El lenguaje del enga?o
Los virajes pol¨ªticos se cubren con falsas evidencias, con un juego de m¨¢scaras o con ambas cosas
El discurso pol¨ªtico, y en particular el electoral, ha de atenerse a las reglas de la producci¨®n ideol¨®gica. Ante todo, se presentar¨¢ como una respuesta total y coherente a las demandas de los grupos sociales a quienes considera sus destinatarios. Contradicciones internas e inseguridades han de ser eliminadas, pues se trata ante todo de ganar adeptos, seguros del acierto una vez que han elegido la opci¨®n ofrecida. En un medio pluralista, el discurso pol¨ªtico adquiere adem¨¢s una dimensi¨®n pol¨¦mica frente a otras ofertas concurrentes, a las cuales es preciso anular, y tambi¨¦n someter a un proceso de captaci¨®n, similar a la lucha japonesa, donde los argumentos del otro puedan ser utilizados para reforzar los propios. Hay siempre una tentaci¨®n maniquea que se adue?a de los contenidos del mensaje pol¨ªtico hasta convertirla en una guerra de palabras que acaban perdiendo todo sentido, salvo para descalificar al oponente. Solo falta que en el debate un moderador olvide la exigencia de neutralidad mostrada en el realizado por este peri¨®dico.
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Es algo bien conocido en nuestro pa¨ªs, sobre todo en la presentaci¨®n de un pensamiento conservador, ce?ido a la m¨¢xima de gobernar es resistir. En funci¨®n de la cual, todas las alternativas son desestabilizadoras. Lo que es, es, y basta. Todo an¨¢lisis, por no hablar de autocr¨ªtica, resulta borrado de antemano. El discurso pol¨ªtico consiste en un permanente y pobre mon¨®logo.
Claro que en la vertiente opuesta esa ¨²ltima orientaci¨®n tambi¨¦n se da, incluso mostrando una preocupante deriva reaccionaria. Aqu¨ª el mantra es el cambio: y un cambio radical. Este prop¨®sito ser¨ªa congruente con la definici¨®n de una serie de objetivos que pudieran constituir el n¨²cleo de una acci¨®n alternativa de gobierno. No contar¨ªa tanto la viabilidad de la propuesta como su coherencia interna, al responder a una demanda social, para el caso que nos ocupa, la indignaci¨®n, el digamos no a los protagonistas del r¨¦gimen vigente, Constituci¨®n y UE incluidas.
La sorpresa ha sido que en el ¨²ltimo a?o y medio, bajo un liderazgo personal nada democr¨¢tico, esa tendencia ha experimentado lo que err¨®neamente llaman moderaci¨®n, siendo en realidad una permanente mutaci¨®n de acuerdo con las exigencias del mercado pol¨ªtico. No es transformismo, sino travestismo pol¨ªtico seg¨²n la f¨®rmula de que cambiar¨¦ mis principios seg¨²n las encuestas. Europa no es ya la opresora, sino un marco necesario; de salir del euro, nada; la Constituci¨®n deja de ser un candado para convertirse en la plataforma de la actual democracia; incluso este diario, que hace tres a?os impulsaba al parecer un ¡°golpe de Estado¡±, la coalici¨®n PP-PSOE, es hoy el novam¨¢s, el intelectual org¨¢nico de la Transici¨®n, por cierto tambi¨¦n ensalzada. En vez de salir de la OTAN, busquemos un general que la consolide. Y adi¨®s casta. La cr¨ªtica se ve obligada a perseguir, como el cocodrilo de Peter Pan, a este capit¨¢n Garfio, pirata en constante movimiento.
No es transformismo, sino travestismo pol¨ªtico la f¨®rmula de cambiar principios seg¨²n las encuestas
Los virajes se cubren unas veces con falsas evidencias. Otras, mediante un juego de m¨¢scaras. O con ambas cosas. La ruleta rusa anticonstitucional de un refer¨¦ndum de autodeterminaci¨®n ya en Catalu?a se convierte en insoslayable exigencia democr¨¢tica; asegurando como el mago con su bola adivinatoria que ¡°Catalu?a se quedar¨¢¡±. En julio, ante una eventual declaraci¨®n de independencia, ¡°la soluci¨®n no depender¨¢ del Gobierno, sino de los tribunales¡±. Ahora es lo contrario. Cuando tras recalcar su amor a Espa?a Pedro S¨¢nchez le reproch¨® en el debate el apoyo en Navarra a la candidatura de Bildu, dispuesta a impulsar ¡°la descomposici¨®n de Espa?a¡±, neg¨® esto de plano. Mentira (La Vanguardia, 28-X).
M¨¢scara: condena de los atentados de Par¨ªs, para de inmediato denunciar ¡°la venganza¡± de Hollande, como si el Estado Isl¨¢mico (ISIS, en sus siglas en ingl¨¦s) no hubiese declarado ya la guerra. Lo importante es la descalificaci¨®n de los dem¨®cratas. Silencios: no es chavista, pero ni palabra sobre la barbarie de Maduro, ni sobre el yihadismo¡ ni en el programa electoral sobre el dopaje: puede costar alg¨²n voto.
Cuenta capitalizar el descontento, exhibiendo un gesto solemne y agresivo, incluso de odio (Parlamento Europeo) y llen¨¢ndose la boca de democracia. ¡°Sin debate no hay democracia¡±, pero en la autocracia imperante en su partido no cabe la oposici¨®n. Anuncio de una forma de gobernar, no de izquierda, sino izquierdista (Lenin). Recordemos la advertencia de Cicer¨®n sobre Catilina: ¡°No faltan en este lugar quienes no ven los peligros inminentes, o vi¨¦ndolos, hacen como si no los viesen¡±.
Antonio Elorza es catedr¨¢tico de Ciencia Pol¨ªtica.
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