La tentaci¨®n caudillista
Para Pablo Iglesias, la acci¨®n no tiene otro objetivo que la victoria. La elecci¨®n racional en beneficio del conjunto de la sociedad no tiene lugar en su presentaci¨®n militarizada de la pol¨ªtica, de impronta leninista
"Pedro, mandas poco en tu partido", le espet¨® Pablo Iglesias al secretario general del PSOE en uno de los debates preelectorales. El incidente hac¨ªa recordar una visita del periodista cubano Carlos Franqui a Fidel Castro y al Che, que estaban encarcelados en una prisi¨®n mexicana. Franqui se atrevi¨® a hacer una cr¨ªtica a Stalin, para encontrarse con una terminante r¨¦plica de Fidel: ¡°Sin un jefe ¨²nico, aunque sea un mal jefe, la revoluci¨®n es una causa perdida¡±. Viene asimismo al caso un p¨¢rrafo de Disputar la democracia, libro-programa donde Iglesias cita, como no, Juego de tronos,y en concreto la escena en que la reina condena a muerte de inmediato a un consejero por atreverse a afirmar que ¡°conocimiento es poder¡±. ¡°El poder es el poder¡±, replica airada la reina. Pablo Iglesias lo anticipa: ¡°el poder nace de la boca de los fusiles¡±. Toda una profesi¨®n de fe democr¨¢tica.
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No es que las consideraciones doctrinales de Iglesias merezcan excesiva atenci¨®n, pero s¨ª sirven como ¨²tiles indicadores de lo que puede hacer si llega a gobernar. Ah¨ª est¨¢ su alusi¨®n introductoria a Maquiavelo, donde se limita a subrayar la dimensi¨®n t¨¦cnica de un poder ejercido de modo implacable en los principados, lo cual le convierte en el padre de las tiran¨ªas modernas. Es el Maquiavelo emparentado con Carl Schmitt, y maestro de dictadores, de Napole¨®n a Mobutu, pasando por Mussolini, y que al parecer inspira a Iglesias. Olvida que Maquiavelo nunca pens¨® que esa concepci¨®n pol¨ªtica fuese deseable, habiendo sido firme defensor del vivere libero en la Rep¨²blica de Florencia.
Porque Pablo Iglesias, aun cuando se llene la boca de la palabra una y otra vez, rechaza la democracia, entendida como procedimiento mediante el cual se alcanzan las decisiones pol¨ªticas. La ¡°disputa¡±. Por supuesto, considera insuficiente la democracia como espacio pluralista en el cual varios partidos compiten por el voto. Su democracia responde a un criterio finalista: hay democracia si se incrementa el poder de la mayor¨ªa y se logra ¡°que desaparezcan los privilegios de los menos¡±. Resulta claro que si ¡°los menos¡± controlan las instituciones y vencen en el voto, es que ejercen la manipulaci¨®n y la democracia no existe. En l¨ªnea con lo que les dijo a los eurodiputados en su despedida, ante una distribuci¨®n del poder desfavorable para los m¨¢s, la contrarrevoluci¨®n ¡ªentonces la destrucci¨®n de Europa¡ª triunfa. Lo explic¨® Monedero: la prioridad corresponde al empoderamiento del ¡°pueblo¡±, guiado por un jefe carism¨¢tico, frente a ¡°los menos¡±, ¡°los privilegiados¡±, el no-pueblo. Vuelve la apolillada distinci¨®n entre democracia formal y democracia real.
Si de veras quer¨ªa aliarse con el PSOE, sobraban las ¡°l¨ªneas rojas¡± anunciadas de inmediato
Estamos ante una visi¨®n maniquea, muy simple, de pueblo frente a poderosos a desalojar de su primac¨ªa. De ah¨ª que la violencia sea palanca imprescindible para acabar con las injustas relaciones de poder vigentes. El vocabulario militar es omnipresente. La de Iglesias es una Machtpolitik donde el Estado de derecho consiste en ¡°la voluntad pol¨ªtica racionalizada de los vencedores¡±. Su ejemplo es la Ley de Partidos que ilegaliz¨® al brazo pol¨ªtico de ETA: Iglesias menosprecia el detalle de que se trataba de oponer la ley a la impunidad de una organizaci¨®n terrorista. Para ¨¦l, la acci¨®n pol¨ªtica no tiene otro objetivo que la victoria, con dosis de ajedrez y sobre todo de boxeo. La elecci¨®n racional en beneficio del conjunto de la sociedad no tiene lugar en su presentaci¨®n militarizada de la pol¨ªtica, de impronta leninista.
Pablo Iglesias es un pol¨ªtico actuante en la democracia, en rigor no un dem¨®crata. Por eso, en la estela de Lenin, las alianzas carecen de valor en s¨ª mismas, y otro tanto sucede con los fines sociales o econ¨®micos que persigan, si no permiten aprovechar la convergencia para imponerse al aliado transitorio. Monedero acert¨® al calificarlo de ¡°leninismo amable¡±. La t¨¢ctica de desbordamiento del PSOE es un ¨®ptimo ejemplo, respecto de partidos pr¨®ximos, igual que la voluntad de servirse de las instituciones para alterar su contenido. Si de veras quer¨ªa aliarse con el PSOE, sobraban las ¡°l¨ªneas rojas¡± anunciadas de inmediato, con el refer¨¦ndum catal¨¢n, que sigue siendo el obst¨¢culo para la alianza anti-PP si el ansia de poder de Pedro S¨¢nchez no lo hace olvidar.
No se extiende demasiado Iglesias sobre el contenido de su ¡°nueva transici¨®n¡±: en el libro reci¨¦n publicado con ese t¨ªtulo concede al tema tres p¨¢ginas. Ahora bien, los ¡°objetivos imprescindibles¡± fijados para toda alianza son ya ilustrativos. Importa ganar; lo que resulte de los medios empleados es irrelevante. As¨ª con ¡°el derecho a decisi¨®n¡± generalizado, listo para sacar votos en las nacionalidades y anexos, m¨¢s la ruleta rusa de la autodeterminaci¨®n de obligado cumplimiento en Catalu?a, saldr¨¢ porque lo dice su bola m¨¢gica un ¡°Estado plurinacional¡±. Todas son naciones con su ¡°derecho a decidir¡±. La revocabilidad de cargos de la Constituci¨®n venezolana tambi¨¦n tiene su sitio, facilitando as¨ª librarse de opositores elegidos mediante la democracia representativa a la cual se opone el refer¨¦ndum plebiscitario. Y pensando en los resultados monol¨ªticos de la organizaci¨®n de Podemos partido, listo para asaltar el cielo desde un centralismo autocr¨¢tico, cabe augurar que su ley electoral responder¨¢ a an¨¢logo prop¨®sito. No hace falta seguir alarmando con el proceso constituyente y con la condena de la Constituci¨®n del 78: con ¡°cambiar la Constituci¨®n¡±, el objetivo es el mismo.
El silencio de Podemos sobre la tragedia venezolana bajo Maduro ahorra todo comentario
El culto a la personalidad, y la permanente exaltaci¨®n de la figura de Iglesias, as¨ª como la deformaci¨®n finalista de la idea de democracia ¡ªuna democracia plebeya¡ª nos sit¨²an en el terreno de un caudillismo populista, con bien conocido antecedente, aunque ello no guste al interesado. El silencio de Podemos sobre la tragedia que es la situaci¨®n venezolana bajo Maduro ahorra todo comentario. Los condicionamientos jur¨ªdicos y econ¨®micos no cuentan, siendo sustituidos por la promesa de reformas igualitarias. La justicia social sirve as¨ª de m¨¢scara a la demagogia, amparando de momento la rentable operaci¨®n de denuncia, tanto del Gobierno conservador que bien lo merece, como del rival/aliado socialista, si no suscribe sus propuestas. El h¨¢bil manejo del discurso en Iglesias le permite funcionar a la perfecci¨®n con falsas evidencias. La factura ya vendr¨¢ luego y se cargar¨¢ en la cuenta de la los malos de la pel¨ªcula, tanto internos como de la UE. L¨¢stima que la cita a Tsipras ya no sirva. Y por fin, como en Ch¨¢vez, ah¨ª est¨¢n los medios de comunicaci¨®n, con la televisi¨®n en primer plano, para crear en los ciudadanos la ilusi¨®n participativa bajo el mando del L¨ªder. Y es que tanto su inspirador, antes, como Iglesias, ahora, son animales televisivos, mucho m¨¢s avezados en ¡°seducir¡±, palabra clave para el segundo, que en proponer una gobernaci¨®n racional. A Pedro S¨¢nchez no parece preocuparle. Nada salvo su victoria p¨ªrrica parece preocuparle.
Antonio Elorza es catedr¨¢tico de Ciencia Pol¨ªtica.
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