Furia nacionalista y xen¨®foba
En la Uni¨®n Europea se libra una crucial batalla ideol¨®gica que definir¨¢ Occidente
?A ambos lados del Atl¨¢ntico se est¨¢ produciendo un alarmante giro pol¨ªtico hacia la derecha, vinculado con la fuerza creciente de figuras y partidos pol¨ªticos abiertamente chovinistas: Donald Trump en Estados Unidos, Marine Le Pen en Francia. Lista a la que se podr¨ªan a?adir otros nombres: el primer ministro de Hungr¨ªa, Viktor Orb¨¢n, defensor de la ¡°democracia no liberal¡±, o Jaroslaw Kaczynski y su semiautoritario partido Ley y Justicia, que ahora gobierna Polonia.
El ascenso de partidos pol¨ªticos nacionalistas y xen¨®fobos en muchos pa¨ªses miembros de la Uni¨®n Europea viene de mucho antes de la llegada de los primeros contingentes numerosos de refugiados sirios. Una lista acotada incluir¨ªa a Geert Wilders en los Pa¨ªses Bajos, el Vlaams Blok (y su actual sucesor, el Vlaams Belang) en B¨¦lgica, el Partido de la Libertad de Austria, los Dem¨®cratas de Suecia, los Verdaderos Finlandeses y el Partido Popular Dan¨¦s. Aunque los motivos del exitoso ascenso de estos partidos son muy distintos en cada pa¨ªs, sus posiciones b¨¢sicas son similares. Todos ellos son furiosamente contrarios al ¡°sistema¡±, el ¡°stablishment pol¨ªtico¡± y la UE. Peor a¨²n, no solo son xen¨®fobos (y en particular, islam¨®fobos), sino que tambi¨¦n adoptan m¨¢s o menos descaradamente una definici¨®n ¨¦tnica de la naci¨®n. La comunidad pol¨ªtica no es producto del compromiso de sus ciudadanos con un orden constitucional y jur¨ªdico compartido, sino que, como en los a?os treinta, la pertenencia a la naci¨®n deriva de compartir una ascendencia y una religi¨®n.
Como cualquier nacionalismo extremo, el de hoy se basa en gran medida en la pol¨ªtica identitaria, un ¨¢mbito de fundamentalismo, no de debate racional. Por ello, m¨¢s temprano que tarde su discurso tiende a obsesionarse con el etnonacionalismo, el racismo y la guerra religiosa.
?C¨®mo explicar la atracci¨®n de los ciudadanos de Occidente hacia una pol¨ªtica basada en la frustraci¨®n?
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Primero y principal, est¨¢ el miedo, que aparentemente es mucho. Un miedo basado en la comprensi¨®n instintiva de que el ¡°Mundo del Hombre Blanco¡± (una realidad que sus beneficiarios daban por sentada) est¨¢ en decadencia terminal, tanto a escala global como en las sociedades occidentales. Y para los nacionalistas de hoy, inspirados por la ansiedad existencial, los migrantes son la encarnaci¨®n (no solo metaf¨®rica) de ese pron¨®stico. Hasta hace poco, se pensaba que la globalizaci¨®n favorec¨ªa a Occidente. Pero ahora, tras la crisis financiera de 2008 y con el ascenso de China, es cada vez m¨¢s evidente que la globalizaci¨®n es un proceso de dos caras en el que Occidente cede gran parte de su poder y su riqueza a Oriente. Asimismo, los problemas del mundo ya no se pueden suprimir o ignorar, no al menos en Europa, donde literalmente est¨¢n llamando a la puerta.
Entretanto, fronteras adentro, el ¡°Mundo del Hombre Blanco¡± se ve amenazado por la inmigraci¨®n, la globalizaci¨®n de los mercados de mano de obra, la igualdad de g¨¦nero y la emancipaci¨®n jur¨ªdica y social de las minor¨ªas sexuales. En s¨ªntesis, los roles y las pautas de conducta tradicionales de estas sociedades est¨¢n siendo sacudidos desde los cimientos.
Todos estos cambios profundos han generado un anhelo de soluciones simples (por ejemplo, alzar vallas y muros) y l¨ªderes fuertes. No es casualidad que los neonacionalistas europeos vean al presidente ruso Vlad¨ªmir Putin como un faro de esperanza. Claro que Putin no es bien visto en EE UU ni en Polonia y los Estados b¨¢lticos. Pero en otras partes de Europa, los neonacionalistas han hecho causa com¨²n con el antioccidentalismo de Putin y su intento de restaurar la Gran Rusia.
Ante la amenaza que supone el neonacionalismo para el proceso de integraci¨®n europea, lo que ocurra en Francia es clave. Sin Francia, Europa es inconcebible e inviable, y est¨¢ claro que Le Pen de presidenta significar¨ªa el inicio del fin de la UE. Europa se retirar¨ªa de la pol¨ªtica internacional. Esto llevar¨ªa inexorablemente al fin de Occidente en t¨¦rminos geopol¨ªticos: EE UU deber¨ªa reorientarse para siempre hacia el Pac¨ªfico, y Europa se convertir¨ªa en un ap¨¦ndice de Eurasia.
El final de Occidente es una perspectiva sombr¨ªa, pero todav¨ªa no hemos llegado a eso. Lo que est¨¢ claro es que el futuro de Europa es mucho m¨¢s importante de lo que han pensado siempre hasta los m¨¢s fervientes defensores de la unificaci¨®n europea.
Joschka Fischer fue ministro de Exteriores y vicecanciller de Alemania entre 1998 y 2005.
Copyright: Project Syndicate/Institute for Human Sciences, 2015.
Traducci¨®n: Esteban Flamini
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