de actos l¨²dicos y reivindicativos, un toque de atenci¨®n para que los gobernantes que negocian sobre el clima tengan en cuenta a la sociedad civil
¡°?Y por d¨®nde se sale ahora: izquierda o derecha?¡± La media docena de chicos y chicas que acaba de apearse del metro en la estaci¨®n Mairie de Montreuil no sabe hacia d¨®nde dirigirse. Cargados con mochilas llenas de pancartas enrolladas y con el ¨¢nimo muy festivo, buscan el People¡¯s Climate Summit o Cumbre del Clima de la gente, es decir, un encuentro celebrado durante el fin de semana, de manera paralela a la COP21, con el objetivo de crear un foro com¨²n de debate, reflexi¨®n y reivindicaci¨®n y hacer de altavoz para que la sociedad civil opine sobre el cambio clim¨¢tico y aporte iniciativas sostenibles para demostrar que revertir la degradaci¨®n de la Tierra s¨ª es posible. El evento no se suspendi¨®, como s¨ª ocurri¨® con la manifestaci¨®n por el clima del 29 de noviembre, a pesar de que el Gobierno mantiene el estado de excepci¨®n desde los atentados terroristas que sufri¨® la capital francesa el pasado 13 de noviembre y, por tanto, puede prohibir concentraciones p¨²blicas.
Los mochileros no tardan en resolver su confusi¨®n inicial. En cuanto ponen el pie en la calle, una alegre algarab¨ªa les envuelve. En primer plano, un cartel de madera y letras de colores les da la bienvenida. Transe¨²ntes, ciclistas ¨Cmuchos- y voluntarios con el chaleco verde distintivo de la organizaci¨®n se ven por aqu¨ª y por all¨¢ ofreciendo informaci¨®n, mapas y respuestas. Al fondo de la calle, suenan trompetas y acordeones. Los j¨®venes han encontrado su destino.
El Ayuntamiento de Montreuil ha colgado banderines de todas sus farolas y una declaraci¨®n de intenciones sobre la puerta principal del consistorio: ¡°Montreuil se compromete con el clima¡±. Bajo el cartel, cientos de adultos, adolescentes, ni?os y ancianos deambulan por el laberinto de calles de este municipio de clase trabajadora en las afueras de Par¨ªs, de unos cien mil habitantes. El evento re¨²ne la mayor concentraci¨®n de debates y de iniciativas paralelas a la Cumbre desde el inicio de la misma, y ¨¦stas ¨Cm¨¢s de un centenar- se llevan a cabo en las principales arterias del municipio y en espacios como cines, bibliotecas, colegios y auditorios. Un total de 600 voluntarios, 275 stands, y 28.000 asistentes. Eso ser¨¢n los datos que ofrecer¨¢ al final la organizaci¨®n.
La ciudadan¨ªa ha hecho su propia Cumbre del Clima.En directo, @Planeta_Futuro desde #Montreuil #EarthToParis #cop21 pic.twitter.com/QGQsBhj1vj
— Lola Hierro (@Lola_Hierro) December 6, 2015
Pero el inclemente invierno parisino ha dado un respiro y muchos visitantes prefieren quedarse a la intemperie. As¨ª ocurre en la plaza de Jean Jaur¨¦s, donde se descubre que los acordeones y trompetas que se escuchaban desde la estaci¨®n de metro corresponden a una banda de m¨²sica que est¨¢ ofreciendo su concierto junto a una enorme estatua de la libertad de cart¨®n piedra muy ir¨®nica: echa humo por la antorcha y sostiene una tablilla en la que se lee ¡°Libertad para contaminar¡±. No han concluido los m¨²sicos cuando un reducido grupo de manifestantes ¨Cno m¨¢s de 10- les roba el protagonismo. Llevan disfraces y portan pancartas que reivindican la vida vegana como soluci¨®n al cambio clim¨¢tico. Su flautista, vestida y maquillada de azul como los personajes de la pel¨ªcula Avatar, acapara la atenci¨®n.
Deseos prendidos de los ¨¢rboles
Los visitantes de la Cumbre del Clima de la Gente se sienten atra¨ªdos por un vistoso ¨¢rbol de madera de cuyas ramas penden miles de lazos de colores. Corresponde a la iniciativa Una cinta por el clima y Rachel, voluntaria reci¨¦n llegada de California, explica su mecanismo: ¡°Cada persona elige una y escribe en ella qu¨¦ es lo que no quiere perder por culpa del cambio clim¨¢tico. A continuaci¨®n, se cuelga en el ¨¢rbol y se desata otra con otro deseo, del cual nos haremos responsables. Aunque sea de una persona an¨®nima, tendremos que velar porque se cumpla¡±. Tiene ¨¦xito la empresa, que se estren¨® en la marca por el clima de Nueva York en septiembre de 2014. ¡°Adem¨¢s de toda la gente que ves, tambi¨¦n nos han llegado sacos de cintas por correo de pa¨ªses como Noruega, Hong Kong¡¡± enumera la estadounidense. ¡°Pero es algo que puede hacer cualquiera en su pa¨ªs, en su ciudad, en su barrio; s¨®lo necesita una cinta, un ¨¢rbol y correr la voz¡±. En Twitter, donde se les encuentra con el hashtag #climateribbon, ya cuentan con miles de fotos enviadas desde rincones de todo el planeta.
Una de las mayores bazas del evento es la llamada Aldea Mundial de Alternativas, es decir, un movimiento ciudadano en defensa del clima y la justicia social que ha inundado las calles de Montreuil de casetas que, adem¨¢s de grandes ONG como Greenpeace y Oxfam, alojan peque?as asociaciones, negocios y empresas que ofrecen alternativas para crear estilos de vida m¨¢s justos y respetuosos con el medio ambiente. Oceane, parisina de 26 a?os, es una de las voluntarias encargadas de gestionar la carpa de Plan¨¨te Lilas, un proyecto nacido en 2007. ¡°Cultivamos vegetales de temporada en espacios urbanos y los vendemos a los socios, que pagan una cuota de 13 euros semanales a cambio de una caja de cinco kilos de productos de la huerta¡±, explica. La raz¨®n de ser de esta actividad, que tiene a seis personas asalariadas, 30 voluntarios y 130 socios es que, al conocer la demanda de antemano, se sabe cu¨¢nto producir y no se desperdicia nada.
Unos puestos m¨¢s lejos se encuentra Ver¨®nica removiendo el contenido de un descomunal caldero con una cuchara de madera. Holandesa de origen, lleg¨® a Francia hace 15 a?os porque en este pa¨ªs era m¨¢s f¨¢cil dedicarse a la agricultura ecol¨®gica, asegura. ¡°En mi pueblo somos cinco horticultores y es la que practicamos todos, para nosotros es lo normal¡±, asegura. La mujer ha puesto en marcha un negocio de productos naturales como vinagres, pat¨¦s, mermeladas o pur¨¦s y da cursos a grupos de entre 10 y 350 personas para difundir sus t¨¦cnicas. ¡°El mundo est¨¢ muy contaminado, hay que bajar el uso de qu¨ªmicos en los cultivos¡±, defiende.
La moda tambi¨¦n est¨¢ presente en Montreuil, y no solo aplicada a la ropa, sino tambi¨¦n al hogar. La idea de Kitty Naslin, due?a de L¡¯ecole de Carton, es una muestra de ello. Lily dej¨® su trabajo en el departamento de marketing de una multinacional hace un a?o y fund¨® una academia que ense?a a fabricar muebles de cart¨®n, un material ¡°tanto o m¨¢s robusto que la madera¡±. Los esc¨¦pticos no tienen m¨¢s que probar sus creaciones: vistosos muebles como armarios, mesas y banquetas que adornan su puestito, donde ella recibe a los curiosos, les deja probarlos y les explica que es capaz de amueblar una casa entera solo con este material. ¡°Se puede coger de cualquier sitio, incluso de la calle, y as¨ª reciclas y reduces la tala de ¨¢rboles¡±, describe. ¡°El truco est¨¢ en utilizar la t¨¦cnica correcta¡±.
Lucy tambi¨¦n se ha acercado a Montreuil y lo ha hecho con su caravana. Ella es modista y para sus creaciones recicla ropa usada. Pero para ella lo importante no es vender, sino ense?ar, explica mientras remienda el chaleco de Beufa. ?l ha llegado hasta Par¨ªs a pie desde la ciudad de Tours, en cuyas calles lleva durmiendo 13 a?os. ¡°Encontr¨¦ unos titiriteros que ven¨ªan a la Cumbre caminando y me un¨ª a ellos. Est¨¢ siendo un gran viaje; dormimos en tipis y comemos de manera muy saludable. Yo no soy vegetariano, pero he visto algunos v¨ªdeos de c¨®mo se torturan animales y he dejado de comer carne¡±. El hombre viste unos pantalones de algod¨®n muy finos, pero asevera que no tiene fr¨ªo. ¡°Los suelo llevar en mi bolsa para pon¨¦rmelos debajo de la ropa, pero a¨²n no me han hecho falta. Yo creo que es por el cambio clim¨¢tico¡±.
Dan las cuatro de la tarde y comienza un evento singular en La Parole Errante, una sala de eventos de Montreuil: va a hablar Naomi Klein, autora del libro Esto lo cambia todo. Y tambi¨¦n Kumi Naidoo, director de Greenpeace International. Ambos realizar¨¢n impactantes afirmaciones durante su intervenci¨®n. Que la ciudadan¨ªa debe sentirse c¨®moda atacando el capitalismo o que la mayor¨ªa de nuestros gobernantes tienen demasiados intereses en los combustibles f¨®siles. O que hay que comprometerse de una vez a lograr la igualdad de g¨¦nero. Pero el buen tiempo mantiene a los asistentes en la calle, ajenos a esta cita.
Simon es uno de ellos. Escultor franc¨¦s reconvertido en herrero de yunque y forja, martillea el joven un hierro al rojo vivo mientras califica su trabajo como un arte del pasado que pronto ser¨¢ el futuro. Cerca de ¨¦l, Elodie y Quentin, voluntarios de Kerterre, se afanan en construir una peque?a choza con arcilla y paja, una manera de edificar con materiales baratos, no contaminantes y que no suponen un peligro para la biodiversidad del planeta. Lo que tienen entre manos es una maqueta, pero en realidad son capaces de levantar viviendas circulares de 12 metros de di¨¢metro por dos de altura. ¡°Y no se cae, cu¨¢nto m¨¢s antiguo, m¨¢s duro se pone el material¡±, explica la chica mientras ense?a un ¨¢lbum de fotos que revela encantadoras casitas que parecen sacadas de una novela de fantas¨ªa.
Los derechos de las mujeres, de las minor¨ªas ¨¦tnicas y de los migrantes, entre otros colectivos, tienen su propio espacio, una avenida entera destinada a movimientos defensores de derechos humanos. Ah¨ª est¨¢ Bah Hamady, senegal¨¦s de Dakar, residente en Par¨ªs desde hace 10 a?os y sin documentos. Su organizaci¨®n se llama Droits Devant! (Los derechos por delante) y reivindican que Francia regularice la situaci¨®n de los sin papeles, algo ¡°muy dif¨ªcil¡±, a su juicio. Pero hoy tambi¨¦n quieren llamar la atenci¨®n sobre una poderosa raz¨®n por la que tantas personas emigran: los efectos del clima. ¡°Los gobernantes europeos discuten medidas econ¨®micas y pol¨ªticas para frenar la inmigraci¨®n, pero no se dan cuenta de que muchas familias se marchan de sus pa¨ªses porque debido a un desastre natural como una sequ¨ªa, por ejemplo, pierden todo lo que tienen¡±.
Frente a su puesto, un grupo de mujeres reparte panfletos que aseguran que ellas son las m¨¢s vulnerables ante los desastres naturales, especialmente las m¨¢s pobres y las que viven en zonas rurales. Y, un poco m¨¢s all¨¢, m¨¢s pancartas, m¨¢s pasquines y m¨¢s personas vocean sus causas: colectivos de Bolivia que trabajan por la soberan¨ªa alimentaria, de Ben¨ªn que se preocupan por el agua y el saneamiento o de diversos pa¨ªses centroamericanos que reivindican su lucha contra el neocolonialismo.
Cae la noche en Montreuil. La mayor¨ªa de charlas y de debates ha finalizado y los puestos comienzan a recogerse pero la carpa principal, donde tambi¨¦n se ubica la cantina, est¨¢ a rebosar porque ha comenzado el concierto de la Cumbia Feminista, formada solo por mujeres que cantan ¡°a las campesinas, a las trabajadoras y a las luchadoras¡±, seg¨²n reivindica una de las integrantes de la banda. J¨®venes y no tanto escuchan apretujados, sonr¨ªen y aplauden. Nadie parece tener intenci¨®n de marcharse.
Cierra esta cumbre paralela y no ha quedado nada en el tintero, aunque tampoco han bastado dos d¨ªas para conocer todas las iniciativas, todos los debates, discusiones e ideas que la ciudadan¨ªa quiere aportar y, de hecho, esta aportando ya, para salvar a la Tierra de la destrucci¨®n. Pero ninguna de ellas termina con la cumbre, ni la oficial ni la paralela, pues la mayor¨ªa tienen una base s¨®lida y la intenci¨®n de perdurar en el tiempo. Si algo se saca en claro al abandonar Montreuil es que la sociedad civil tiene voz propia. Y la est¨¢ usando.
Art¨ªculo publicado en colaboraci¨®n con la UN Foundation.
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