¡®?Jo, jo, jo!¡¯
Ha llegado la Navidad y buscamos razones para alegrarnos. Algunas personas tenemos muchas
Hace unos d¨ªas regresaba a casa, ya de noche, pensando que pronto llegar¨ªa la Navidad y buscar¨ªamos razones para alegrarnos. Algunas personas tenemos muchas. Por el callej¨®n se acercaba un Pap¨¢ Noel con una peque?a mochila al hombro. Parec¨ªa satisfecho, como si acabara de terminar una larga jornada repartiendo regalos. ?En qu¨¦ piensa un Pap¨¢ Noel y¨¦ndose a casa? ?Dejar¨¢ atr¨¢s al personaje? Tras descubrir mi mirada, hundi¨® sus brillantes ojos oscuros en el fondo interrogante de los m¨ªos y me respondi¨®: "?Jo, Jo, Jo!". Me re¨ª y prosegu¨ª, risue?a, mi camino. Esto es magia. S¨¦ que hay truco y por ello me complace.
De peque?a me encantaba montar el bel¨¦n, reemplazar las figuritas rotas, comprar musgo en la Feria de Santa Luc¨ªa y oler a bosque en pleno casco antiguo. Hacer avanzar a los Reyes Magos era emocionante, pero convertir una estanter¨ªa de madera en un cielo lleno de astros luminosos con un simple fondo de papel pintado era aut¨¦nticamente portentoso. En la adolescencia, mis fiestas se torcieron un poco. De nuevo, todo cambi¨® durante los largos y fruct¨ªferos a?os que viv¨ª en un pa¨ªs lleno de ciervos, cerca del Polo Norte. En aquel tiempo, me hac¨ªa muy feliz poder reunir dinero suficiente para reencontrarme con mi familia y mis amistades. El term¨®metro sub¨ªa veinte grados y el sol brillaba en un cielo despejado.
Estos regalos de incalculables proporciones hicieron gran mella en m¨ª. Desde entonces, me gustan las Navidades. Fotograf¨ªo entusiasmada la iluminaci¨®n de las calles, me derrito viendo ni?os ilusionados, enciende mi noche un Pap¨¢ Noel motivado, brindo y doy gracias. S¨¦ que, tambi¨¦n en la Navidad de un pa¨ªs sin guerra hay tensi¨®n, dolor y ambig¨¹edad. Ironizo compartiendo v¨ªdeos de gatos abalanz¨¢ndose sobre ¨¢rboles navide?os a ritmo de tecno trash. Mi christmas favorito muestra a un gatazo aposentado en un bel¨¦n con toda naturalidad tras la Virgen y San Jos¨¦, a quienes rodea con su c¨¢ndida cola. Mira a c¨¢mara con asombro, sin saber d¨®nde reside el misterio. Jo, jo, jo. Esto debe ser amor.
Termino de escribir estas l¨ªneas cerca de la medianoche. Viajo en un tren de larga distancia junto a una joven familia. Pronto llegaremos a destino. Les miro. El beb¨¦ dej¨® de llorar; duerme pl¨¢cidamente sobre el padre, que cabecea. La madre, somnolienta, acaricia a un silencioso gato siberiano que vela escondido en un cesto. ?Son ellos! ?Est¨¢n aqu¨ª! ?Este es el misterio!
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.