El mal moderado
Ha llegado el momento de pedirles algo m¨¢s a los creyentes isl¨¢micos, a la vez que nos lo pedimos a nosotros mismos. Por encima del credo de cada uno tiene que prevalecer la pertenencia p¨²blica a una comunidad civil
La palabra ha gozado siempre de buena fama, asociada al consejo que le da una madre al hijo un s¨¢bado por la noche, ¡°bebe con moderaci¨®n¡±, el ministerio del ramo a los conductores del parque automovil¨ªstico, ¡°modere la velocidad¡±, o los curas al pecador genuflexo en el confesionario, ¡°modera tus instintos¡±. En un pasado que hoy nos parece remoto e inveros¨ªmil, el adjetivo se aplicaba tambi¨¦n a los pol¨ªticos catalanes de centro-derecha, pero esa aplicaci¨®n ha ca¨ªdo en desuso; ¨²ltimamente se utiliza mucho en la prensa, casi siempre unido al islam.
Es preciso revisar las moderaciones contempor¨¢neas, y entre ellas ninguna m¨¢s necesitada de una urgente ortopedia que el llamado islamismo moderado, un concepto leg¨ªtimo en su ra¨ªz pero actualmente borroso. Y nada lo ha puesto m¨¢s en evidencia que los cr¨ªmenes terroristas que empezaron en enero de este a?o en Par¨ªs, siguieron en T¨²nez y Egipto, y ya se ver¨¢ cu¨¢ndo acaban. La diferencia entre el yihadista que dispara a mansalva o hace volar por los aires a los inocentes al grito de Al¨¢ y aquellos musulmanes que de ning¨²n modo condenan el crimen es evidente, y no hay que insistir m¨¢s en ella, del mismo modo que nadie sensato pretend¨ªa, ni en los tiempos del crimen sistem¨¢tico de la banda ETA, que los cientos de miles de ciudadanos vascos que no pon¨ªan bombas pero miraban a otro lado cuando estallaban en los supermercados tuvieran que ir a la c¨¢rcel, aun siendo c¨®mplices, como lo eran. Hoy sin embargo, y desde hace cierto tiempo, a los ejecutantes y colaboradores del terrorismo etarra se les pide, cumplida la pena jur¨ªdica, retribuci¨®n verbal y expiaci¨®n, y algunos las llevan a cabo. Ha llegado el momento de pedirles algo m¨¢s a los creyentes isl¨¢micos, a la vez que nos lo pedimos a nosotros mismos, pertenezcamos a alguna religi¨®n o a ninguna.
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La respuesta de condena a la m¨¢s reciente matanza parisiense por parte de la inmensa mayor¨ªa de los musulmanes europeos es sin duda sincera y ha de ser altamente valorada, sobre todo cuando adquiere el relieve de la expresada por el Consejo Franc¨¦s del Culto Musulm¨¢n (CFCM), y, en especial, por el im¨¢n de la Gran Mezquita de Par¨ªs, que hac¨ªa hincapi¨¦ en el obligado compromiso de acatamiento de sus fieles a los valores republicanos que chocan o se apartan de los mandamientos del Cor¨¢n. Incluso entre nosotros, la mezquita de la M-30 de Madrid, conocida como semillero de la predicaci¨®n salafista m¨¢s extrema (as¨ª lo se?al¨®, en una interesant¨ªsima y poco difundida entrevista, un alto comisionado religioso del rey de Marruecos de visita en Espa?a), se sinti¨® obligada, pocos d¨ªas despu¨¦s de esa entrevista y de los atentados del 13 de noviembre, a emitir unas declaraciones moderadas.
Es notorio que s¨®lo desde dentro del islam, es decir, con la convicci¨®n de sus practicantes, incluyendo a los m¨¢s fervorosos, de que por encima del ¨ªntimo credo est¨¢ la pertenencia p¨²blica a una comunidad civil, s¨®lo, repito, asumiendo tal actitud, se podr¨¢n hacer avances significativos para detener la deriva violenta de los kamikazes que invocan al Profeta mientras asesinan. Entre esos practicantes est¨¢n, naturalmente, los altos dignatarios y dirigentes pol¨ªticos mahometanos de una u otra facci¨®n religiosa, pertenecientes todos, en distinto grado, a la categor¨ªa de colaboradores o socios de los reg¨ªmenes occidentales. Lo preocupante es que por razones de conveniencia pol¨ªtica y alianzas de tipo militar o estrat¨¦gico, Occidente ha de contar con un Oriente que no pocas veces se dedica a atropellar en su propio territorio los derechos humanos, como es el caso de la Turqu¨ªa moderada (yo la llamar¨ªa integrista) de Erdogan, o, de manera extrema, la Arabia Saud¨ª del sult¨¢n Salman bin Abdulaziz, monarca festejado por todas las ¨¦lites y casas reinantes europeas mientras, entre sus ¨²ltimas fechor¨ªas, est¨¢ la de condenar a muerte sin remisi¨®n a un reconocido poeta palestino pero nacido en Arabia Saud¨ª, Ashraf Fayad, comisario internacional de la Bienal de Venecia, cuyo delito fue exponer en su libro Instructions Within (Las instrucciones, dentro) sus ideas filos¨®ficas de no creyente, lo que le hizo merecer primero una pena de cuatro a?os de c¨¢rcel y 800 latigazos, y ahora la muerte, por apostas¨ªa.
Es preciso revisar las moderaciones contempor¨¢neas, y entre ellas, el islamismo
Otros pa¨ªses isl¨¢micos con gobiernos moderados no llegan a tanto, pero instauran en sus propios confines la intolerancia, la discriminaci¨®n femenina y la injerencia violenta en la privacidad de los ciudadanos. ?S¨®lo ellos? Lo preocupante alcanza lo terrible cuando en esas alianzas democr¨¢ticas de una guerra contra el terrorismo participan reg¨ªmenes ajenos a la ¨®rbita musulmana y ellos mismos radicalmente no moderados, como Rusia o ¡ªpertenecientes estos a la Uni¨®n Europea¡ª Polonia y Hungr¨ªa. Ahora bien, ?hasta qu¨¦ punto somos moderados todos los espa?oles, o lo son los franceses cristian¨ªsimos que votan a Marine Le Pen y las gentes de Gran Breta?a o Suecia que favorecen opciones de odio al diferente, al despose¨ªdo, al extranjero? Y la pregunta crucial: ?puede ser moderada la democracia, puede una autoridad gubernamental o religiosa imponer la moderaci¨®n de los instintos, hacer que la vida privada se conduzca seg¨²n un c¨®digo teocr¨¢tico de la circulaci¨®n?
No es tolerable una democracia a la carta, hecha de territorios vedados, de salvedades y bulas prudenciales que permitan en nombre de Dios no ya matar sino simplemente hostigar y recortar brutalmente el vivir libre. La libertad de conciencia es una, com¨²n a todos aun siendo plural, y si bien cada persona es responsable de cumplir los principios morales que le sean propios, de ning¨²n modo debe aceptarse que por esos principios y esas creencias un conductor de autob¨²s franco-musulm¨¢n se niegue a tomar el volante que acaba de dejar, acabado su turno, una compa?era de trabajo, o un ministro islamista se ausente de la manifestaci¨®n por los muertos de Charlie Hebdo y del supermercado kosher. ?O es que no todas las matanzas son igual de odiosas?
Pa¨ªses isl¨¢micos con gobiernos moderados instauran en sus confines la intolerancia
As¨ª que mi ¨²ltima pregunta es: ?saldr¨ªan a la calle a orar y a llorar, a protestar, a pedir guerra, musulmanes y cat¨®licos integristas de Francia si un yihadista suicida explotara su cintur¨®n en medio de una manifestaci¨®n de mujeres pidiendo el human¨ªsimo derecho al aborto, o si los fusilamientos y bombas del Bataclan hubieran sido en una discoteca gay del Marais, donde abundan, y se mueven con plena libertad mujeres y hombres homosexuales que en pa¨ªses miembros de esta nueva cruzada ser¨ªan detenidos o lapidados?
Vicente Molina Foix es escritor.
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