?Y ahora qui¨¦n cuidar¨¢ el bosque?
En este 2016, los colombianos vemos con esperanza el fin del conflicto armado, de la mano de la decisi¨®n estatal de aumentar la inversi¨®n social en el campo
Las ¨²ltimas tres generaciones de colombianos que hemos dedicado la vida profesional a la conservaci¨®n de nuestra inmensa riqueza natural, lo hemos hecho en medio del conflicto social y armado que ha modelado realidad del pa¨ªs desde hace 60 a?os. En esa realidad de guerra hemos visto como zonas enteras de bosques, humedales, p¨¢ramos y sabanas tropicales dan paso a parcelas de miseria de las que la poblaci¨®n rural marginal ara?a su sustento, cultivos de uso il¨ªcito de donde la guerra saca su combustible, grandes monocultivos o potreros ineficientes a los que no ha llegado la ganader¨ªa moderna.
En nuestro quehacer visitamos, estudiamos y protegimos hermosos ejemplos de nuestros ecosistemas. Casi sin excepci¨®n, los lugares donde a¨²n crece y se mantiene saludable nuestra biodiversidad est¨¢n en lo que tradicionalmente llamamos los m¨¢rgenes del desarrollo. Para llegar hasta nuestros sujetos de trabajo es necesario adentrarse en las zonas desconectadas de lo que la mayor¨ªa de personas reconoce como desarrollo, donde muchas veces el control sobre el territorio lo ejercen fuerzas distintas a las del Estado. Para llegar a las ¨¢reas que albergan los tesoros naturales m¨¢s valiosos es necesario transitar por carreteras o trochas a medio hacer o navegar por r¨ªos infinitos que se pierden en tierras donde imperan reglas propias y donde conviene entrar con ¡°salvoconducto¡± social.
En esa Colombia, la biodiversidad sobrevive gracias a las geograf¨ªas escarpadas y hostiles, a la malaria y otras enfermedades tropicales igual de letales, a la precaria condici¨®n de v¨ªas de acceso que juntos evitan la colonizaci¨®n masiva, a la heroica labor de las autoridades ambientales quienes crean y administran ¨¢reas protegidas con presupuestos irrisorios o la convicci¨®n de las comunidades que entienden la Naturaleza como fuente de vida y no como obst¨¢culo para el desarrollo.
Comunidades valientes como la del r¨ªo Tolo y Zona costera sur del municipio de Acand¨ª, Costa Caribe en la frontera con Panam¨¢, las redes campesinas de Simacota y las juntas de acueductos del Carmen y San Vicente de Chucur¨ª en el coraz¨®n de la Cordillera de los Andes en Santander, las familias de Fucopromas en el sur de Bol¨ªvar, donde terminan los Andes en la cuenca Caribe o las iniciativas locales de conservaci¨®n de Bel¨¦n de los Andaqu¨ªes en el piedemonte amaz¨®nico son solo algunos ejemplos de comunidades que han protegido ¡ªincluso a costa de su vida¡ª la destrucci¨®n de los ecosistemas que sostienen sus modos de vida. Como dice Aureliano C¨®rdoba en Acand¨ª: ¡°Si no hay bosque, no hay vida, porque entonces no hay materia prima, que es el agua y empieza a haber dificultad con la vida¡±.
Nunca como hoy es imperativo ordenar el uso del suelo y el manejo de los recursos naturales
Estas personas han detenido la miner¨ªa ilegal con sus dragas y su mercurio, la ganader¨ªa extensiva con inmensas extensiones para muy pocas reses, el cultivo para la producci¨®n de sustancias de uso il¨ªcito... Todas estas actividades que enriquecen a unos pocos a costa del perjuicio para comunidades enteras, inclusive compensado la ausencia del Estado. En este grupo est¨¢n tambi¨¦n innumerables grupos ind¨ªgenas para quienes religi¨®n, naturaleza y modos de vida est¨¢n hechos del mismo material.
A las puertas del 2016, los colombianos vemos con esperanza el fin del conflicto armado, de la mano de la decisi¨®n estatal de aumentar en ¨®rdenes de magnitud la inversi¨®n social en el campo. Seg¨²n un an¨¢lisis presentado por el Departamento Nacional de Planeaci¨®n, el 60% de la deforestaci¨®n del pa¨ªs en el periodo 1990-2013, se concentr¨® en municipios con incidencia alta y muy alta del conflicto. Esta problem¨¢tica se produce, sobre todo, en el occidente de la Amazon¨ªa (departamentos Putumayo, Caquet¨¢ y Meta), en el Pac¨ªfico colombiano (departamentos Choc¨® y Nari?o principalmente), en el Magdalena Medio y en el departamento de Norte de Santander.
En consecuencia, en este escenario de paz, las prioridades de inversi¨®n se centrar¨¢n en lo que el Gobierno nacional llama las zonas de consolidaci¨®n. Los municipios con este calificativo son territorios de gran valor ambiental y estrat¨¦gico, con un alto potencial de desarrollo social y econ¨®mico, ubicados en zonas que han sido afectadas por el conflicto armado, los cultivos il¨ªcitos, y la d¨¦bil presencia institucional. Un mill¨®n y medio de colombianos habitan en estos territorios. En el marco de la Cumbre de Cambio Clim¨¢tico en Par¨ªs 2015, el Presidente Juan Manuel Santos recibi¨® las primeras donaciones para la constituci¨®n del programa Colombia Sostenible. Se trata de un ambicioso proyecto para desplegar inversi¨®n en las poblaciones que fueron escenario del conflicto armado, cultivos il¨ªcitos, miner¨ªa ilegal y deforestaci¨®n.
Si este escenario se hace realidad, la geograf¨ªa social de Colombia va a variar dram¨¢ticamente y con ella, las condiciones que han mantenido ciertas zonas protegidas de la destrucci¨®n de los h¨¢bitats naturales y el deterioro de condiciones de vida para la poblaci¨®n que depende de estos. Es razonable esperar grandes movimientos migratorios hacia las zonas de inversi¨®n, de la mano de nuevas v¨ªas de penetraci¨®n, interconexi¨®n el¨¦ctrica y oportunidades de cr¨¦dito para el desarrollo agropecuario. Estos eventos generaran un aumento de la presi¨®n sobre los ecosistemas naturales ¡ªdemanda por agua, madera, tierra, carne de monte¡ª y conflictos con grandes mam¨ªferos en v¨ªas de extinci¨®n.
Nunca como hoy es imperativo ordenar el uso del suelo y el manejo de los recursos naturales para evitar que al cabo de cinco a?os tengamos lo que hoy est¨¢ pasando en San Vicente del Cagu¨¢n (Caquet¨¢), un piloto temprano de zonas de consolidaci¨®n, donde los grandes ganaderos que entraron hace poco a la zona ya est¨¢n buscando nueva tierra en Caquet¨¢ pues sus finca de San Vicente ya no son productivas. O lo que est¨¢ pasando en Santo Domingo del Ramo, vereda del Carmen de Chucur¨ª en Santander, donde m¨¢s de 140 familias se quedaron sin agua en este fen¨®meno de El Ni?o, y la salvaci¨®n lleg¨® de una peque?a fuente de agua que sus habitantes han manejado ordenadamente.
Esta es la oportunidad para premiar y fomentar el modelo de desarrollo de las peque?as comunidades que han demostrado que cuidar el bosque paga. Facilitar el acceso a cr¨¦ditos y seguros, con condiciones que estas comunidades puedan cumplir es un primer paso. El riesgo de repetir modelos que financiaron el enriquecimiento de los que ya eran ricos, como el nefasto Agroingreso Seguro, que llev¨® a altos funcionarios del Estado a la c¨¢rcel, es muy alto. Es la oportunidad de financiar de manera sostenida las acciones de conservaci¨®n de las autoridades ambientales, para que estas puedan cumplir su obligaci¨®n constitucional.
Este momento supone la convergencia de dos Colombias distintas; mal har¨ªamos en ignorar aquella Colombia verde y biodiversa que ha estado al margen de la cotidianidad del colombiano de las ciudades, pero que ha sobrevivido a su manera con el recaudo adicional de una apreciaci¨®n profunda del territorio. Ojal¨¢ los colombianos demostremos que tenemos la capacidad y el car¨¢cter para responder a este reto.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.